sábado, 29 de septiembre de 2007

Donde es difícil desaparecer

A propósito del larguísimometraje de David Lynch Inland Empire, la novela de Roberto Bolaño Los Detectives Salvajes y otras güevadas.

HOLA. A ver. Hoy tengo ganas de escribir un post bien desacartonado, bien informal, sin nada preparado de antemano, sin efectismos, sin retórica; quiero caretearla de persona común y corriente, evitar las palabras ornamentales (por eso el uso de "evitar" en vez de "elidir") y hablar de cualquier cosa que me venga a la cabeza. A veces pienso que la prosa excesivamente rebuscada que me gusta cultivar (y ahí estoy cayendo, ven?) aliena a los lectores. Así que nada, vamos a las trompadas. Por ejemplo: estoy escuchando The Modern Dance de Pere Ubu y lo primero que se me ocurre es que lo voy a tener que escuchar unas 16 veces más para poder decidir si es un 10, un 9, o un 8. (De ahí no baja). Lo triste de la historia es que en días como estos no hay tiempo para escuchar The Modern Dance 16 veces (además de que no es recomendable para la sanidad mental de uno). Así que por ahora me pinta que "Street Waves" (track n°4) tiene un drive espectacular y que para bancarse "Sentimental Journey" (track n°9) hay que estar puestísimo.

¿Y de qué hablar en un post así de aleatorio cómo éste? (Una vez un profesor me fustigó por usar demasiadas veces la palabra "y" al escribir, pero qué va, a mí me encanta). Vamos al lugar común, o sea, reseñar brevemente lo que estoy leyendo / viendo / escuchando estos días, para quien pueda interesarle. Supongo que no serán muchos, o sí. Ojalá que sí. Ojalá que este post me haga famoso y mucha gente lo comente. Empecemos con Inland Empire, que es el más reciente bodoque de David Lynch. Fui al cine sin saber exactamente qué esperar (aunque evidentemente sabía que no iba a ver nada similar a Sara de la Pradera). Ahí está otro de mis vicios; las palabras terminadas en mente. Estaría bueno que la RAE se mande a inventar sufijos nuevos para adverbios porque así no se puede vivir.

En qué estaba. Ah! Sí, la peli de David Lynch. La ví con mi amigo Federico (que no soy yo mismo, sino un Federico que tiene la peculiaridad de no ser yo) en un cine top de la Recoleta. En medio del trance alcancé a ver que una pareja se iba a la mierda promediando la cosa, y el tipo que tenía al lado se la pasaba resoplando (resoplidos que traduje más o menos como "LA PUTA MADRE QUE MIERDA ES TODA ESTA MIERDA"). Sí, es ese tipo de película. Lynch filmó sin dudas el lime universal definitivo. Un delirio extremo que de tan grandioso, de tan faraónico, te deja absolutamente narcotizado. Juro, juro con énfasis, que nunca había vivido semejantes emociones, no solo en un cine, sino en cualquier parte (y eso incluye el asiento de atrás de un auto).

No quiero dar rodeos, la película es genial. Quizás la película más genial que haya visto en mi vida. David Lynch tiene mucha razón... ¿Qué sentido tiene ir a ver el enésimo guión tradicional con principio, conflicto, desarrollo y final cuando el cine puede hacer algo como esto? Posta, que alguien me diga. Ya ví como mil películas que me cuentan una historia (bueno, no, no debo llegar ni a las 200 películas vistas, pero se entiende la connotación). Es lindo y es entretenido; muchas de mis películas favoritas cuentan una o varias historias, pero ¿No termina haciéndose un poco cuadrado todo el canon del conflicto y el desarrollo y toda esa pavada que inventó Aristóteles hace, no sé, miles de años? Sí, cuadrado, cuadrado como si el cine se anclara a un isomorfismo con la pantalla en la que se proyecta (que es rectangular, y no es lo mismo que un cuadrado, pero bueno, el paralelogramismo recalcitrante está).

