sábado, 22 de noviembre de 2008

No hay banda - White Album 1968 - 2008

¿Qué nombre le ponemos al álbum? No sé, ni idea, a ver... ¿Cómo le habíamos puesto al anterior? "Banda de Corazones Solitarios del Sargento Pimienta" ¿no? El nombre de una banda ficticia. ¿Y por qué no hacemos lo mismo? O sea, otra banda ficticia. ¿Qué bandas ficticias se nos pueden ocurrir esta vez? Bueno, teniendo en cuenta cómo andamos por casa, una buena banda ficticia sería "The Beatles". De hecho.


Hoy, justamente, se cumplen cuarenta años - ¿ya? ¡cuarenta años! ¡cómo pasa el tiempo! - de la publicación de The Beatles, noveno álbum de estudio de la banda de rock ficticia del mismo nombre (décimo si contamos el EP "Magical Mystery Tour"). Son treinta canciones distribuidas en dos discos que suman noventa y tres minutos con cuarenta y tres segundos de pura música. Más allá de lo que ciertos trasnochados fans de los Beatles suelen sostener con loca pasión, los temas son en general bastante flojos. Aún así, el alienante efecto de aura que aporta el nombre sacrosanto "The Beatles", sumado a la frondosa megalomanía que se inhala desde los crujientes riffeos de Back In The USSR hasta el edulcorado final "joligudense" de Goodnight, convierten automáticamente a esta más bien inocua proyección de egos paralelos en una obra... ¿Maestra? Para ser justos, digamos, en todo caso: digna de ser discutida.

Sí, digna de ser discutida aunque, en rigor, en estos cuarenta años se ha discutido hasta el hartazgo; como todo lo que han hecho y dejado de hacer los cuatro "fabulosos" de Liverpool pero, si cabe, aún más. Casi es imposible abordar cualquier verbalización sobre The Beatles - que en un rapto de ingenio la plebe ha rebautizado como el White Album - sin desplomarse en los más arratonados clichés. Tan imposible es, que yo mismo incursionaré, aquí mismo, en unos cuantos.

Empecemos por aquel que tiene que ver con si-tendría-que-haber-sido-o-no-un-álbum-simple. No, no tendría que haber sido un álbum simple. De haberlo sido, no habría llamado tanto la atención de los mitos y las leyendas. Porque ¿Qué tiene de llamativo un disco de los Beatles repleto de grandes canciones? Para eso están Rubber Soul, Revolver, el referido Sgt. Pepper's y tantos otros. No. Precisamente lo subversivo del White Album es que los Beatles renuncian a cualquier cosa que huela a control de calidad - incluso aquella que proviniese de ellos mismos - y le vomitan al oyente sus conspiraciones más espontáneas y descabelladas. Tras años de fatigante meticulosidad para hallar hasta el más recóndito ribete de coherencia - que los llevó a dejar de tocar en vivo para convertirse en bicharracos de estudio -, los Beatles se animan a ser cuatro tipos locos y exclamar con alegría "ey! somos los Beatles, podemos hacer lo que se nos ocurra (la gente lo va adorar, y si no, ¡Nos importa un soberano huevo!)". El nombre sacrosanto, que en otra oportunidad podría haber ejercido como un ajustado corsé - el que intentó abrocharles George Martin, quien quería solo canciones dignas de los "Beatles" - sorpresivamente hizo que se les suelte la correa. Eran tan poderosos entonces que podrían intentar, literalmente, cualquier cosa. No iban a fallar de ningún modo.

El White Album es una obra catártica, pero de catarsis individual. John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr no solo se liberan, en cierta forma, del supuesto estándar que los Beatles debían alcanzar por llamarse así, sino que fundamentalmente se liberan uno del otro. Todos, incluso Ringo en su escala, tienen pista libre para hacer con sus ideas lo que se les antoje la reverenda gana, sin censura de nada ni nadie, casi como si estuvieran trabajando en un proyecto solista. Y aquí aparece otro viejo y conocido cliché: aquel que dice que The Beatles suena como cuatro - dos y medio para ser justos - álbumes solistas entongados. Paul McCartney grabando Why Don't We Do It In The Road? solo con Ringo (a quien había apartado de la batería en Back In The USSR para tocar él mismo el ritmo que quería); Harrison invitando por su cuenta a Clapton a tocar en su While My Guitar Gently Weeps, Lennon con su novia japonesa masturbándose con las cintas de Revolution 9; son postales que hablan de cómo se gesta el álbum. Cada uno en la suya, alejado y desinteresado de los otros tres, elucubrando sus propios proyectos sin contar demasiado con nadie más. La sinergia que hasta entonces los convertía en algo mucho más grande que la suma de las partes, ya no existe más. Los Beatles para 1968 son cualquier cosa, excepto una banda de rock.

Y se nota desde kilómetros escuchando el álbum. Las canciones, en su mayoría, suenan secas, plomizas y carentes de gracia; esa vibración especial (única, compacta) por la que la habitación cambia de aire o de textura cada vez que suenan los Beatles, simplemente está ausente. Son viñetas desencantadas que solo parecen estar ahí para vehiculizar los caprichos fatuos de cuatro flacos, talentosos pero mezquinos, haciendo más o menos lo primero que se les viene a la cabeza. La cosa no se queda ahí: hay canciones verdaderamente impresentables en el álbum, y no hablo en términos relativos. Ringo, por ejemplo, debuta como compositor con resultados catastróficos (Don't Pass Me By); todo bien, adentro. A McCartney, indulgente consigo mismo, se le escapa una ventosidad anal y saca Why Don't We Do It In The Road?; todo bien, palo y a la bolsa. Lennon, sin quedarse corto ante tanto desatino, idea un collage cacofónico de diez minutos; todo bien, suma.

Pero lo que pierde en calidad intrínseca, el White Album lo gana en enigma. Lo gana en amplitud. Lo gana en alcance. Se ve claramente a los Beatles intentando una huída hacia todas partes, como una colonia de insectos que disparan para cualquier lado cuando se levanta una pierda del jardín; el resultado es, valga la redundancia, el álbum más increíblemente disparatado que existe. Lejos. Habrá obras más ambiciosas, más complejas, más elaboradas, sin dudas. Pero ninguna más incoherente; ninguna más sinuosa; ninguna más encantadoramente anárquica. En The Beatles cualquier cosa puede ocurrir, nada queda descartado y todo género está al alcance de la mano. Desde el ska de Ob-la-di Ob-la-da (diez años antes de Madness y The Specials) o el hard-rock extremo de Helter Skelter, hasta el country de Rocky Raccoon o la música concreta de Revolution 9, el álbum, hablando mal y pronto, da para todo. Un poco deja la impresión de que los Beatles quisieron escribir una enciclopedia que abarcara todos los tipos de canción que habían escuchado en sus vidas. Diría que, si esa fue la intención, no estuvieron nada errados.

Aún así, escuchar el White Album entero es un plan chino. En lo personal, hace años que se me hace una experiencia hondamente frustrante; tanto que ya ni lo intento. En determinado momento, antes de que termine el primer CD, el diluvio de temas "medio pelo" - aunque alternados con ocasionales joyas - se hace tan copioso que me genera un grave malestar y termino apagándolo todo con la cabeza quemada (y una sensación ambigua de alivio y fracaso).

Todavía me acuerdo cuando vi por primera vez los CD's en las bateas del Musimundo de Unicenter; una cosa gorda y completamente blanca, con una cubierta minimalista (diseñada por Richard Hamilton) que recuerda a una lápida, y títulos improbables como Everybody's Got Something To Hide Except Me And My Monkey. La fascinación fue inmediata, y cuando finalmente lo tuve en mis manos - regalo de navidad - me sumergí en su laberinto con un abandono exquisito. Mirando una por una las minúsculas fotos del librito, aprendiéndome poco a poco, afanosamente, el orden de las canciones y después las letras: un laborioso acto de amor que hoy en día ya no podría replicar con ningún otro álbum. Con el correr del tiempo, me volví mucho más gruñón e intolerante ante números auténticamente espantosos como Birthday, o simplemente abúlicos como I'm So Tired o Rocky Raccoon.

De todas formas sigue siendo, para mí, un artefacto muy especial. Siempre me gusta pensar en el White Album como la "Rayuela" del rock: un profuso mosaico de fragmentos para recortar y armar a gusto, saltando de un tema al otro, cambiando las secuencias, salteándose sin culpa las partes que se hacen engorrosas o sencillamente escuchado mis canciones favoritas (y las de todo el mundo), como la preciosa While My Guitar Gently Weeps, la imponente Dear Prudence o esa impactante gema dadaísta llamada Happiness Is A Warm Gun.

Entonces ahí está. Cuarenta años para uno de los álbumes más mitológicos, sino el más mitológico, que se haya grabado. No. No es el mejor álbum de los Beatles. Hay discos mejores de ellos mismos y muchísimos discos mejores de otras bandas. Hay discos más interesantes, más contundentes, más emocionales, más expresivos o con más propósito. Eso sí: no hay ningún disco igual. The Beatles, con esa cubierta sin maquillaje que anuncia de antemano las verrugas contenidas dentro, es en sí mismo una especie de un solo ejemplar. Tal vez por eso, merezca ser juzgado con una vara completamente diferente a la que usualmente se usa. Y en ese caso, un juicio definitivo sobre el mismo parece imposible, además de fútil.

Felicidades al White Album, y por cuarenta años más.

martes, 18 de noviembre de 2008

Sin problemas

Me miraste y me dijiste "¿no podés dormir?"; te dije "no, no me acostumbro a dormir al lado de alguien"; me dijiste "¿pero qué, te molesto?"; te dije "no, pero no quiero dormir, me quedo mirándote y pensando que no estoy tan apurado por escaparme"; me dijiste "¿escaparte?"; te dije "sí, dormir, soñar"; entonces te diste vuelta y apoyando la cabeza en la almohada me miraste más seriamente y me dijiste "¿por qué?"; te dije "no me hagas tantas preguntas, no sé qué contestarte"; me dijiste "está bien, no siempre tenés que contestar"; entonces no te contesté e hicimos silencio un rato; de repente me dijiste "a mí me gusta dormir con alguien al lado"; te dije "¿por qué?"; me dijiste "porque sí, porque está bueno, está bueno despertarme y que estés ahí"; te dije "¿aunque no me pueda dormir y me mueva todo el tiempo?"; me dijiste "sí"; te dije "pero vos dijiste alguien, y ese alguien podría ser cualquiera"; me dijiste "ahora sos vos"; yo te dije "mañana quién sabe"; te reíste, te reíste porque pensaste lo mismo; entonces me volviste a dar la espalda, te acurrucaste y me dijiste algo que no me puedo acordar; te dije "en vez de dormir me quedo mirando por ejemplo esto" y dejé caer mi mano abierta en la curvatura tonta de tu cadera; no me dijiste nada pero me parece que te seguías riendo o ya estabas medio dormida de nuevo; te dije "cuando voy por la calle siento que la ciudad tiene como un pulso perfecto, todos están yendo del punto x al punto y, pero yo estoy a destiempo, estoy de paso como una corriente de aire o como una llovizna y esté donde esté, estoy ahí sin ninguna razón de peso"; te dije "solo da la casualidad de que hay una ciudad, edificios, gente, justo por donde yo camino"; no sé si me escuchaste; te dije "pero cuando estoy acá y vos estás acá, eso no me pasa tanto, por eso no puedo dormir ¿entendés?"; no sé si me escuchaste; te dije "a mí también me gusta dormir con alguien, con vos, al lado"; no sé si me escuchaste; te dije "ey!"; después ya no te dije más nada porque no me escuchabas y porque por fin ya me había dado sueño. Esa fue una de las últimas veces que hablamos. Ahora me duermo sin problemas.

martes, 11 de noviembre de 2008

Ahí nomás...

