lunes, 15 de septiembre de 2008

1943 - 2008

Mierda. Bueno, igual siempre va a estar el tintinear de ese si en los primeros murmullos de Echoes, sumergiéndose poco a poco en las entrañas de un Atlántico de veintitrés minutos; o la exclamativa fanfarria de Summer '68 ("I hardly even like you, I shouldn' care at all") para darle cuerda a la nostalgia en ese álbum que trae, sí o sí, la receta para un auténtico desayuno beduino, carne de camello de por medio (y el de Fränkisches también, quién sabe cuál preferiría Alan); o el nervioso martilleo de Paintbox inventariando todas las formas de lo que se llama un jardín colgante de sonidos, cuando todavía se desbordaban de los long-play un par de simples de un par de minutos (para deleite popular); o esa reforma de la rutina cotidiana british en It Would Be So Nice - too meet someday -; o el imperioso mambo de aceites y vinagres lisérgicos en Remember A Day (trepar tu manzano favorito, claro); o la extrañeza de aquella Sea-saw land donde las carreteras se llenan de flores de plástico y de platitos de café llenos (pero llenos eh!) de secretos; o los nubarrones de Sysyphus (nubarrones de locura) avistándose desde una costa de cascabeles; o correte que es un día ocupado y tengo cosas en la cabeza; o la despedida demencial de The Great Gig In The Sky, un torbellino giratorio de alaridos que viene con este razonamiento: Why should be afraid of dying?

Eso: por qué. Ni el tecladista más rápido del oeste, ni el singer-songwriter más prolífico, ni el rock-star más carismático. Richard Wright, otro tipo más que se va y no vuelve. Pero!!!... nos deja cosas para escuchar.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Miniblitzkrieg de cupidos

Cuán menos tortuoso resulta abordar damicelas cuando se tiene toda esta logística detrás, un moderador de la talla de R., intermediario sigiloso que cataloga las ánimas solitarias, mártir y amante secreto que derriba las empalizadas de la timidez, cupido de incógnito que saca fichas y expone hilachas sin rehuirle a la discreción, que escruta de reojo entre los antojadizos significantes del lenguaje no verbal cuando, a las cinco de la madrugada dominguera, es gobernado por la dinastía de Morfeo y Dionisos, y que persigue las coincidencias más idóneas (que, seamos justos, no son tales para versados en la comedia del chamuyo) de manera personalizada, acometiéndolo como un arte, como si la vida de un lienzo se tratara y cada amalgama sexual una pincelada perfecta, única, irrepetible. Más que un favor o un servicio, es un privilegio y cuesta bastante más que un Malbec, un Merlot o un Syrah, sobre todo cuando la faena le implica sodomizar a su albo Peugeot, someter su somnolencia a agudos decibelios feminoides y dormitar tan solo tres horas, ya tenuemente amanecidas.