Ahí la cago. Breve paréntesis. Quería hacer un post desacartonado, casual, y de repente me mando con un "se anclara en un isomorfismo" que ni yo sé qué coño quiere decir. Es el problema de estudiar comunicación. Te meten por el culo palabras hermosamente jodidas como isomorfismo que después se vuelven comodines compulsivos que nadie entiende (uno busca la frase, busca la excusa para usar estas palabras perversas). Honestamente, no me acuerdo qué signifca "isomorfo", pero más o menos (ojo! más o menos) tiene que ver con cuando algo tiene la misma forma que otra cosa pero en otra dimensión de las cosas. Una onda así. No sé por qué creo que no aclaré nada. Busquen en el diccionario.

Volvemos al ruedo. En qué estaba? Ah sí, en los Detectives Salvajes de Bolaño! Ah no, no. Eso viene después. Ya me estoy perdiendo, qué cagada. Ah, cierto, lo de las historias cuadradas y el cine. No, digo... está bien contar una historia. Está bien dejar un mensaje, pero carajo, que el cine puede ser muchísimo más que eso. De tanta obsesión por contar historias es que terminamos clavándonos tanta película irrelevante que cuenta historias irrelevantes y aburridas y trilladas y que además terminan siempre rascando el fondo del tarro de los mismos tres o cuatro Grandes Temas de la Humanidad sin aportar novedad alguna. Dejémonos de joder un poco. Inland Empire ayuda a abrir un poco el obturador que tenemos en la cabeza. Posta, yo no había pensado demasiado en esto del cine cuenta-cuentos hasta que ví la película... Una película que no cuenta una historia sino que te mete en un serpenteo exuberante de imágenes y sonidos y que aún así tiene todo el sentido del mundo. Quiero decir que tiene todo el sentido del mundo filmar eso, buscar eso, intentar eso. Intentar no contar nada, sino mostrarnos otras cosas que no necesariamente son historias, y exaltar partes de nuestra percepción intelectual que la cuadradez del mundo puto se empecina en antestesiar.

O algo así. No quiero mentir. HAY historias en Inland Empire. Pero están tan desencajadas, tan fabulosamente deformadas que a la vez hay mil historias o ninguna, un rompecabezas de una inmensidad desconcertante que uno puede intentar rearmar de varias formas o bien, más sabiamente, deleitarse en la contemplación de sus piezas cayendo al azar como un bombardeo de ideas visuales. Desde las primeras imágenes y sonidos (y sonidos, los sonidos son fucking important, otra cosa que reivindica acertadamente Lynch), cualquier nabo se da cuenta que la película va a ser una puta obra maestra: ese vinilo girando, esa siniestra tramisión radial báltica, esas imágenes portentosas que inquietan sin que se sepa exactamente por qué. Toda la película es un ejemplo de cómo inquietar con lo mínimo. Una sombra. Una luz. No necesita más este muchacho para tenerte al borde de la butaca con los nervios haciéndose polvo. Porque, claro! No estamos hablando de una de esas películas onda iraní donde el efecto de sentido se logra a partir de que no pasa nada (el otro costado, menos copado, de joder a la narración canónica). ¡NO! Acá pasá TODO. Pasa TODO. Pasa lo inesperado, pasa lo irritante, pasa lo orgásmico, lo sensual, lo real y lo onírico, todos encadenados lascivamente sin alegorías, ni simbolismos, ni rigideces de ningún tipo. De repente estamos en un pasillo oscuro lleno de miedo, y al minuto la cosa deriva en un musical con coreografías de lo más sensuales. Y así un montón de de repentes. Es una orgía de imaginarios condensados en tres horas inolvidables, que en los días sucesivos a la proyección te irán volviendo con insistencia, como las instantáneas de un sueño que no se sabe del todo si fue realmente tal.