Ahí nomás...

Igual:

A- El último álbum tampoco es para andar tirando cohetes.
B- Los precios de las entradas van a ser para desaparecer completamente y nunca ser encontrados.
C- Después del gran concierto de Maroon 5 de esta noche, a quién le puede importar esto...

En. Fin.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Ariembre

living well is the best revenge - i took your name - what's the frecuency kenneth? - drive - driver 8 - man-sized wreath - ignoreland - fall on me - electrolite - imitation of life - hollow man - everybody hurts - she just wants to be - the one i love - nightswimming - let me in - horse to water - bad day - orange crush - it's the end of the world as we know it (and i feel fine) [BIS] supernatural superserious - losing my religion - great beyond - man on the moon.


Twentieth century go and sleep.
Really deep.
We won’t blink.

Electrolite

Empezó noviembre. En mi caso particular, empezó noviembre con un soberano recital de R.E.M. en el Personal Fest, lo que me inspiró a chapucear uno de los más inefables títulos de la historia de este blog. Comentarios derogatorios de cualquier tipo: abstenerse, claro está.

Fue una espera diferente a otras, sin la adrenalina de luces que se apagan de golpe o de roadies probando instrumentos. Ni siquiera fue una espera, ya que apenas terminaron de tocar los Kaiser Chiefs en el segundo escenario - todavía no había encontrado mi lugar reservado entre la masa - en el escenario de enfrente apareció R.E.M. y procedió, como quien dice, a romperla.

Esta no es la típica banda de sexo, drogas y rock n' roll que uno iría a ver para hacer pogo o gesticular cuernitos a la Beavis and Butthead. Los tipos tomaron el nombre al azar de una enciclopedia y eso lo dice casi todo. R.E.M. - Rapid Eye Movement - es la fase del sueño en la que soñamos; en los sueños residirá acaso el dejo poético de un sustantivo propio que alardea ciencia y saber. Si su bandita universitaria no la hubiera pegado, estos tipos estarían en sus casas de Georgia, conjeturo, recortando enredaderas para que queden más prolijas y trabajando en negocios de computación. O administrando una granja, como lo hace hoy el ex batero Bill Berry en un elocuente ejemplo de lo mundano.

Por suerte para muchos, la banda la pegó y los otros tres - Michael Stipe, Michael Mills y Peter Buck - siguen grabando discos y haciendo giras, aunque alguno argumente, sin originalidad y con razón, que ya están lejos de sus días de gloria. Claro: no tiene mucho sentido hablar de "días de gloria" para bandas que ya han trascendido algo tan vulgar como el tiempo. R.E.M. fue y volvió muchas veces: el 1ro de noviembre, anteayer, volvió a Buenos Aires (después del Hot Festival en 2001) para presentar su flamante disco Accelerate.

Tal vez la palabra "profesional" sea demasiado glacial para calificar lo que fueron el sonido, lo visual y la performance de la banda. No obstante, ni más ni menos que eso fueron; profesionales. Kilómetros y años de giras encima no se cargan en vano; amén de la excelente reputación que tienen como banda en directo, la cual fue totalmente avalada en las puntuales dos horas de show que brindaron. Todo salió como tenía que salir: el sonido potente; la banda ajustada como un par de calzas; Stipe robándose la noche con sus credenciales de showman y una voz impecable que parecía directamente de estudio; y las pantallas gigantes dinamizando con un arte visual de una calidad inverosímil. En suma, hacieron valer el billete invertido.

El setlist se dio el grosero lujo de omitir material de los primeros dos álbumes, lo cual sería apenas un frívolo detalle sino fuera que Murmur (1983) es una de las obras de arte más perfectas que ha parido el rock - esto no es ocurrencia mía solamente - y que su sucesor Reckoning (1984) no le va en zaga. Un gesto al que no termino de prodigar aquiescencia, aún sabiendo que "el R.E.M. de la gente", apareció mucho después con el pase de IRS a Warner y el éxito espectacular de Out Of Time (1991) y Automatic For The People (1992). Que hace rato se hayan constituido en una rentable banda de (pequeños) estadios para (pequeños) burgueses no elimina que, en sus albores, R.E.M. hayan sido los padrinos absolutos de lo alternativo-indie-under o como-quieras-llamarlo. Y si la gente no lo sabe o lo olvidó, hay que recordárselo; hay que escupirle en la cara mitos como Radio Free Europe - temazo fundacional que hace años casi no tocan - o South Central Rain.

Sea como sea, que aún descartando su obra maestra hayan brindado un setlist del carajo, por decirlo así, habla a las claras del intimidante repertorio que hornearon estos muchachos en veinticinco años de trayectoria. Para compensar la mencionada omisión, dejaron constancia de todos los demás álbumes a excepción de Up (1998) y Around The Sun (2004). En efecto, hasta incluyeron un tema de Fables Of The Reconstruction (1985), aquel oscuro y poco mencionado tercer LP del cual no florecieron ni éxitos ni clásicos reconocidos. ¿La canción? Driver 8 ("we can reach our destination, but we're still a ways away"), dedicada expresamente a Barack Obama, en quien Stipe parece tener depositadas muchas esperanzas.

Esta canción, la más vieja de toda la noche (Stipe mismo lo reconoció: "this is a very old song"), sirvió de hecho para abrir el fuego del segmento más politizado, a lo largo del cual siguieron Man-Size Wreath, furibundo tema de Accelerate dedicado a George W. Bush, y Ignoreland, tema igualmente furibundo (esa carrera-hacia-el-estribillo me liquida) dedicado al otro Bush, al que no tiene la W. pero es igual de odiable y que también invadió Irak en algún momento. Por si no quedaba claro, Stipe subrayó que él - y todos los que compartían el escenario - odian al actual gobierno de EEUU, ese "very big and very strange place" del cual provienen.

Los guiños a las viejas épocas de IRS culminaron con la preciosa Fall On Me de Lifes Rich Pageant (1986), más las infaltables It's The End Of The World As We Know It - cerrando el show - y The One I Love, en la que Stipe fue presa de la síndrome-Bono y bajó del escenario para abrazarse con la gente; ocurrencia bastante ridícula si se tiene en cuenta que estabámos coreando una de las canciones más odiosas jamás escritas ("A simple prop to occupy my time, this one goes on to the one I love").

Como era de esperarse, Automatic For The People recibió una cobertura exhaustiva en la que no faltaron los clásicos Everybody Hurts, ramplona como siempre pero efectiva, Man On The Moon, Drive, la mencionada Ignoreland y la increíble, espeluznante, tristísima Nightswimming inaugurando el "momento bajonero" de la noche, con Mills al piano. En contraste, el otro caballito de batalla, Out Of Time, solo figuró a través de - no podía ser de otra manera - Losing My Religion, una de esas canciones monumentales de ácido desoxirribonucleico que nos sale cantar de memoria aunque no hayamos visto Out Of Time ni en figuritas (que no es mi caso, lógico, yo sí lo ví en figuritas).

Siguiendo con el desglose, se despacharon con tres (TRES!) canciones de Monster (1994), tal vez con la intención de reivindicar un álbum poco respetado, lo que dio como resultado algunos de los recodos menos memorables de la velada (salvando What's The Frequency, Kenneth?, claro). Hubo dos de Reveal (2001) - incluida la cantarina Imitation Of Life - y una sola de New Adventures In Hi-Fi (1996) - por lejos mi disco preferido de los cinco que sacaron en los 90 -, la hermosa Electrolite. Naturalmente, Accelerate fue profusamente promocionado con sus cuatro primeros temas, entre ellos el corte Supernatural Superserious que sonó a clásico en el BIS, más Horse To Water.

El momento más espectacular del show provino, sin embargo, del álbum Green (1988): una estremecedora rendición de Orange Crush, una cosa titánica que hizo saltar todo con su feedback desatado y su apoteósico coro, mientras Stipe correteaba por ahí medio loquito gritando con un megáfono. Bad Day y The Great Beyond, solo hallables en el compilado In Time, completaron el generoso panorama de un concierto que para mí ya es inolvidable.

¿Temas que extrañé? Muchos o muchísimos pero... ¿Qué más se le puede reclamar a un espectáculo de dos horas? Sí, podrían haber tocado Begin The Begin, que es mi canción favorita del grupo. De hecho, la tendrían que haber tocado. De hecho, cuentan los rumores malintencionados que estaba anotada en uno de los setlists que Stipe desparramó sobre el público al finalizar el concierto. Faltaron algunos hits como Stand (que de todas formas no me mueve tanto) y clásicos como These Days. Faltó que tocaran algo más de Hi-Fi, como la impresionante E-Bow The Letter. Faltó Houston, por lejos la mejor canción del último disco. Faltó, faltó, faltó. Siempre falta algo si nos lo proponemos.

Me cuesta hilvanar alguna conclusión profunda o remate con gancho para quedarse pensando. Las palabras se hacen fútiles con bandas como R.E.M., que hace tiempo que son leyenda y todo lo que se pueda escribir de ellos queda pequeño en comparación con lo que inspiraron y siguen inspirando sus canciones. Solo invito a seguir escuchando los discos y esperar a que vuelvan pronto a tocarnos más Murmur y más Reckoning.

SOBRE LOS APERITIVOS:

MARS VOLTA: Realmente no me pude meter en lo que vino a ofrecer The Mars Volta y tampoco me esforcé demasiado para tratar. Me acerqué a escucharlos con alguna expectativa, básicamente por Frances The Mute, una obra cumbre del rock progresivo de la cual no tocaron nada. De hecho, solamente interpretaron cuatro canciones (Drunkship Of Lanterns, Viscera Eyes, Wax Simulacra y Goliath) que sonaron todas más o menos a lo mismo: una zapada deforme y epiléptica para la cual no estaba demasiado predispuesto, a decir verdad. Una de las grandes virtudes de Frances The Mute es su cuidado balance entre freak-outs ensordecedores y pasajes más misteriosos donde hay lugar para el jazz, la psicodelia y hasta la música concreta. Lo de Mars Volta el sábado se hizo muy predecible y hasta monótono: estuvo bien que fuera improvisado, pero faltaron matices y picos de tensión. Se hizo muy difícil distinguir algo entre los aporreos interminables de Rodríguez López y los grititos de Bixer-Zavala. No es que me disguste este tipo de música: lo dije, me encanta Frances The Mute, solo que no estaba psicológicamente preparado para ese free-jazz-metal cósmico que trajeron, o como diablos se denomine esa cosa. Goliath, con sus claras influencias de King Crimson, fue lo que más disfruté. Cuando se fueron del escenario, no obstante, les agradecí de corazón el haberse llamado a silencio.

BLOC PARTY: No conozco Bloc Party y luego del derretimiento parcial de mi cerebro causado por los Mars Volta no tenía muchas pilas para iniciarme. Los escuché de lejos comiendo un paty y no sonaron para nada mal, pero tampoco me llamaron mucho la atención. Por momentos me recordaron a New Order. Fue música de fondo. No puedo opinar mucho.

