sábado, 30 de diciembre de 2006

Fantasmas del 2006

Noticia preliminar: No, esto no es exactamente un balance del 2006. El año nuevo es sólo un punto de partida para un par de reflexiones que empiezan en cualquier parte y terminan en cualquier parte, como toda reflexión que se precie de tal.


Dos mil seis. Será recordado, entre otras cosas, como un año oscuro para dictadores y ex-dictadores alrededor del mundo. Si no me creen, sólo aprecien qué ilustre xenotafio: Alfredo Stroessner, Augusto Pinochet, Slobodan Milosevic, Sadam Husein (este último, fiambre fresquito de nochevieja). Todos muertos de una vez y para siempre en el mismo año. ¡Ah! Y no deberíamos olvidar a uno que, si bien no logró completar la faena, ya ha comenzado a hacer las valijas: Fidel Castro. No le faltará mucho, y lo sabe, para unirse al selecto foro de tiranos difuntos.

Resulta llanamente fascinante atestiguar las pasiones que centrifugan estos personajes, esos tironeos de amor y odio que rasgan las vestiduras de sus cadáveres. Y nada mejor que esta hermosa colección de funerales para demostrar cuán caricaturescos son los discursos ideológicos alrededor el mundo. La ideología, entendida ya como una etiqueta que la gente se cuelga del cuello, y que pesa como un ancla que no deja pensar. El año que, marchito, se acaba de ir es pródigo en ejemplos.

En Chile, Pinochet fue el "Tirano Asesino" y el "Salvador de la Patria" simultáneamente. Lo único que quedó nuevamente probado a raíz del debate sobre su muerte es que los tan mentados derechos humanos no son, ni mucho menos, demasiado importantes para nadie. Queda claro, a la luz de los discursos que suelen escucharse, que si su violación se realiza en pos de ciertos valores que sostenemos como adecuados, está todo bien. Y parece que sí, que Pinochet habrá derrocado un gobierno legítimo, habrá torturado a un par, a otros los habrá arrojado desde aviones al mar, pero era el precio que se debía pagar por un Chile moderno, libre del yugo marxista. En otras palabras: si la noble meta es la consolidación del libre mercado frente a otras alternativas menos buenas (o bien, directamente, malvadas), entonces bienvenidas sean las picanas y las urnas bien guardadas. Son cosas que pasan; en todo caso excesos, desajustes que nada importan frente a la grandeza de, en este caso, un Chile del Primer Mundo.

Naturalmente, están en la vereda opuesta quienes desde pancartas y asociaciones claman priorizar la defensa de los derechos humanos. Pero quién les cree. Son los mismos que idolatran a Castro, a pesar de que en Cuba están todos manipulados, sin la opción de salir de su país, sin libertad siquiera para opinar en contra del régimen y sometidos a un refrito berreta de discursos oficiales como única fuente de información sobre el mundo. Contaremos también, por qué no hacerlo, las grandes cantidades de balseros muertos y disidentes fusilados sólo por ciertas rebeldías inofensivas. Entonces qué. Y bueno; todo bien, porque de todos modos en Cuba nadie se muere de hambre y todos tienen por lo menos un techo. Para qué tienen que irse. Para qué tienen que pensar u opinar sobre nada. Y en cuanto a los fusilados, es parte de toda revolución. En Cuba los derechos humanos tienen sobrados motivos para suspenderse también.

Importa la causa. Importa si se defiende al mercado y las libertades individuales o si, por el contrario, se prioriza el bienestar social de todos los ciudadanos. Parecen ser dos cosas cien por cien opuestas, como sectas entre las que uno debe elegir sin medias tintas. Y si defender la causa implicase en cierto momento matar y torturar a algunos adictos al desacato, o a quien simplemente se vea medio raro, pues avanti. Los derechos humanos pasan a ser sólo una retórica para defender un sistema o, mejor dicho, la idealización burda de un sistema. Pero nadie se lo cree en serio.

Lo que molesta es que este tipo de fundamentalismos está constantemente alimentado por los medios informativos, quienes en vez de tratar de encontrar un denominador común a cada tema, se empachan polarizando los discursos de todos los sectores al mejor estilo de estar con nosotros o estar con ellos. Entonces Pinochet no puede ser otra cosa que un santo o un demonio. Vende. Es un discurso que vende bien. Y a la histeria de la gente, incandescente, los medios le tiran cualquier cantidad de gasolina. Que arda.