Insisto que todo bien con las historias lindas. Todo bien con Sueños de libertad o Volver al Futuro. Pero no hay ningún motivo para quedarse en eso. Por ejemplo, miren la música. La música clásica, el jazz, el rock. La música no cuenta ninguna historia, la música se recrea en el estímulo, en la delectación sensual, en la asociación imaginaria que esas notas y palabras despiertan en nosotros. La pregunta clave es: ¿Por qué el cine no puede explorar un impacto semejante y olvidarse por un rato de lo lineal? Esa es la razón de existencia de Inland Empire. Dicen que no es una película para cualquiera, pero creo que si eso es verdad entonces hay mucha más gente de lo que pensaba que no sueña más mientras duerme, que está metida en un freezer de mierda, que tiene un potus en el cerebro. Lo cual es de terror. No quiero parecer un iluminado, pero bueno, qué le voy a hacer, supongo que es lo que parezco. Ok, soy un iluminado.

Qué más. Sí, esto sigue, para desgracia de muchos. Pueden parar de leer acá si eso quieren, vagos de mierda. O pueden seguir. También podrían haber parado de leer antes, con lo cual este mensaje no va para ustedes (ellos, malditos traidores). Cierto. Los Detectives Salvajes. La forma en la que contacté con esta novela por vez primera es, como mínimo, curiosa. Porque fue en una fiesta. Soy precisamente el tipo de engendro que va a una fiesta en la casa de un amigo (se llama Matías Mancini) y como se aburre mucho (demasiada gente, y demasiadas novias de gente) se encierra en el cuarto del anfitrión a las tres de la mañana, agarra un libro de su biblioteca y se pone a leerlo. No me estoy jactando de nada. Más me hubiera gustado emborracharme y caretearla que soy amiguísimo de todos los de la fiesta, y que soy un partusero bárbaro pero bueno. Es lo que había. Los Detectives Salvajes. Empecé a leer (me llegaba muy asordinada la música de la fiesta, vieron que en la fiesta uno nunca puede escapar totalmente de la música) y me enganchó enseguida. Las primeras líneas ("He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así") no podían ser más pedorras "literariamente". Tan pedorras como dotadas de una inmediatez aplastante, que me animó a seguir leyendo.

Le dí hasta la página nosecuánto (digamos 20 o 25) y como ví que la novela se hacía muy larga y no la iba a terminar esa misma noche, la dejé ahí. Pero se la juré. A vos te voy a leer hija de puta. Bolaño es el escritor latinoamericano de moda, y al bodoque este (pasamos del bodoque de Lynch al bodoque de Bolaño) lo comparan con Rayuela. Vaya vaya. Bolaño, humilde, dijo en alguna entrevista que al lado de Rayuela la suya era una "pobre novela". Pero por algo las comparan, por algo será. Así que interesante; por qué no hacer un intento y de paso verificar si tanta algarabía bolañesa está o no justificada.

La leí más o menos en dos semanas (tranquilo, aprovechando el tiempo en medios de transporte, plazas a media luz e insomnios varios). No sé si es la "Gran Novela Latinoamericana Contemporánea" (tampoco leí tantas, I shall confess, y en general me desagradan ese tipo de etiquetas marketineras), pero algo tiene. Es difícil decir qué es lo que tiene, eso sí. La historia en realidad no es una sola, sino varias historias vagamente amalgamadas por los misteriosos itinerarios de los poetas Ulises Lima y Arturo Belano. Misteriosos es la palabra: nunca se sabe exactamente qué es lo que buscan en sus errantes periplos alrededor del mundo; cuesta identificar por qué están dónde están, o por qué hacen lo que hacen. Aún siendo los protagonistas, Bolaño jamás los define con nitidez, sino que nos permite irlos reconstruyendo a partir de sombras, huellas, rastros, crucigramas, anecdotarios entrelazados.

La parte central de la novela recoge los testimonios de quienes han tratado con ellos (desde México hasta Israel o Angola, casi todos escritores o marginales); cada testimonio supone una historia autónoma, casi un cuento (opino que algunos de ellos orillan la perfección), y allí tarde o temprano aparecen; Ulises Lima y Arturo Belano, omnipresentes pero distantes, siempre indirectos. Esta vaguedad, que de pronto desespera (extraña sensación de no poder nunca alcanzar sus almas, ni sus motivos), es lo que termina dándole a los dos poetas esa fascinación eterna, esa ambivalencia en donde por momentos pueden ser llanamente humanos y de pronto fantasmas míticos o incorpóreos.