KAISER CHIEFS: Divertidos y saltarines pero dolorosamente inocuos. El guitarrista parecía un Byrd. El cantante, un Beach Boy. El bajista, un Stroke. Suenan como un refrito de Blur y Supergrass, que a su vez eran un refrito de XTC. Honestamente estoy medio hasta los huevos de refritos; hace falta en Inglaterra alguien que quiera hacer algo original. Urgente. Es ante este tipo de fiascos que se me ocurre revalorizar un poco la propuesta ultra-arriesgada de Mars Volta. De todas formas reconozco que para lo que se proponen son muy efectivos: le ponen onda, son simpáticos, hacen canciones bailables y coreables y toda la bola. No tienen personalidad ni contenido alguno pero te hacen pasar el rato, como quien se divierte en una fiesta de cumpleaños. Ellos mismos no podían ponerlo más claro: everything is average nowadays.

viernes, 31 de octubre de 2008

Pilgrimage (Peregrinaje)

Ahí contraté todo lo que son turcos ladrones, geishas desnudas, carminas buranas y ansiolíticos para duendes de belfos con silueta de cono. Todo lo que tiene que ver con el síndromo, el palíndromo y el anticonceptivo de emergencia. Todo lo relacionado con el gran vertidor de epopeyas y los profes proxenetas que acopian cantimpalo. Porque ahora en el campo está muy en boga lo que llaman un rollo, un amigovio, un perejil, un tuerca. Están saliendo también mucho los arcos y flechas, los ombúes/portales, los magos del tenis, los obstetras metaleros y, cúando no, los piluqui. Y ahora, más adelante, se avecinan las diligencias del miedo (Quiroga va en coche al muere, supuse), los potros del ártico y las águilas de mal agüero con sus capas luctuosas y sus chambergos.

Para qué quiero yo ahora los pisos de goma, los tubos de helio, los cristales de azufre y las bambalinas transatlántias. Hay huecos en la ciudad donde se mea, se lamenta, se duerme y se derraman lágrimas de aceite de oliva extra-virgen. En estas calles se han visto remises alados, purretes en remojo, algas pluricéfalas, entierros en cápsula y tantos de esos jardines verticales que se recorren con la velocidad de los sueños. Y quién pudiera regresar a los días venturosos, de lunas errabundas, volcanes calcinados y médanos de oro, allí donde pastan los coloridos mandriles, los desplumados buitres, los homínidos de pueblerinas certezas. Fue allí donde alcé mis binoculares al astro rey y descubrí el triangular secreto de los caleidoscopios.

Todo lo vinculado al caudal, al fueye, al metatango y a la esclerosis. Casi todo lo que importa menos que un ópalo, un zafiro de gloria, un mocasín en la penumbra. Aquello que vinculamos con la esfinge macabra, el mártir soldado, el shot de fernet o la Colombia uribista que intercambia rehenes por porcentajes en las encuestas de popularidad. Si me nombran que me nombren esclavo, servidor, hijastro de ésta, mi patria égloga y de deidades greco-romanas, de Machiavelli y Macbeth, su servidor literario incondicional. O que me lleven con respirador artificial a las planicies de Alabama donde los del norte han liberado al supermercado, por fin oh! por fin, de los confederados negreros, de estancias e inquilinatos, de fatigadas banderolas de la Confederación.

Y, en caso de ser posible, mi último deseo; abandonar de una vez este tablero, esta jaula de vidrio, este calendario que no es más que un obstinado mapeo del tiempo, para montar de una vez sobre las tormentas de Arabia y regresar por los avinagrados ríos y las avinagradas noches hasta la aorta desgarrada de mi pueblo, mi Mecca, mi Medina, mi última visión, mi última montaña o despojo de nombres, con la ansiosa esperanza de que en algún postrero refugio del espíritu se me versione en mil mañanas distintas, en mil frutos comestibles, en mil iones que serán disparados por lo incalculable del universo esquelético, tendiendo un rechinante puente entre el mundo de los aún-no-nacidos y el de los felizmente muertos. Ese puente que es la vida, esa cosa imposible de escribir, que es el desatino al elegir, que es la ignorancia o la indiferencia, que son las muecas impías del orgasmo, que es el vacío tenebroso del futuro, futuro espeso, del color de un vendaval, de un laberinto, de un esófago-acueducto romano que encauza mis pensamientos-vómitos hacia el albañal de los sueños, o de un vulgar Cristo en miniatura - yo mismo - que al tercer día resucita, arte de magia, y descorre la piedra de la vagina de su madre María en el pesebre viviente: sepulcro del sexo, hábitat de juglares con cosquillas y néctares frutícolas, volviendo a nacer como cuando su vientre de tambor alumbró una ciudad, y de cuando sus pechos de propóleo amamantaron una ciudad, una Roma, una Getsemaní, una Atlántida, una Buenos Aires correosa y enamorada de la lluvia, una Habana en 1959, y sus coches antiguos como tumbas rodantes, como epitafiando que aquí yace una utopía, una religión, un ideal, un amor, un sistema de seres humanos que se devoran mutuamente hasta el hartazgo pero que, aún, siguen exclamando: ¡MÁS!.

Tales los colores de mi ensoñación, magra como esta tristeza.

martes, 21 de octubre de 2008

President

Más de una vez le han preguntado a Herminius Watt en qué país le gustaría vivir si no lo hiciera ya en esta habitual - e irresoluta - República Argentina. La mayoría de las veces ha contestado sin mentiras: en Estados Unidos.

Tal respuesta, me comenta, tiende a provocar en sus interlocutores reacciones que pendulan entre la la sorpresa y el rechazo (con sus correspondientes muecas incrédulas). Sorpresa y rechazo que suele comprender con inmediatez, lo cual lo lleva a no defender demasiado su torpe elección para, en cambio, aclarar que ¡claro!, también le gustarían Inglaterra, España, Letonia, Marruecos, Egipto, Singapur, Islas Maldivas, etc.

Tenemos claro que para incorporar una experiencia de vida culta y cool y literata hay que mandarse a Europa (aterrizando en pólis como Amsterdam o Barcelona, más bien, y no en Zürich o Liverpool) ¿Para qué? Para amamantar la modernidad progre de la Unión; para viajar en pulcros trenes bala entre ciudadelas medievales; para comprar vinilos, hablar en lenguas y conocer gente bella al amparo de pintorescas luces.

Si, por el contrario, quisiéramos descubrir las vísceras profundas de una Latinoamérica de la que formamos parte sin tal vez sospecharlo - tan cosmopolitas que somos en B.A. -, nada más exótico que internarse una temporada en Bolivia y Perú (Paraguay nunca va a estar de moda, que nos perdone Saturnino) ¿Y para qué? Para volver - porque de allá volvemos - exclamando que cómo puede ser que estos cholos tomen coca-cola de bolsitas y que se amontonen como animalejos en colectivos maltrechos y que vivan o hablen o huelan así (eso sí: el paisaje, increíble).

Últimamente parece que también otorga mucho status irse a Nueva Zelanda a trabajar de mesero, valet parking o cualquier cosa. Te hacés unos dólares, conocés un país pletórico de animales curiosos, selvas vacías y montañas nevadas, además de que los locales vienen con todas las ventajas primermundistas (hablan inglés, juegan al rubgy, navegan, gente civilizada) sin sus contraindicaciones (no te van a hablar de armas de destrucción masiva, ni del precio del petróleo, además de que son, fundamentalmente, muy pocos).

El último grito de la moda, según entendemos, es Costa Rica. Ni Panamá ni Nicaragua: Costa Rica. Litorales Atlántico y Pacífico a una conveniente hora de distancia; mucha playa, sol y algún que otro chubasco tropical; no mucho más para ver o hacer. Da para fogatas en la arena, escuchar dub en algún bar rústico, fumarse todos los porros del mundo y filosofar sobre la existencia o no de un alma inmortal. Si alguien se puede sacar toda esa modorra de encima, hay un par de junglas para hacer canopy y otras aventurillas turístico-familiares súper espontáneas. Sobre la plebe vernácula y su forma de vida, poco y nada para interesarse. Óptimo.

Y Herminius, ante tanta oferta tentadora, contesta: en Estados Unidos. Tierra de los seres más fóbicos y estresados del planeta; paraíso del consumo épico de huevadas y el coleccionismo de rifles; autores intelectuales del fast-food y el cine pochoclero; factoría de insulsos prejucios; vaticano del culto al propio ombligo; fan-club del anodino libre mercado. Este Herminius debe ser un pelotudo.

Así lo explica él con sus propias palabras: "vos anda a vivir a donde quieras; pero si realmente querés entender el mundo contradictorio en el que vivimos, hay que ir a las fuentes. Y los EEUU son la fuente, el manantial; todas las incongruencias y fabulaciones sobre las que construimos nuestra vida de cada día se encuentran condensadas en ese extraño conglomerado de gente agrupada bajo el administrativo nombre de "Estados Unidos de América" (denominación de la cual los lugareños rescatan el "América", para furia del resto del continente).

No nos engañemos: Estados Unidos, así como lo ven, es una de las mayores potencias culturales del mundo. Y aquí hablamos de cultura "culta" como de cultura popular y masiva. El mismo país que fabrica cantidades incomprensibles de bombas - tantas que a cada rato necesita salir a dejarlas caer por ahí - es el país que parió cineastas como Woody Allen, artistas como Bob Dylan y ensayistas como Susan Sontag. El mismo país repleto de niños obesos que solo comen papas fritas es el país que produjo películas magistrales como "El Padrino", sátiras de culto como "Los Simpsons" y obras musicales seminales como "The Black Saint And The Sinner Lady". El mismo país que nos vende carroña como "American Idol" nos da las películas de David Lynch. El mismo país donde cada tanto algún estudiante sale a los tiros por la facu nos dejó la poesía de Whitman, Elliot y Poe. El mismo país que ve viable construir una muralla en una de sus fronteras (al mejor estilo de la dinastía Ming) es el mismo que le abrió las puertas a inmigrantes de las más variadas procedencias y religiones. El mismo país cuyos habitantes no tienen la menor idea de dónde queda ni qué es Chile - es solo un ejemplo milimétrico - es el que desarrolló los artefactos de información más poderosos de la historia como lo son la televisión e Internet. El mismo país que encolumna un sistema financiero mastodóntico regido por el laissez-faire no duda en nacionalizar todo lo que camine cuando los numeritos se caen. El mismo país que vota a Bush y marcha con él en su cruzada mesiánica, lo condena a la temible mazmorra del papelón. El mismo país que alumbra a Martin Luther King, lo mata.

Y así, sucesivamente.

Este video incómodo, hasta shockeante, da una idea tenebrosa del costado más choto de los Estados Unidos. El republicano John McCain, que basó su campaña en cuestionar el patriotismo y la legitimidad de su rival Obama, se encuentra cara a cara con "la sal de la tierra" que lo va a votar y no puede disimular su disgusto. Es en parte su culpa, cierto, pero si le queda algo de ética e inteligencia, debería odiarse a sí mismo por asociarse a semejante nivel de ignominia. Y la misma nación que mece la cuna de estos renacuajos de inoperante cerebro es la que nos da, oh! tantas cosas.