Así florecen por todas partes ejemplos increíblemente ridículos de polarización. Algunos de parte de la izquierda, como que Sadam Husein de pronto es poco menos que un beato sólo porque quien lo manda a matar es el luzbelito de Bush. Si uno es el demonio, el otro ha de ser la Madre Teresa. Lógico. Análogos discursos se leen en quienes defienden que Irán jamás podría ser sospechado de pergeñar el atentado a la AMIA, ya que si son enemigos del malvado EEUU, es porque deben ser más buenos que el pan. Debe ser todo una vulgar operación de persecución imperialista. Sólo faltaría establecer que si de pronto sí instigaron la voladura de la mutual judía, alguna buena razón habrán tenido.

Y sobre la derecha no hace falta cavar muchos pozos. Desde la teoría de los dos demonios hasta disyunciones tales como "o están con nosotros o con los terroristas" y "eje del mal", queda claro que si una materia han aprobado con sobresaliente, ha sido la de plantar falsas dicotomías por todas partes con un lustroso sentido del maniqueísmo.

Dos mil seis vio la partida de otros personajes ilustres absolutamente relacionados con los anteriores tales como el ex Mr. President Gerald Ford y el celebérrimo economista Milton Friedman. Relacionados porque ambos de alguna manera contribuyeron a apadrinar la cobarde bravuconada militar en el sur; uno desde la logística y la política, el otro desde la ideología. Gerald Ford patrocinó con meticuloso entusiasmo todo tipo de gobiernos genocidas en todas partes de América con tal de que combatieran ideas raras como el comunismo. Por su parte, Friedman fue, junto a Hayek, el principal instigador de las ideas neoliberales, en tiempos lejanos en los que todavía era harto impopular ensayar discursos contra el estado de bienestar. En este sentido cabe recordar que el régimen de Pinochet fue, económicamente hablando, la gran prueba piloto del neoliberalismo a nivel mundial, comenzada diez años antes que las primeras políticas de desguace estatal y liberalización financiera de Thatcher y Reagan. Para estas gentes la democracia era claramente un escollo; desmantelar el estado de bienestar sería tan impopular que no cabía otra que anular cualquier oposición de las masas. En este contexto queda muy, pero muy claro, por qué había vía libre para derrocar, torturar y hacer desaparecer. Había objetivos muy definidos para un nuevo mundo neoliberal.

El mundo neoliberal sigue adelante, y ya es normal que en cualquier parte del mundo algunos, muchos, se mueran de hambre porque sí, o porque de repente a los grandes negocios que mueven el mundo no les compete. Ahí tampoco hay mucho derecho humano que tenga demasiada importancia, pero ¿Quién podría escandalizarse? Desde sus mismos orígenes la doctrina neoliberal reconoce que la justicia social no es su objetivo.

El mundo neoliberal sigue adelante, pero muchos de sus fantasmas han empezado a sucumbir. ¿Muerto el perro se acaba la rabia? Difícil aferrarse a una esperanza, pero queda un 2007 entero para ver cómo sigue la cosa esta en donde vivimos.

jueves, 7 de diciembre de 2006

kibet, et melisantropos

tiempo bajo tu nombre se esconde como una estalagtita bajo las uñas que quieren desear un café indonesio escurriéndose como esclavos árabes sobre los sobres anteriores a los tiempos en que todos los desiertos del mundo intentaban comprender el arte de lo mas novedoso que crearon los monjes inteligentemente preparados como piletones de hierro fundido esgrimiendo mil ventanas dichas por la noble palabra de un rufían arquetípico y no se escapa a la magia vil mentirosa de un soldado epicúreo bordando su propia letanía como un fantasma en miniatura lograría acobardar al más austral de los sextetos polares que intuyen su delicada situación como una sabiduría impregnada con un silogismo racial que se pudre incluido en una especie de sombra brutal que firma con tu nombre y jamás acompaña las fábulas que empiezan por tu abuelo cuyos hijos mas acostumbrados a las férreas tormentas de monosílabos y van surgiendo sobre el monte acuático esperanzado en una estrella que alguien vio por las dudas esperando tu hombre y cada tanto asomándose al mundo insuficiente de las crisálidas robustas que regulan la economía matriz de un sueño unívoco soñado por los más cálidos trópicos que insisten en guardar recato ante la mirada impávida de un guardián helicoidal y esperan debajo de un calor impresentable y comienzan por el buen fuego que quiere ser traidor a sus propias raices donde los prismas de Rosaura decantan en tímidas palanganas y entonces tiene que llegar el momento en el que aparezca una coma
, (coma)