No queda claro si ellos dos son los detectives salvajes. Eh. Supongo que sí (parte de la novela narra su búsqueda afanosa de una antigua poeta mexicana en los desiertos del norte mexicano, una labor detectivesca digamos). Pero es obvio que también el lector asume cierto rol de detective, al escuchar pacientemente los testimonios y al ir ordenando (no sin dificultad dado lo fragmentario de los episodios) las vidas de estos escurridizos personajes que nunca se quedan quietos.

Lo cierto es que más allá de que el lector tenga éxito o no en este cometido, la novela vibra con su carácter oceánico (uno se ve extrañamente atrapado, sumergido) que a la larga termina siendo mucho más relevante que poder determinar con exactitud qué hicieron Belano y Lima primero, qué hicieron después y porqué lo hicieron. En esos numerosos personajes que solo parecieran abandonarse a sus rutinas, buscando su lugar en la vida casi al azar y sin replanteos profundos (casi no hay pausas reflexivas), aparecen bellamente retratadas las vicisitudes de la vida, tan mecánica a veces como repleta de vueltas inesperadas. No es un terreno novedoso (digo, eso de capturar "la vida"), pero al menos Bolaño, a través de un estilo adusto, directo, marcadamente oral (y hasta algo ingenuo en algunas cosas), lo intenta recorrer con sus propios pasos, y digamos que vale la pena leerlo (al menos esta novela en particular).

Si se justifica tanto consenso en torno al chileno, si no se justifica, la verdad no sé, ni tampoco me interesa. Es (era) un buen escritor, pero no sé un pomo de la vela sobre literatura latinoamericana contemporánea, así que me es difícil comparar. No es Borges, pero es re-evidente que no busca escribir como Borges, así que ni siquiera sirve entrar a comparar. En todo caso lean la novela y juzguen por sí mismos. A mí me gustó. No es necesariamente Steppenwolf o 1984 o Rayuela (por mencionar novelas que me revolvieron el mate) pero sale como piña (La piña del Ananá, no la Piña de Felipe Pigna que es muy ladri).

Ahora voy a dejar pasar una oportunidad de hacerme el inteligente con una analogía fácil entre Inland Empire y los Detectives Salvajes. La haría, pero me hinché las bolas de escribir y seguramente todos ustedes ya se hincharon las bolas de leer. Dejo que la hagan ustedes, a ver si sale algo con onda. (Posible ayuda: fragmentación que el espectador en principio tiene que reordenar, pero que puede perfectamente no reordenar y aún así se disfruta y las implicancias que esto puede tener en la relación autor-espectador en el arte y si estamos frente a una reforma universal de las reglas de la linealidad etc. etc. etc.). Fue.

Vean Inland Empire. Lean a Bolaño y escuchen The Modern Dance de Pere Ubu (que se podría agregar para formar una trinidad de obras tan copadas como fragmentadas, miren qué casualidad). Pero no por eso, sino porque los dos primeros temas la rompen.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Antievangelio del culo roto

Está bastante bien irrigada la creencia de que en la vida, para obtener lo que uno quiere, hay que romperse el culo. Se usa textualmente esa fórmula: "romperse el CULO", no se podría escoger alegoría más táctil. Está tan naturalizado, es tan obvio, tan indiscutible el adagio que nadie llega a pensarlo demasiado. Envilecidos pues, agachamos la cabeza, nos bajamos los lienzos y, efectivamente, nos sometemos litúrgicamente al sacramento de la rompida de culo. Primero nos rompemos el culo formándonos, después trabajando todos los días (en ese eficaz aserradero de culos neutralmente llamado "división del trabajo"). Con el tiempo le vamos tomando el saborcito a esto de tener el culo roto, lo cual allana el camino para que vengan terceros a contribuir con la faena (de rompernos el culo, y humillarnos, y de tratarnos como máquinas). Obran con la practicidad de saber que quien tiene el culo roto, ya bastante roto, no va a ofrecer demasiada resistencia.