Un asco. Pero Herminius Watt no tiene dudas: Estados Unidos es un país fascinante.

jueves, 9 de octubre de 2008

NOTICIA DE ÚLTIMO MOMENTO: Interpol intensifica la búsqueda de Mano "Invisible" del Mercado, peligrosa villana prófuga desde el siglo XVIII cuando se coló por una hendija de la pintoresca novela de ciencia-ficción intitulada "La Riqueza de las Naciones". Sospechada de propiciar repetidos descalabros vandálicos en balanzas comerciales, índices de precios, bolsas de valores, almacenes de la esquina y bolsillos de pobres pantalones, se le acusa además de mal desempeño en sus funciones, incumplimiento de sus promesas y difusión de ingentes patrañas tales como "el derrame", "la libertad de elegir" y la "ley de oferta-demanda", entre muchas otras. Según expertos del organismo internacional, cuesta bastante seguirle el rastro, ya que nadie la vio por última vez (claro, porque es invisible) con excepción de un par de savants conocidos como un tal Friedman y un tal Hayek, ambos demasiado muertos como para poder testificar. Aunque su máximo golpe - sumamente sangriento - data de 1929, los expertos afirman que volvió a las andanzas en los años 70 y 80 - de la mano de sus secuaces Bonnie "Margarita" y Clyde "Ronaldito" -, y muchos temen que quiera revisitar la escena del crimen en estos precisos días. No por ser harto conocido su modus-operandi deja de ser eficaz. Apadrinada por sus ingenuos peones - conocidos como "los garcas" o "los ratas" (aunque una ínfima minoría adepta al eufemismo y el decoro sigue denominándolos "banqueros") - esta peligrosa villana hace metástasis con un pueril disfraz de sensualidad para luego explotar como dinamita justamente en aquellos tejidos que le dan más albergue y hospitalidad. Los detectives-espías más encumbrados afirman que su nomadismo representa una dificultad no menor para las pesquisas, aunque creen saber que le gusta retozar entre Despachos Vidriados y Campos de Golf de los Estados Fundidos de América, aunque otros aseveran que últimamente ha encontrado una calidez y una complicidad análogas en la otra orilla del Pacífico, donde le han bajado los lienzos de la Gran Muralla y de la Ciudad Prohibida para sentir el incomparable tacto de su invisible dedo mayor en el achinado orificio rectal. Si usted puede proporcionar alguna información, llame de inmediato al 911; estaremos esperando su ayuda casi desesperadamente, antes de que todo lo que usted y yo conocemos se vaya a la mierda.

A la memoria del Prof. Nicolás Casullo

lunes, 15 de septiembre de 2008

1943 - 2008

Mierda. Bueno, igual siempre va a estar el tintinear de ese si en los primeros murmullos de Echoes, sumergiéndose poco a poco en las entrañas de un Atlántico de veintitrés minutos; o la exclamativa fanfarria de Summer '68 ("I hardly even like you, I shouldn' care at all") para darle cuerda a la nostalgia en ese álbum que trae, sí o sí, la receta para un auténtico desayuno beduino, carne de camello de por medio (y el de Fränkisches también, quién sabe cuál preferiría Alan); o el nervioso martilleo de Paintbox inventariando todas las formas de lo que se llama un jardín colgante de sonidos, cuando todavía se desbordaban de los long-play un par de simples de un par de minutos (para deleite popular); o esa reforma de la rutina cotidiana british en It Would Be So Nice - too meet someday -; o el imperioso mambo de aceites y vinagres lisérgicos en Remember A Day (trepar tu manzano favorito, claro); o la extrañeza de aquella Sea-saw land donde las carreteras se llenan de flores de plástico y de platitos de café llenos (pero llenos eh!) de secretos; o los nubarrones de Sysyphus (nubarrones de locura) avistándose desde una costa de cascabeles; o correte que es un día ocupado y tengo cosas en la cabeza; o la despedida demencial de The Great Gig In The Sky, un torbellino giratorio de alaridos que viene con este razonamiento: Why should be afraid of dying?

Eso: por qué. Ni el tecladista más rápido del oeste, ni el singer-songwriter más prolífico, ni el rock-star más carismático. Richard Wright, otro tipo más que se va y no vuelve. Pero!!!... nos deja cosas para escuchar.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Miniblitzkrieg de cupidos

Cuán menos tortuoso resulta abordar damicelas cuando se tiene toda esta logística detrás, un moderador de la talla de R., intermediario sigiloso que cataloga las ánimas solitarias, mártir y amante secreto que derriba las empalizadas de la timidez, cupido de incógnito que saca fichas y expone hilachas sin rehuirle a la discreción, que escruta de reojo entre los antojadizos significantes del lenguaje no verbal cuando, a las cinco de la madrugada dominguera, es gobernado por la dinastía de Morfeo y Dionisos, y que persigue las coincidencias más idóneas (que, seamos justos, no son tales para versados en la comedia del chamuyo) de manera personalizada, acometiéndolo como un arte, como si la vida de un lienzo se tratara y cada amalgama sexual una pincelada perfecta, única, irrepetible. Más que un favor o un servicio, es un privilegio y cuesta bastante más que un Malbec, un Merlot o un Syrah, sobre todo cuando la faena le implica sodomizar a su albo Peugeot, someter su somnolencia a agudos decibelios feminoides y dormitar tan solo tres horas, ya tenuemente amanecidas.

jueves, 24 de julio de 2008

El patriota

Hace una semana me quedé estudiando hasta tarde y pude ver en vivo, por televisión, el extravagante desenlace del debate que se llevó adelante en el Senado por la infausta Resolución 125. ¿Por qué uso el adjetivo "extravagante"? Me cuesta explicarlo más allá del aura de irrealidad que parecía envolver toda la puesta en escena. Porque...

¿Qué hace que una instrumentación aduanera tenga a todos, a los 72 senadores, reunidos por primera vez en el recinto desde 1983?; ¿Qué hace que Eduardo Menem saque a su hermano del sanatorio y lo mande en un estado lamentable a emitir un voto?; ¿Qué hace que a las tres de la mañana unos tipos estén sentados mirando una pantalla gigante como en una suerte de festival de rock?; ¿Qué hace que una plaza parezca salida de una historieta de Asterix por las carpas que hay instaladas?; ¿Qué hace que los televisores se dividan en cuatro recuadros para transmitir sillas vacías o rostros haciendo gestos?; ¿Qué hace que se grafiquen titulares como "Llegó Rached" o "¿Dónde está Cobos?"?; ¿Qué hace que a un vicepresidente se le quiebre la voz y recuerde anécdotas de su juventud antes de cumplir con el deber de su voto?; ¿Qué hace que, ante su decisión, la reacción espontánea de muchos sea cargar una virgen de nosédónde y cantar el "oíd mortales" a llanto pelado?; ¿Qué hace que miles de sujetos estemos en vilo, a las cuatro de la mañana, escuchando estas anécdotas, mirando estas pantallas, tragándonos discursos infinitos, en vez de irnos a dormir?;

¿Esto es lo bueno de la democracia?; ¿O es solo un dramático y genial y entretenido reality-show?

Son muchas preguntas que tal vez tengan todas una misma respuesta. Ciertamente no vale la pena encontrarla, ahora que cosas mucho más importantes han quedado resueltas. O no, porque nunca se sabe: la historia de Argentina tiene esa capacidad de volver a sorprender cuando uno se creía que ya lo había visto todo. Y esa capacidad, también (y por suerte) de obligarnos a estar un poco más despiertos, a reaccionar, a pensar aunque sea "¿Qué es lo que pasa acá?". Aún cuando tal cosa como una respuesta definitiva nunca llegue, porque en este país pareciera que todo es coyuntura.

Lo más irreal entre lo irreal: la decisión final de Julio Cobos cuando tuvo que romper el 36 a 36. Mentiría si dijera que no la esperaba, (una lenta, agonizante espera) y aún así me quedé helado, como incrédulo, cuando escuché de su boca: "La historia me juzgará, perdón si me equivoco, mi voto no es positivo". El momento venía ya tan deseado, tan inflado, tan demorado, tan sobrecargado de morbo, que, efectivamente, esa escueta sentencia va quedar en la historia, aunque luego nadie lo juzgue, y aunque realmente no lo merezca. Aún debo admitir que el gesto de liquidar - cuando estuvo en sus manos y en las de nadie más - una ley que había sido convertida (por los medios, por la oposición, por el mismo oficialismo) casi que en la razón de existir del gobierno al que él mismo pertenece por voto popular, no es un gesto nada menor. Hay quienes dijeron que tuvo muchos huevos para hacer algo así (los del campo lo agasajaron con un afiche nada alegórico al respecto). Yo digo que, por lo que la difunta ley implicaba en términos de proyecto político, había que tener el doble de huevos para votar positivamente.

Huevos o no huevos, la Resolución 125 es historia. Poco antes de que Cobos apretara el botón de la bomba-H, la busqué en Internet e intenté entenderla, con la ilusión de determinar, de una buena vez y para siempre, si era una ley sensata o una ley insensata o una ley con cosas sensatas y cosas que no. Sus tecnicismos no me dijeron nada (espero no dar vergüenza si confieso que no sé muy bien qué significa "alícuota"), por lo que tendré que resignarme al misterio, como todos. Después pensé, dado lo poco que fue referida la letra de la ley en el debate del Senado (y en todos lados), que no es tan importante entender de estas cosas, por fortuna. Hay otros aspectos más interesantes que tienen que ver con los símbolos y los epifenómenos que exceden largamente los aspectos técnicos de una política agropecuaria. Justamente a ellos, dos o tres cositas nomás, me quería referir.

Primero lo más importante: el significado que los medios y el ámbito político en general le atribuyeron a la decisión de Cobos. Ni había salido el sol que la historia, siempre apresurada, ya lo estaba juzgando: además de votar contra una ley con la que no estaba de acuerdo, parece que Cobos acabó con la arrogancia, derrotó a la obsecuencia, dio por tierra con un "estilo", le dio nuevos aires a la democracia, le dio esperanzas a la clase política, revitalizó el valor de las propias convicciones, se perfiló como presidenciable, escuchó la voz del pueblo, aportó un ejemplo de diálogo y consenso, demostró agallas, fue honesto, fue valiente, fue patriota, encontró la vacuna contra el cáncer, resolvió la cuadratura del círculo y fundó una nueva sociedad global. Con razón estaba tan nervioso al rogar con la mirada, con los gestos, que no le tiren el fardo a él; no cualquiera está listo para ser tan groso de la noche a la mañana (o, más bien, de la mañana a la mañana-pero-un-poco-más-tarde).

Hace tres años, Lorenzo Borocotó, diputado electo por la Ciudad para la bancada del PRO, se pasó al bloque kirchnerista antes de asumir. Fue, lo recordarán, un escándalo mayúsculo, una traición; el tipo era - y nadie lo defendió - una lacra política, un garca total, un oportunista que había vomitado sobre los votos que le dieron el puesto. Los medios pusieron el grito en el cielo; la democracia estaba herida de muerte. Hasta se recurrió a la justicia para que semejante paria no pudiera jurar. Cobos, ahora, tiene otra chapa: él sí puede, aunque lo hayan votado, unirse alegremente al bloque opositor para abortar una ley clave de una política que es la causa - al menos verbal - de este gobierno. No solo está muy bien, sino que es poco menos que Jesucristo que viene de visita y encima trae una torta.