Aún así, siendo unos miserables culeados, salimos y pavoneamos nuestro culo roto, capturando éste todo tipo de suspiros elogiosos por parte de colegas y adversarios. Y así, de a poco, empezamos a sentirnos realizados. Y diremos que nos apasiona rompernos el culo, que es nuestra vida, y que no imaginamos que habríamos hecho de no habernos roto el culo con tanto amor, con tanta dedicación.

En este fenómeno influyen, claro, las contrapartidas jugosísimas reservadas para los ciudadanos ejemplares que se rompen y se dejan romper el culo como Dios manda. Se sabe (aunque no se dice) que veremos el día en el que nos ganemos la potestad de romperle el culo a otros, lo cual aporta siempre cierta reciprocidad que redunda en equilibrio y satisfacción. Es que claro, después de mucho dejar que nos empomen, en algún momento queremos empomar nosotros eh. No sólo eso. También tendremos una contraprestación monetaria que costeará un búnker de lujo (o no tanto, depende) donde sanear nuestro culo roto (terapia a base de televisión, sexo marital y medicina alopática). Casa, un autito y familia (la familia es clave, porque hay que fomentar el cultivo de nuevos y jóvenes culos susceptibles de ser rotos, sino cómo seguimos). Tal trinidad representa la máxima aspiración del culeado exitoso. Es por este patrimonio, básicamente, que nos hemos adaptado ovejunamente, accediendo a la rompedura (o rotura) de culo canónica.

Eso sí. Hay culeados y culeados. No todos los culeados somos igual de virtuosos y por eso no todos obtienen los mismos réditos. Gran parte de los sujetos se pasan años, la vida, martirizándose el culo con sombrío empeño y apenas les alcanza para sobrevivir como comadrejas en albañales profundos. Es la diferencia entre un culeado-culeado (el proletario) y el culeado-virtuoso (los que, sometimiento anal mediante, podemos alcanzar puestos ejecutivos y sueldos de fábula). Pero no nos vamos a empantanar en esta distinción marxista; la lucha de clases se ve considerablemente matizada, en la práctica, por el hecho inconmutable de que todos los patriotas nos rompemos el culo de una u otra forma. Es el factor culo-roto, y no otra cosa, lo que nos iguala ante los anteojos plurales de la democracia.

Llega un momento en la vida de todo sujeto, por fin llega, en el cual tenemos el culo tan fantásticamente dilatado y amoratado y coagulado que ya no servimos más. Entonces podemos pasar a retiro y regodearnos con los jugosos frutos que tantos años de rompernos el culo nos han otorgado. Podremos seguir comprando autos, jugando al golf y visitando clínicas de prestigio con cierta asiduidad. Una exuberante vida de jubilado nos espera. Pero aún así, parece demasiado el tiempo improductivo que tenemos entre manos. Nos abruma. No tenemos idea de qué hacer con nosotros mismos: tan acostumbrados estábamos a rompernos el culo y ahora puede que nos sintamos un poco inútiles, un poco olvidados, y un poco cansados (claro, no sabemos qué hacer con un culo repentinamente casto). De la nada, aparece una nueva actividad que por mucho tiempo no se nos había exigido: pensar un poco. Y pensamos. Puede que nos cuestionemos si esto de romperse el culo mereció la pena. Tenemos un auto muy lindo, sí, y una familia maravillosa, sí, y una chimenea donde podemos calentarnos en invierno mientras tomamos un cafecito y admiramos cómo se desprenden densos jirones de lluvia sobre nuestro verde jardín, sí, sobre nuestras casas vecinas que son todas parecidas, todas lo mismo en este vecindario de mazapán.

Pero todo está, inesperadamente, vacío. Nuestra mente está vacía. No sabemos por qué. O sí, de alguna manera lo intuimos. Fuimos. Fuimos un culo para romper, fuimos serviles maratonistas en pos de un mito de felicidad individual, material, posesiva y ¿Ahora? Un culo roto, olvidado que tiene que peregrinar con unas neuronas perimidas, un cuerpo replegado, y las cuotas de la prepaga cuyo precio se incrementa cuanto más se acerca el infarto, el derrame o el patatús a elección. Creímos en el adagio, y nos rompimos el culo. Y ahora vemos que todo lo que obtuvimos con eso es una colchoneta de asombrosas boludeces que nos circunvalan muertas, mientras que, solos, nos vamos apagando, sin haber hecho otra cosa en la vida, no lo vamos a admitir, que rompernos el culo.