Entiendo que no es lo mismo: Cobos ya había manifestado cierta disidencia con respecto a la forma en la que se manejó el diálogo con el campo, además de que, en definitiva, el hombre tiene todo el derecho de votar según su opinión como miembro del Senado. Pero si hubo un 60% del padrón que lo eligió para vicepresidente, implícitamente apoyando las políticas kirchneristas, el espíritu de su gesto no se aleja tanto del de Borocotó como para dividir las aguas simbólicas tan abruptamente. ¿Y qué si Borocotó cambió de opinión y fue, "sincero" y "transparente" al respecto? ¿Y qué si Cobos votó en contra para despegarse de un gobierno erosionado y, de paso, darle el golpe de gracia?

En realidad el debate no pasa por estos gestos, de grandeza o de bajeza según quién los emita, sino por la valorización que se haga del gobierno de Cristina Kirchner, el cual puede ser buenísimo, bueno, mediocre, malo o malísimo. Hoy la prensa parece coincidir en que es malísimo (o que no le conviene, lo cual a sus efectos es lo mismo), y por eso mismo cualquier maniobra opositora se convierte en epopeya por default, como cualquier maniobra oficialista es obsecuente, arrogante y divide al país, también por default. No hay más evidente prueba de cómo los medios asignan los significados con un margen de maniobrabilidad impresionante, y de cómo los que estamos del otro lado, cual loritos amaestrados, abrazamos a los héroes y detestamos a los canallas que alguien nos inventa. El peligro está en que, un buen día, ya no seamos capaces de distinguir a los héroes y canallas falsos de los verdaderos.

La segunda cuestión tiene que ver con el argumento de Cobos para sostener su decisión. El hombre no habló (porque no debe saber ni le debe interesar) de la resolución, ni de sus vericuetos técnicos, ni de las compensaciones, ni de sus objetivos, ni de sus posibles límites. Se limitó a opinar que no veía lógico sancionar una ley sin consenso. A primera vista, parece una postura muy sensata; es fácil convencer a cualquiera de que la Argentina no puede estar tan dividida por una mera cuestión agropecuaria, o industrial, o de turismo o de lo que sea (suponiendo que sea solo esa la causa ¿no?).

Hasta que uno lo piensa un poco más y se pregunta si acaso es condición sinequanon para una ley gozar de "consenso". ¿No se trata la democracia, justamente, de aceptar la legislación más allá de estar de acuerdo o no? Cuando no haya mucho en juego tal vez sí, tal vez podamos imaginar junto a Cobos un escenario idílico en el que todos estén más o menos de acuerdo, pero ninguna ley importante que afecte intereses de peso puede llegar a tener tal cosa como consenso. Ni acá, ni en ningún país democrático del mundo. Una ley que aumente los salarios no tendrá el consenso de los patrones. Una ley que aumente las tarifas no tendrá el consenso de los usuarios. Y así sucesivamente. Después sí: expresarse, manifestarse, hacer lobby en contra o favor de una ley, se puede hacer (aunque sin llegar a niveles cuasi-extorsivos como en el caso del Campo). Pero que el Congreso finalmente la apruebe o no, no es algo que tenga que ver estrictamente con el consenso; en los sistemas democráticos, debería estar claro, la mitad más uno ya es mayoría. ¿Acaso había consenso, en este caso, para que NO se promulgara la ley? No, tampoco. Y aún así, hay que aceptarlo. No es la muerte de nadie, en principio.

Finalmente, un tercer interrogante, y es el que más me incomoda de todos. ¿Qué bicho tienen en el cerebro ciertos habitantes de este país para, con cacerolazos, banderazos y manifestaciones, apoyar tan masivamente a un sector minúsculo que produce soja?; ¿Dónde están los cacerolazos y banderazos para pedir que haya mejores sueldos, más vacaciones o mejores hospitales?; ¿Dónde están las manifestaciones para pedir que no haya más hambre o gente viviendo en villas? Entiendo que la clase media marche por sus ahorros en el corralito, que marche por la inseguridad, que se la agarre contra los piqueteros; después de todo, todo eso es congruente con sus intereses de clase. Pero ¿Marchas para apoyar al CAMPO?; ¿Banderas, vírgenes, himno, cacerolazos, y gritos de "viva la patria" para apoyar AL CAMPO?; ¿Junta de firmas para propietarios que se la pasan de bien a muy bien sin generar siquiera un volumen significativo de empleo en blanco? Es demasiado. Solo porque algo así me resulta totalmente ridículo es que no llego a enojarme tanto. Sería hasta gracioso, claro, si este tipo de ridiculeces no hubieran motivado ya varios golpes de estado con sus correspondientes bombardeos, censuras y genocidios.

Hablando de coyunturas, si hay algo que no cambió en Argentina desde el siglo XIX, si hay algo que compone nuestro ADN, es confundir los intereses del Campo con los de "La Patria" (palabra que eliminaría del diccionario si pudiera). Cristina, Cobos y vos, tampoco se ponen de acuerdo en cambiarlo. Y así nos va.

miércoles, 16 de julio de 2008

125

Seré conciso, por primera y última vez, porque tendría que estar haciendo otra cosa menos importante.

La escena: Santo Biasati charlando con De Angeli en "Otro Tema" (que tiene como cortina un hit de Jethro Tull pasado por una pasteurizadora orquestal). Previsiblemente, el amable diálogo gira en torno al debate del Senado - en estos momentos llevándose a cabo - sobre las retenciones móviles de LA SOJA y EL GIRASOL. O sea: la SOJA de las milanesas de soja y el GIRASOL de las pipas (las semillas esas de merda cuya cáscara había que escupir por ahí).

Santo, re-quete-contra incisivo, riguroso, polémico, le pregunta a su paisano cosas como: "¿Qué hay de racional en el plan del Gobierno?" (¿cómplice yooo? nah!); el entrerriano contesta cosas como: "¡NADA!" (¿qué otra cosa va a decir si a su juego lo llamaron?) y, a continuación, se explaya a placer con su simpático histrionismo, alegremente repitiendo que esto es una tiranía y clamando que si la Resolución 125 se aprueba como ley, dentro de poco vamos a tener que IMPORTAR LECHE (!?!?!?).

Santo, para mi gran perplejidad, no le pregunta inmediatamente por qué usa el término "tiranía" en el contexto de una votación parlamentaria, ni qué carajo tienen que ver las retenciones a la soja y el girasol con la producción lechera (que por ahí tienen mucho que ver, qué se yo, pero sería lo mínimo que se puede preguntar en una entrevista más o menos lúcida ¿no?).

Pero no.

En cambio, le pregunta si mañana (por hoy) se va a volver a su casa o se va a quedar para la votación del Senado, recordándole que cuando fue la votación en Diputados estaba en Entre Ríos y eso le dio mala suerte (sic). Le pregunta qué van a hacer los del campo si mañana (por hoy) se aprueba la 125, con una mirada en sus ojos tan condescendiente que si preguntara "¿Qué vamos a hacer?", sería mucho menos chocante.

Después entiendo (porque soy medio boludo y tardo en entender). TN. Grupo Clarín. Hasta el nombre del programa, "Otro Tema", es increíblemente apropiado.

Es tan burdo, tan indecoroso, que ya no da ni para enojarse. Zizek ya lo ha dicho con claridad: estamos en la era del cinismo. "Ellos saben lo que hacen, pero aún así, lo hacen". Ya no hace falta ni disimularlo. Porque a nadie le importa. Ni siquiera a mí.

Es entonces cuando apago la TV.

jueves, 3 de julio de 2008

3 = 4

... entonces me siento en un comidas al paso de Belgrano a las cuatro de la tarde, ordeno dos choripanes porque con uno solo alcanza pero igual, por las dudas, porque no almorcé y el color verdoso-gusano-flúo de una Quilmes porrón que está fría sobre la mesa, donde se desencuentra con los dos primeros módulos de Comunicación III regurgitando nociones sobre idealismo, que es Hegel, y materialismo que es Marx (...) pero el joven Marx todavía está medio en el limbo, sin saber exactamente a qué pileta tirarse y por lo tanto se me hace un buen tipo encaramado al sincretismo, un poco como yo y un poco como todos los que están ahora a mi alrededor sin que repare muy bien en ellos, porque levanto la cabeza y veo que los dos televisores tienen a Crónica anunciando que liberaron a Ingrid Betancourt en un operativo y entiendo que de pronto Colombia vuelve a aparecer en el mapa y el malvado Uribe de pronto es un héroe y Chávez de pronto ya no apologiza a las Fuerzas Armadas Revolucionarias o directamente ni aparece, porque todo lo que nos rodea es aparecer y desaparecer de elementos varios; ahora está, ahora no está, como en el tren cuando me subo para ir a Retiro y lo que no está es el boleto porque las máquinas expendedoras no tragan monedas de diez centavos sin las muescas en los bordes, que ahora vienen así, y lo que sí está es el tan temido trovador pelilargo que no ha hecho un solo progreso desde la primera vez que lo escuché sodomizar a una indefensa guitarra a la sombra de sus balidos neosabinescos (...) pero ahí está poniéndole ganas a un todavía cantamos, todavía soñamos, todavía reímos, todavía esperamos, incluyendo una pequeña modificación ad-hoc sobre los treintamil desaparecidos y cerrando con un discurso sobre cuándo los culpables recibirán castigo en este país, para que un pasajero exaltado al que solo puedo verle la nuca le conteste que los garcas están todos con carpas en el congreso y que hay que poner una bomba para que salten todos, y así el diálogo y así la respuesta de que con violencia no, mientras el resto de los pasajeros hacemos el papel de siempre, de enclavarnos en nosotros justo cuando más expuestos estamos a todo lo otro, a la condición humana enlatada en en un vagón (...) caras prototípicas que no me miran, espaldas que me dan la espalda, y yo igual me sonrío y la ventana sí me deja espiar una ciudad iluminada por el último sol, que parece un suspiro de resignación similar al que sale de mis labios cuando intento recargar una tarjeta movistar pero la voz de mujer me responde en primera persona que lo siente, que no es posible en este momento y yo que ya entré como veinte veces el dichoso numerito que lo guardo para más tarde, pero más tarde no porque la última clase de Teorías del Aprendizaje dura tres horas interminables, porque cuando vuelvo a casa la final de la copa toyota libertadores también es un circo interminable y por eso llora el Patón Bauza, y por eso la madre de Ingrid llora también y por eso Lanata suelta unas dedicatorias previsibles en los Martín Fierro con las que luego se relamerá en su propio periódico y por eso por hoy ya no me importa nada, y por eso dan ganas de tener sexo o de escuchar un buen disco o de irse a dormir, y por eso se me congela el puntero del mouse y tengo que desenchufarlo y enchufarlo otra vez para que ande, como un respirador...