Y con varios tubos enchufados, broches que nos aferran torpemente al trencito ya inmóvil de la vida, suponemos que, a lo mejor, todo esto fue una farsa monumental. La nostalgia, empero, es inevitable. Nostalgia de los días infantes en los cuales teníamos un culo listo para ser roto, y un tiempo de soles extáticos, de días eternos, de noches ardorosas que nos invitaban al desvío; los que con tanta sensatez elegimos olvidar.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Recuento en ráfagas

Como en sigilo, bucearon a través del callejón
Siendo dos apariciones en la costura de la medianoche
Entre solfeos cómplices dividieron el botín
Solo así, con estas rentas recién horneadas,
se reafirma la sociedad (dijeron por lo bajo).
Y no fuera que, a esa hora, la lluvia vinculante
Obligatoriedad de humedades y charcos
Los asechara como a dos moscas en la urbe
No fuera que, en esa encrucijada mal iluminada
Otros extraños armados quisieran apoderarse
De sus posesiones últimas, sus alientos
Y los pocos de sus goces.

Siendo dos mimos sonrientes, no esperaron
Apenas separados, derivaron por las baldosas
Los deltas de asfalto, las hileras de luces
Se llamaron amigos, pero evitaron mirarse
Y se buscaron los talones antes que las manos
Entre pisadas asordinadas y cascabeleos
En ese peregrinaje de ensueños despiertos
Cada uno quería del otro
lo que el otro nunca iba a entregar.

Anduvieron entonces durante un tiempo
Apretujando el paso entre los minutos
Sin suponer la zozobra ni el desvelo
Sorteando los cartílagos de barriadas sin nombre
Y no fuera que el alba los sorprendiera
En plena faena y aún con mucho que condescender
“Tengo tiempo”, sentenció uno de improviso
A lo que el otro contestó “Ya lo sé”
“Pero si ya no me interesan, ni sus bueyes,
ni su lástima” (pensó uno muy por lo bajo).
“Pero si ya no me conmueven, ni sus ojos,
ni su pasión” (pensó el otro al mismo tiempo).

Siendo dos títeres flacos, acordaron seguir
Y siguieron entonces, internándose en la jungla
Ya arremangados, con los trajes bajo el brazo
Cabizbajos, chapoteando en lagunas sin fondo
Y el maquillaje de payaso corrido por el sudor
Solo así, con estas máscaras alegres,
se reafirma la sociedad (dijeron sin creerlo).
Y no fuera que, después de tanto trecho,
De tanto contar cuentos y burocracias,
Las cosas no resultaran.
Y no fuera que, a esa hora, en ese lugar
Se miraran, con razón, a los ojos
Y descubrieran la pura verdad,
O la pura mentira.

Siendo dos pobres diablos temblorosos
Parecían trotar de golpe, revueltos de miedo
Las gargantas secas como si un incendio
Hubiera sin piedad ingerido sus almas
Y alrededor la nada, la nada absoluta
Con su corazón fugitivo de suburbio
los iba acorralando en un abrazo ancho
En territorio de brujas, y moscas, y basurales
Donde las autopistas ya no están alumbradas
Y los árboles son diseños siniestros sobre una luna demente
Admitieron que la aventura había terminado
Enlazados en una lucha cuerpo a cuerpo,
En la desesperación, resolvieron asesinarse
Para cumplir así, ritualmente, con la letra chica
En ese instante, los chacales y los abogados
Gatearon hacia ellos como grandes orugas.