Todo esto me pasa mientras trato de no acordarme, y todo esto lo escribo y lo leo, también, para no acordarme. Todo esto, naturalmente, es en vano.

jueves, 26 de junio de 2008

Bailando por un pueblo

Carmen Barbieri: "chicos, muy lindo todo. Estuvieron bien las caracterizaciones, los disfraces, sobre todo la idea de un chacarero entrerriano, viejo pero no tanto, que se convierte de a poco en líder carismático, en santo, en mártir de la causa federal. Eso fue lo mejor, el golpe más original, digamos, sobre todo por la vuelta de tuerca que significa su oscuro pasado en las asambleas por el tema Botnia. Fue muy emocionante la secuencia en la que las señoras viejas le acariciaban amorosamente la cara, con la mano, al llegar El Señor a la plaza de los Dos Congresos. Diría que hasta tuvo un sentido estético perfecto, casi de vaudeville bíblico. Si la producción hubiese sido un poco más sagaz lo podrían haber armado con un par de tablas de mandamientos de cartón piedra. Igual quedó perfecto cuando le hicieron decir que aunque no estuvieran en las rutas, la protesta sigue, y todos alrededor aplaudiendo y haciendo alharaca. Arquetípico, pero muy emotivo, la verdad. Sobre todo muy original, ya lo dije, pero quería resaltarlo. Después sí, hubo cosas de la coreografía que fueron un poco predecibles, por ejemplo, lo de Cofradía Clarín presionando, manipulando, desinformando... chicos, eso ya está muy usado, deberían tratar de encontrarle alguna otra vuelta, sobre todo porque todos acá, aún los que lo nieguen, trabajamos para Cofradía Clarín y cuidado con morder la mano que nos da de comer. Hasta Cristina trabaja o trabajó para Cofradía Clarín, pero sin admitirlo ¿no?. Se ganó el aguinaldo con lo de Multicanal pero ahora no ayuda con lo de los manuales escolares y así funciona chicos, con eso no innovaron mucho. Pero bue. Otra cosa que por ahí es un tema mío por la edad y estos ojos que algo vieron, pero lo de la Plaza Llena, con las banderas y las hileras de micros, como para decir que estamos con el pueblo y el pueblo con nosotros, quedó un poco desvirtuado o no le encuentran tanto la vuelta. Les diría que esa viñeta peronista, aún imponente, ya está entrando más por la mitología del choripán y la pepsi gratis que por otra cosa, y no intimida tanto. Y bueno, como ya me van cortando tengo que poner la nota que es un siete."

Jorge Lafauci: "yo los ví bien, muy creativos y metonímicos esta vez. En realidad hay un detalle que a Carmen se le pasó por alto, pero que a mí me pareció lo más brillante de todo el armado que hicieron que, por otra parte, está muy bien elaborado, felicito al coreógrafo Eduardo Duhalde porque la verdad se pasaron, se pasaron en serio. En qué estaba. Ah, sí, lo que me gustó es esto de que justo Racing esté por irse a la B, porque es como que de nuevo, en medio de un quilombo generalizado, aparece Racing. En aquel momento con su bonanza, ahora con sus penurias, pero es así. Racing siempre está, y es el actor olvidado en este baile, sobre todo porque si efectivamente se van al descenso, la que se arma podría amoldarse perfectamente con lo otro, con lo de las retenciones y la soja que está bárbaro. Pero si le agregamos lo de Racing, y yo lo agregaría, sería ya una obra de arte de múltiples niveles; porque en realidad lo futbolero es la hechura de todo esto. Ya tenemos equipos, tenemos hinchadas, tenemos bandera, gorro y vincha... La kermese del Congreso (la de adentro y la de afuera), los cacerolazos histéricos, los piquetes aldeanos, la barrabrava de D'Elía: hay hinchada, con sus estertores, sus cantitos, hasta un toro inflable bautizado como Yabrán: ¡qué nivel de producción! Y garpa bien el riesgo siempre latente de que terminemos todos cagándonos a trompadas, con heridos y muertos, cosa para la que bastaría un par de boludos así como muy fácilmente infatuables por las circuntancias, las boinas, los pañuelos, las escarapelas y toda esa cosa telúrica que disputa el título de sal de la tierra con los sectores urbanos que hacen la vigilia en Avellaneda. Quién es más argentino de todos es lo que dirime el aguante; y no por nada Racing tiene la camiseta con los colores argentinos, y Racing se hunde: la metáfora no por rústica es menos efectiva, y ahí me parece que está el gran logro de la producción. Yo le pongo un seis."

Moria Casán: "ay no, a mí me pareció re complicado, porque es todo muy kafkiano y yo como a Kafka nunca lo leí no entiendo nada. De todas maneras creo que es un hallazgo mayúsculo lo de ciertos personajes, como esa diva gorda con la cara recién encerada y la lengua ulcerosa, que cabalga en cada cruzada que se le de la gana como una supermesías capaz de discernir dónde está el pueblo libre y dónde está el cliente político. O este tipo simpático de bigotes y ojos celestes que no dice ni mu y se frota las manos, ese da escalofríos. Después, lo de los camiones derramando leche en las canaletas es el típico golpe bajo que me encanta, me fascina cuando con una imagen simple, descuidada por los gatekeepers, podés generar más puteada y llanto junto que TVR al abrazar el corporativismo que siempre tuvo ahí, latente, hasta que lo eyaculó con toda la furia y ahora preparan informe de desagravio al héroe caído Blumberg. Después no, hay cosas que no. Creo que lo de la farola fue cualquier cosa, chicos. Antes el pueblo moría en la Plaza por aviones que bombardeaban, por balazos arteros; eso era producción, eso era espectáculo. Ahora, ir a morir por una farola en la cabeza es como too much. Hay que ser berreta para guionar una cosa así que, está bien, no deja de ser operística en clave historieta, pero estas son palabras mayores, chicos. Estamos en Bailando por un Pueblo, estamos en medio de una Crisis Política Argentina y ante las múltiples posibilidades que ofrece el generoso género, quedarse con una farola rompiéndole la cabeza a un pobre diablo, además de su metáfora iluminista demodé, es de muy mal gusto, bah, me pareció. La coreografía en general bien pero con cosas un poco desequilibradas; D'Elia un poquito caricaturizado, Castells bastante peón, Lousteau anodino, Carlos Fernández algo petrificado, los Cuatro Fantásticos demasiado pegados, Fontevecchia demasiado egocéntrico y Lanata un tanto solemne. Yo ya tengo la nota pero esta vez la oculto."

Gerardo Sofovich: "yo no voy a ser tan diplomático como los otros jueces, porque a mí lo único que más o menos me gustó fue la apropiación simbólica del día de la bandera por parte de unos patricios que parecían momias decimonónicas de asueto. Se complementa además con esta gente que en estos años les ha ido de lo más bien, golpeando cacerolas en zonas estrictamente conchetas o risueños hombres de negocios vaciando góndolas para demostrar que ellos son el gobierno. Hasta ahí ví todo bastante bien articuladito. Después hay cosas en las que ya se repiten mucho, como invocar un instrumento aduanero y el once de marzo como eje del despiporre colectivo, cuando lo que deberían haber resaltado es la parte de que cualquier cosa que olfatee a redistribución les va dar la urticaria que les dio siempre, aunque se trate como dicen todos de un hábil discurso tribunero de K. para manejar caja, agarrar cogotes y nada más. Después digo que lo de la escalada de precios redunda en cosas ya vistas; con qué me van a venir ahora, con la negrada saqueadora y chinitos llorando. Por último, la entrada del Congreso en la coreografía, demasiado amagada y finalmente a destiempo, con muchos bailarines poco entrenados que no saben para qué lado moverse, como el tipo de un solo brazo, el mendocino metido en la boca del lobo, el higiénico socialista santafesino y no los quiero nombrar a todos porque son muchos y se me olvidan las caras. Mejorar eso para la próxima vez y no tengo más que decir."

Qué rating tendrá hoy esta danza macabra de precios que se elevan, y gente que quiere comer sin un sope, y productores que quieren exportar sin "importar" más nada, y tipos que salen a gritar o saltar ante las cámaras, y periodistas que sacan su tajada, y diarios extranjeros dando chirlos, y rutas que se cortan, y pueblitos que se levantan, y Derechos Humanos metidos en el medio, y Madres que hablan de golpismo, y sojeros que invocan la Carta Magna, y el fantasma de Perón, y plazas que se llenan, y farolas que se caen, y bichos que entran en el mercado de Liniers sin idea del bolonqui que están armando, y semillitas inocentes que peor; y en medio de todo esto, una mina que elegimos como presidente y que esperemos que alguien la acompañe, que sea fuerte y que todo salga bien. Por favor.

sábado, 21 de junio de 2008

Otro blog

La recopilación de los 100 mejores temas del rock me rehabilitó cierto estómago para escribir sobre música. Con el objeto darme pista libre en este ejercicio, he retomado un proyecto de blog con el que amagué hará un año y pico: "Ocaso de Canopus".

Canopus es una estrella - la segunda más brillante del firmamento terrestre - que solo es visible desde el hemisferio sur. En este momento, mientras tipeo, podría observarla titilar desde la ventana de mi habitación, si no fuera porque todavía queda algo de luz solar flotando en el aire. No sé qué tiene que ver Canopus con la música. Tal vez, solo tal vez, Canopus sea una estrella de rock; y, como tal, no tiene ocaso en realidad. De todas maneras, es solo un nombre: algún nombre tienen que tener los weblogs.

No solo rock habrá en este espacio: otros géneros musicales también son bienvenidos. La premisa es simple: cada semana, preferentemente cada sábado, presentaré unas palabras sobre algún disco que crea que valga la pena o que haya escuchado últimamente. Para aquel al que por algún motivo le tiente darle una oída o dos, fiel a mi graaaan vocación de servicio, obsequiaré un download en formato mp3 (del que estoy en contra pero si no puedes con ellos únete a ellos, dicen). Sí, nada más. Cero sofisticación.

¿Qué tipo de discos? De todo; cosas insólitas, cosas atractivas, cosas riesgosas, cosas nostálgicas o no. Qué se yo: un día hasta me pinta reseñar otra vez The Dark Side Of The Moon, y bueno, lo hago. El único criterio es que el álbum en cuestión me inspire a compartirlo, o a escribir unas líneas sobre él.

Bien podría incluír estas reseñas en este mismo espacio, como suele hacer la mayoría de los bloggers que leo, pero sé que tarde o temprano terminarían haciendo metástasis, y "Pentagrama de Cirros" perdería su espíritu anarquista. Nadie quiere que eso ocurra.

Sin más para informar, invito a todo lector a pasarse cada tanto por "Ocaso de Canopus", a dejar sus réplicas furibundas como siempre y, si es posible, darse un tiempito para escuchar algunas de las obras que allí serán deshojadas. Este sábado, para debutar, el único disco solista de Mark Hollis. Más adelante, ya veremos.

miércoles, 18 de junio de 2008

Zapato

Esto no es chiste: está pasando ahora.

Debo decir que un zapato tirado en la calle, en la oscura noche, parecería tonto; pero es inquietante. Es el vestigio de una presencia, por decirlo así, o la sensación de algo incompleto. Una angustia perturba mi corazón; más tarde comprenderé que sin saberlo pensé en Cromagnon.

Pero empiezo, para que me entiendan.

Vuelvo de hacer una entrevista para la facultad y no sé qué más. Ya es de noche-noche. A dos cuadras de mi casa, en la encrucijada de Bolívar, Rivadavia y el invierno, veo, tirado sobre el asfalto, un zapato. Un zapato solitario.

Paso de largo sin detenerme, por qué hacerlo, pero ya sé que algo me molesta. Por qué un zapato ahí. Qué hace un zapato ahí. Esa pregunta trivial, antojadiza, me subordina; siento que no puedo seguir mi camino como si nada. Porque no, porque hay un zapato tirado en la esquina y se trata, pienso, de un hecho extraordinario. No recuerdo jamás haber visto un zapato en esa esquina, y menos ese zapato.

No avanzo más de dos o tres pasos y me paro en seco. Mirando alrededor para asegurarme de que no haya testigos - siento como si fuera a cometer un crimen - me vuelvo. El zapato sigue ahí. Advierto, ahora que lo veo más de cerca bajo la débil luz eléctrica, que es color marrón, que la suela es negra, que tiene su correspondiente cordón y que está bastante bien conservado. Ya no recuerdo, sepan disculpar, si era del pie izquierdo o del otro.

Quién lo habrá perdido. No sé. Me inclino para observarlo mejor. Lo doy vuelta de una patadita y me asalta una sensación de familiaridad; ahora que tiene la suela contra el piso creo que se parece a unos zapatos que tuve una vez, sí, pero que tuve que tirar. En realidad, es un zapato como cualquier otro. Me desilusiono. Sí, me desilusiono un poco. Ya no me parece tan extraordinario el asunto.

Pero qué solitario. Qué triste un zapato sin un par, sin un pie. Me invade la melancolía, y el miedo.

De pronto, advierto que de adentro, de ese hueco que a alguien dejó descalzo, sale como un papelito. Lo tomo. Es un papelito, sí. Está plegado en mil partes, casi hecho un bollo. Lo desdoblo y leo el siguiente texto, escrito a mano con birome:

Quien calce ahora este zapato, conocerá en el acto la totalidad del pasado, el presente y el futuro de todas las cosas, las pertenecientes a este universo y a otros más. Quien no lo calce ahora, morirá.

Juro que intento, en un rapto de entusiasmo. Me saco la zapatilla que tengo puesta, la revoleo, me siento en el cordón de la vereda. Pero el zapato es dos o tres números más chico que mi pie. Calzo cuarenta y cuatro. Es inútil. Ni con calzador. Mientras sigo probando me acuerdo de Cenicienta y rompo a reír como un loco, en medio de la noche y el frío. Entre tanto, escucho pasos. ¡No puede ser! Sí, son pasos. Alguien se acerca desde la estación de tren.

Pienso en llevarme el zapato, pero entiendo que la oportunidad está perdida. No es un buen zapato para mí. Ya no es de mi estilo, tampoco. Pienso que nunca debí haber detenido mi marcha por un zapato tirado. Pienso que es todo una broma (y alguien me está espiando). Pienso que me tengo que ir.

Lo dejo entonces, tal como lo encontré, con el papelito arrugado ahí dentro. Tal vez el próximo que pase tenga la suerte de tener un pie más chico. O no será tan estúpido de detenerse a inspeccionar un zapato cualquiera.

(Quien no lo calce ahora morirá, decía el papel. ¡Claro! ya entiendo todo; era un acertijo. Necesito reirme otra vez. Yo, claro que voy a morir pronto. Pero eso, justo eso, ya lo sabía. Me da la sensación de que, sabiendo eso, sé también lo otro. Raro)

Finalmente llego a casa, abro la puerta y entro.

lunes, 16 de junio de 2008

Apología del rock

Aunque parezca mentira, todavía quedan ciertos fulanos y fulanas que no entienden que los Rolling Stones fueron la banda de rock más grande de la historia. Es cosa de no creer, pero existen. Los conozco. Si los habré visto yo. Si los habré oído a estos seres deshauciados murmurar en la honda noche, cuando la luna y la soledad dan generosa cabida a sus locas fantasías. Son peligrosos, te digo. No hay que fiarse de ellos. Vendrán y te dirán que el rock, la música, es su máxima pasión y que no hay nada como un buen vinilo junto a una copa de tinto. Pero a no confiarse. Son seres que después te alaban, por ejemplo, a los Beatles. ¡Los Beatles!, hay que ver. Una banda que, dada su clamorosa incompetencia, a tres años de comenzar su carrera profesional tuvo que retirarse de los escenarios para encerrarse en EMI y hacer cut & paste. Otros hablan de, escuchen ésta porque es para partirse, ¡Pink Floyd!. Así como lo leen; Pink Floyd. Esa terapia meditabunda de living-comedor para el yuppie que vuelve cansado de hacer alpinismo en la escala social. Y ni siquiera quiero mencionar a los que creen que la buena música empieza con Iutú, o con Nirvana, o con Radiohead, o con - Dios nos guarde y nos proteja - Coldplay. Sí, hermano, hay de todo; estos bicharracos, para desgracia de la humanidad, existen.

El antídoto también existe. Hay un tema, casi oculto al final del olvidado álbum Goat's Head Soup (1973), cuyo nombre es Starfucker pero que los cánones morales de las discográficas han preferido rebautizar con el seudónimo de Star Star. No se trata, ni por asomo, de una de las grandes canciones de la banda; entre tantas y tantas que han grabado, casi parece del montón. Aún así, Starfucker sirve lealmente al apostolado Stone que hoy nos convoca. Arranca con una guitarra que hornea Keith Richards (al que muchos reconocerán por su participación en Piratas del Caribe III) pero que amasó, sin dudas, el espíritu de Chuck Berry (al que muchos recordarán por su cameo telefónico en Volver Al Futuro I). Eso es. Arranca el tema, la guitarra pela riff, la batería tictaquea, Jagger asalta con unas líneas (Baby, baby, etc.) y la cosa, un rockito midtempo nomás, parece estar medianamente buena. Pero algo como que está faltando ¿No? Escuchen por ustedes mismos: ¿No es que falta algo? ¿No hay como una sensación de sed, de anticipación incómoda? Sí, no es joda: alcanzamos a interpretar una ausencia: la canción está pero no está.

Y entonces, la segunda estrofa. ¡BANG! Algo pasa. No se sabe muy bien qué es, pero nuestra parte trasera - el culo - empieza a columpiarse impunemente de un lado a otro, sin parar. La conciencia no opera, ya no decidimos si movernos o no. Nos movemos y listo: es puro reflejo de unos músculos y unos tendones que no hacen nuestra voluntad sino la suya. Naturalmente, nos sentiremos como violados y diremos "eh, loco, qué me está pasando", pero para esas alturas será muy tarde; el efecto del antídoto es irreversible. Es bastante probable que, mientras seguimos bailando, la cabeza nos deje de funcionar como lo haría en circunstancias normales; razonará de otra manera, o ni siquiera. Simplemente sabrá, entenderá, confesará que los Rolling Stones son, efectivamente, la banda de rock más grande de la historia.

Lo que pasó en el medio, amén de su misterio insondable para el intelecto, es obra de la sección rítmica más esencial de la historia del rock. Sin acaparar los flashes fotográficos ni la regularidad del magazinismo pedorro, Charlie Watts y el viejo desertor Bill Wyman tenían (tienen) una comprensión del ritmo rock que ninguna banda ha tenido jamás. El truco es sencillo, y si no lo querés saber tenés que parar de leer acá. Eso que faltaba en la primera estrofa y que aparece en la segunda es nada más ni nada menos que el bajo. Los Rolling Stones usaron bastante este truco - de demorar la entrada del bajo - en muchos de sus rockers más conocidos. Parece una soberana estupidez, pero el efecto es infalible: el oyente, sin advertir qué es exactamente lo que cambió, percibe de pronto que la canción está ahí, finalmente. Y el cuerpo, pleno y dichoso de golpe, danza. No puede evitarlo.

Charlie Watts es, además, un baterista excepcional que casi nunca golpea el tambor cuando nuestro metrónomo interno lo espera. A veces es un poquito después; casi siempre un poquito antes. Charlie da la sensación de ir más rápido que sus compañeros y que nosotros, de estar siempre como escapando. La famosa inexpresividad de su lenguaje corporal es, como mínimo, engañosa; él es el motor que hace avanzar cada canción, que la empuja siempre un poco más hacia adelante, provocando una sensación sutil - y no tanto - de aceleración, de desplazamiento. Los temas de los Stones no son centrados ni, mucho menos, prolijos: parecen estar en el borde de la cornisa, a punto de caer, huyendo como locos hacia alguna parte. El vértigo es inevitable; y la adrenalina también. La clave es el movimiento, y es Charlie quien hace que las cosas se muevan.

¿Cuál es el sentido de develar estos detalles minuciosos? ¿Por qué explicarle a la mente lo que el cuerpo ya sabe de memoria? Vamos a la grano: la música es, como todo arte, una metáfora, un recurso positivista que otorga formas sensibles a cosas que no podríamos nombrar o experimentar sin los sentidos. No se trata de mera simbología, de poner una cosita en lugar de una cosa y ya. El bajo entrando dos o tres compases después, no representa esa manija de la que agarrarnos o ese suelo donde pisar; mientras suena, simplemente lo es; tanto como hacer pie en la arena cuando pensábamos que el océano nos tragaba; tanto como ver, por fin, en los ojos de alguien eso que no sabíamos si existía. Por el contrario, el tamborileo huidizo de Watts es la carrera frenética que nunca acaba, esa urgencia de querer llegar a algún lugar que no está o a una plenitud que se escurre cuando creemos tenerla al alcance de un manotazo. El bajo de Wyman nos afirma en algo; el ritmo sincopado de Watts nos pone a correr: ambos coexisten y con eso arman lo que pueden. Sobreviven, como vos y yo.

Igual no hace falta ponernos tan filósofos (o pretenciosos) para rastrear este tipo de contradicciones fundamentales. Éstas son más comunes de lo que se cree, están en todos lados. En alguna instancia, todo en la vida es una gran contradicción. Los Rolling Stones son rock porque en ellos conviven abiertamente todos los aspectos de tal concepto (¡qué es el rock sino un concepto!): las ínfulas de rebeldía y la corrección política; el sótano románticamente andrajoso y la factoría multimillonaria global; los excesos autodestructivos y el burocrático oficio de músico; la pasión del artista y la mundana persecusión de la fortuna. Todo eso son los Rolling Stones y todo eso es el rock. La tensión entre unos carriles sobre los que las cosas funcionan, y unos vuelcos irreverentes que conducen al colapso regenerador; entre la ejecutividad de Jagger y la ruina de Richards; entre el bajo de Wyman y la batería de Watts.

Sabemos, entonces, que los Rolling Stones son la banda de rock más grande de la historia porque esta irresolución que nos funda a todos nosotros y a nuestra extraña comunidad es el sustrato que rezuma en cada una de sus canciones. Canciones con sus verrugas, sus fricciones, su puta corrosión. Las cuales, cada vez que suenan, nos buscan la yugular como un puñal sin tiempo. Las cuales, sin problemas, pueden ser tocadas por los cuatro homínidos británicos ante las audiencias más aristócratas y poderosas. ¿Y qué? Son canciones reales. La perfección que otras bandas de rock anhelan es indeseable; los Stones saben que no hay ninguna credibilidad en ella. Porque no existe tal cosa como la perfección - o la coherencia -, en este irredento mundo de mierda.