Y en algún punto del horizonte, visible pero lejos,
Descorchaba, inmenso, un amanecer sin sentido.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Floricultura

Clavel rojo. Basta de Juan Román Riquelme. No querer saber más nada de Juan Román Riquelme. Juan Román Riquelme supurarme las bolas. No es su culpa, ni de la madre que le ha dado la vida. Pero no importa, ya pudrirme. Juega bien al fútbol, y dado que juega tan bien, dedidió trabajar de eso. Mal no le ha ido. Lo felicito. Nadie me ha explicado, empero, por qué razón me tienen que inyectar títulos sobre Juan Román Riquelme noche y día, por televisión, radio, prensa y portales online. (Sí, porque después vienen y dicen que uno consume las noticias que le interesan. No. Por eso, inyectar) Qué hizo Juan Román Riquelme que amerite semejante hemorragia mediática. Cuando rinde porque rinde. Y el Análisis de los Especialistas de por qué rinde. Cuando no rinde porque no rinde. Y el Análisis de los Especialistas de por qué no rinde. Y el Análisis de los Especialistas de cómo es que antes rendía y ahora no. Cuando lo convocan para la selección. Cuando no lo convocan. Los comos y los porqués. También cuando corre el riesgo de que no lo convoquen más. Si se queda en Boca. Si no se queda. Si el Villarreal lo quiere. No lo quiere. Si vuelve o no. Ahora parece que sí (La Nación Deportiva: No importa, saquemos tapa diciendo que sí). Pero en realidad no. Es imposible que se quede en Boca. El contrato millonario. Es "muy difícil". Pero hay una esperanza. Y el Análisis de los Especialistas sobre dichas esperanzas, sus fundamentos y contrafundamentos. Vuelve Riquelme. Pero no. Pero sí. Pero no. Ah! el jugador mismo, payasescos detectives de por medio, declara. Está feliz y está contento. No importa si se murió el portero del club, él está feliz y contento. Esclarecedor. A ver. Cualquiera puede pensar lo que le apetezca, pero las declaraciones de Riquielme son una mierda. Siempre lo fueron. Siempre lo serán. A nadie le importan. Basta de Juan Román Riquelme. Por suerte ahora lo van a guardar, no va a jugar, y todo el mundo se va a olvidar de él. ¿Será entonces momento de hablar de otros buenos jugadores de fútbol? Mejor no.

Marimonia. Regla #45 del Manual de Pseudodemocracia Cordoooobesa: cuando un resultado electoral, cualesquiera sean las índoles del comicio, arroje un resultado ajustado con diferencias de uno o dos puntos, la parcialidad perdedora automáticamente tendrá derecho a caratular al sufragio como "fraudulento" y/o "corrupto" y/o "injusto para el pueblo cordobés y sus hijos que necesitan del pan y el trabajo de la gente"; efectuada dicha proclama podrá proceder con todo tipo de acciones políticas y/o violentas que pueden incluír o no el uso de cocktails molotov, apariciones en el programa A Dos Voces o marchas donde toquen los Nocheros.




Dalia. Mujer de un infarto es velada en su barrio natal. Sus familiares aportan increíbles declaraciones. Padre: "Yo le decía que no se casara con un infarto, que le podía llegar a hacer algo, vió, los infartos... suelen no ser de confiar vió... uno los conoce a estos infartos hijos de puta... pero ella estaba enamorada... no puedo, no puedo (llora desconsoladamente en medio de miles de flashes). Madre: "Yo la verdad no entiendo nada. Era un infarto normal, re-macanudo, los domingos los ravioles los traía él, jugaba con los chicos, se ofrecía a lavar los platos... un día nos pidió el corazón de nuestra hija y se lo dimos... no pensábamos que fuera a hacer esto... no puedo, no puedo (llora desconsoladamente en medio de preguntas como "¿Cómo se siente en estos momentos? ¿Por qué llora? y ¿Cree que la vida ya no tiene ningún sentido y está totalmente desgarrada por dentro?"). Cuñado (una embolia cerebral): "Mire, mi hermano es un boludo. Porque yo le advertí que no se podía casar con futuras víctimas... me dijo que no había problema, que se iba a recatar... pero uno para ser infarto tiene que ir a infartar. Es una cuestión ontológica. Así que fue y agarró a la que más cerca tenía. Estas cosas son así... Justamente, yo soy una embolia cerebral así que... (Les da una embolia cerebral a todos los periodistas presentes, pero no pasa nada, ya tienen varias).