PROMOCIÓN OPCIONAL CON SU COMPRA: 10 perversas e intimidantes canciones de los Rolling Stones: ACA (para darle sonido a las tristes palabras).

domingo, 15 de junio de 2008

Hipótesis al azar

Desprecio con rústica afabilidad a quienes solo perciben el negro o el blanco y cuyo discurso es tan afecto a dictámenes rotundos del tipo 'use y tire'. Su aversión al análisis (o al fundamento) los condena - gran paradoja - a una alarmante viceversa entre ambos pigmentos, según dónde apunten las giraldas en el muy contextual día de hoy. Pero aún antes he acabado despreciando mis propios escrúpulos; mi adicción al relativismo que incuba un cambalache de desmesuradas contingencias. Lo que me maravilla de estos dos abordajes es que, embusteramente antagónicos, sus prédicas versan en torno al mismo axioma: no tener nada en claro. Uno porque se apresura en la definición, otro porque la demora eternamente. Creo que, de camino a la felicidad, es hora de preguntarme dónde está el punto intermedio entre el gris y el negro; entre el gris y el blanco.

imagen: beccar

jueves, 12 de junio de 2008

SPAM

The person had a great sense of humor / On top all night / Bis zu 300 Euro Nebenverdienst / Master in bed / D How to EnlargePenis? / This pill can add 3 inches for you / Vittel gegen Impotenz / But smile / Be patriot / Attitude of the Hero / Viel Penunzen in klitzekleiner Zeit / Secrets and lies of celebs / Be patriot / 10 ways to act in bed longer! / Re[2]: Looking for committed relationship / Yolanda Sabrina Leyes te ha enviado una solicitud de amigo(a)s de hi5 / Do it right / Windows me / Don't be left out of degree selection / You will have no rivals on porno channels! / Dear patient, we would like to advice you Canadian Chemis for all your health needs / Viel Taler in minimaler Zeit / for several months at a time), your doctor should check your minutes / magic helpers / Bad night? / 80 / Superior replica watches for you / Bad night? / Wanna have bigger? / Stop feeling inadequate now / Shocking porno dvd Clara Morgane / WHY buy original? we sell at 8-10% of ORIGINAL PRICE: BvlgariRolexRado, Dior, IWC, Longines & LV + Gucci Bags qdowk dx / Increase ur VALUE - Buy Degree/Bacheelor/MasteerMBA certificate, NO STUDY needed! onbrlo 3wd / Express meds delivery / New sexy songs Christina Aguilera / Real Cheap! V1A@RA, CIALIZ & 350 others medications to choose from hjbxe ns / Wanna have bigger? / bypassed bedevils / Affordable brand name watches / Huge increase in size available right NOW! / *In design CS 3* / Biggest drugs here / Why does not work amazon.com? / can we talk? / Vagria and Calias / And notion / I so absolute / Elegant watches less than a half / video with a naked celebrity Shocking for fede-fer / In your arms / Re: / Love me tender, love me true / VIAJE DE QUINCE / Inexpensive IWC watches / I cannot forget you! / minimize if you have ever had any unusual or allergic reaction to docosanol / sexy songs Kick-up for fede-fer / Increase your girth today / Sharon Stone favorite shop / mates specimenise / Stunning porno dvd Kylie Minogue / Man Lebt nu einmal - probiers aus ! / my celebrated / crossbreed pipistrelle...

lunes, 9 de junio de 2008

Las cien mejores canciones del rock. TOP-TEN

#10. The Great Curve - Talking Heads
Album: Remain In Light (1980).
Letra y música por David Byrne, Brian Eno & Talking Heads.
Lírica clave: "The world moves on a woman's hip".

No se puede refutar: el mundo se mueve sobre las caderas de una mujer, y punto. Acaso una de las conclusiones filosóficas más jugosas (o sexys) que aparecen en un tema rock. Pero pará; ¿Alguien dijo "rock"? Hay que ser atrevido para poner etiquetas de esa calaña ("tema", "rock") a esta telekinesis inverosímil de polifonías, ritmos de jungla y vaya uno a saber qué otros artilugios. Remain In Light es uno de esos álbumes tan influyentes que, paradójicamente, nadie ha podido imitar jamás. Ni falta hace; que se haya publicado en 1980 en este caso no pasa de mera anécdota, porque es un álbum que gira más allá del tiempo terrestre. Algún oyente ávido de anclajes encontrará asociaciones con la actual música electrónica; otros con el movimiento world-music o tal vez con el muy posterior trip-hop. Pero al fin y al cabo lo que triunfa sobre la palabra es la confusión y la música. En The Great Curve David Byrne comienza declamando que "sometimes the world has a load of questions / seems like the world knows nothing at all". Una de esas preguntas, diría yo, es qué estaban pensando los flacos éstos al pergeñar tan inhumano groove, que arranca por el lado del funk para culminar en un mantra glorioso de voces y un par de alocados solos invitados de Adrian Belew. ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo se les ocurrió? Parece que el mundo, realmente, no sabe nada. Lo mejor es parar de hacer preguntas, subir el volumen bien alto, ajustarse los cinturones y dejarse zarandear por este mamotrético diluvio de asteroides. Inolvidable.

#9. Sheep - Pink Floyd
Album: Animals (1977).
Letra y música por Roger Waters.
Lírica clave: "Have you heard the news? The dogs are dead!".

El inicio de Sheep es una perfecta acuarela de la engañosa calma que antecede a la tormenta. "Only dimly aware of a certain unease in the air" vocifera Waters en la primera estrofa; acaso no haya mejor analogía musical que los teclados de Wright y el pulso de Waters surgiendo de fondo como un espectro intranquilo. Todavía me acuerdo de la exacta primera vez en la que escuché esa intro: "acá va a haber bardo", pensé. Y tenía razón. Solo una banda como Pink Floyd es capaz de crear un clima tan poderoso con el mínimo de recursos, y este sanguinario epílogo de Animals está entre los mejores ejemplos. Porque Sheep, si nos ponemos a analizar, es poco más que pura textura. Ahora bien, ¡qué textura!. La simpleza de la composición es tan llamativa como la escandalosa maestría de estos tipos para articular cada sonidito en el momento preciso - de tal forma que, diría Borges (a quien, se rumorea, le gustaba mucho Floyd), parecen articular directamente el momento, siendo el sonido mera extensión material del mismo. Los micro-instantes sublimes que se encuentran aquí son tantos, que enumerándolos terminaríamos "narrando" la canción entera. Lo importante, lo realmente importante, es esa tensión asfixiante que van montando, para largar todo en una catarsis guitarrera final que nos arranca el corazón. Como ha ocurrido ya con otras canciones de la lista, la cosa pierde buena parte de su peso fuera del contexto del brillante Animals, en el que Waters imagina a la madre de todas las revoluciones aniquilando por fin al capitalismo. Cuánto faltará para eso, quién lo sabe; solo se me ocurre que Sheep sirve muy bien de metáfora para la acumulación de mierda que década tras década propicia este "fin de la historia", hasta que un día (un siglo) la cuerda se va a cortar y cada uno a correr por lo suyo. Para entender entonces de qué se trata el asunto, aconsejo dejar de leer ahora mismo y remitirse, otra vez, al mejor álbum de Pink Floyd (que imagino ya han escuchado todos, como corresponde). En mi defensa, puedo esgrimir que no he incurrido en la travestía del compilado Echoes, que la incluye a costa de la infamia de ¡EDITARLA! ¿A quién se le ocurre editar la perfección? ¡Pues a los mismos miembros de Pink Floyd, claro! El dinero todo lo puede. Solo se lo perdono a Roger por haberla incluido en el setlist de su última gira y haber llenado River de oscuridad y miedo, para mi deleite.

#8. Marquee Moon - Television
Album: Marquee Moon (1977).
Letra y música por Tom Verlaine.
Lírica clave: "All this time with the marquee moon, but just waitin'".

¿Por qué termino optando por el tema titular cuando muy bien podría haber escogido Elevation (como sugirió Corvino), Friction (casi, casi) o Venus? ¿Es solo por bautizar con su nombre a uno de los álbumes más orgásmicos jamás grabados? ¿Es solo porque es más larga y, por lo tanto, tiene ese regusto épico que correspondería a un top-ten ambicioso como éste? ¡Probablemente! En realidad no tengo ni idea. Es una canción perfecta, pero lo mismo puede decirse del resto del disco; tomémosla entonces como una elección de carácter aleatorio para representar a una de esas bandas y a uno de esos álbumes que previsiblemente iban a terminar apareciendo entre las diez primeras de la lista. Yo quería ser original, pero llega un punto donde ya no se puede. Desde la misma hora cero en la que comienza el riff, esa dialéctica guitarrera entre el Marx y el Engels del rock (Verlaine y Lloyd), queda bastante claro que esto será cosa de una vez en la vida. Hasta mi viejo entró una vez a mi cuarto, mientras Marquee Moon sonaba a todo culo, y me dijo: "che, esto es bueno". Mi viejo, que no oye más que ruido en todo lo que no sea Pink Floyd, Piazzolla o Beethoven. Verdaderamente es poco lo que se me ocurre para decir sobre esta perfecta obra de arte, que incorpora influencias de la psicodelia y el garage-rock de los 60's, barnizándolas con una capa de refinamiento compositivo inédito. La parte media instrumental; el descomunal solo de Tom Verlaine y su celestial disolución entre aleteos y milagros, está entre los momentos más trascendentales de la música del siglo XX. Once minutos se hacen casi que demasiado poco; para escuchar con la luz apagada y la mente encendida.

#7. Tin Soldier - The Small Faces
Album: single (1967).
Letra y música por Ronnie Lane & Steve Marriott.
Lírica clave: "I'm a little tin soldier that just wants to jump into your fire".

Steve Marriott había empezado a cocinar este temita para que lo cantara P.P. Arnold (una artista de gospel de la época), pero le terminó saliendo tan bien que al final decidió quedárselo para él y su banda, los Small Faces (aunque Arnold aparece haciendo coros). El resultado: un clásico de todos los tiempos que, por desgracia o por fortuna, casi nunca se lo reconoce en su justa dimensión. A los que alguna vez fuimos niños quizá nos hayan contado un cuento de Andersen llamado "El soldadito de plomo", una desgarradora fábula - algo psicodélica también - en la que dos jueguetes enamorados, tras varios desencuentros, deben inmolarse en el fuego de una estufa para realizar plenamente su amor. Inspirado por esa mágica (y trágica) conclusión, Marriott nos brinda una de las canciones románticas más ardorosas y urgentes jamás concebidas. "I am a a little tin soldier that wants to jump into your fire" canta en el comienzo, y el sentimiento en su voz - hablamos de un cantante del carajo - arde ya con una pasión difícil de asimilar. El resto de este fulminante rocker (el riff es tan antológico que los Stones lo imitaron en su semi-hit Heartbreaker) no hace más que aumentar y aumentar y aumentar; la sensación de abandono se va completando hasta explotar en un final que me deja estupefacto cada vez. Si algo parece quedar claro - en la canción y en el cuento - es que amar de verdad implica desintegrarse por completo. Y hay que tener huevos. Marriott se tomó el mensaje tan a pecho que, en 1991, efectivamente murió quemado al incendiarse su casa por accidente. ¿Casualidad? Difícilmente; más bien pienso en los extraños vaivenes del destino, que en este caso hacen a Tin Soldier vivir y retumbar más que nunca.

#6. Riders On The Storm - The Doors
Album: L.A. Woman (1971).
Letra y música por John Densmore, Robbie Krieger, Ray Manzarek & Jim Morrison.
Lírica clave: "Into this house we're born, into this world we're thrown".

Riders On The Storm es la despedida oficial de Jim Morrison de la música grabada. Nada menos. Hasta último momento los Doors siguen explorando los más lejanos páramos del rock y la psiquis humana, retomando la cenagosa senda de opus como The End, When The Music's Over o The Soft Parade con un estilo mucho más "lounge" y jazzero pero no por eso menos perturbador. Los inquietantes fraseos de Morrison ("There's a killer on the road / His mind is squirmin' like a toad") son hábilmente doblados por un susurro fantasmagórico que congela la sangre, como si el tipo cantara a dúo con el propio espectro en el que pronto se iba a convertir; Roby Krieguer no se queda atrás y ameniza con un par de carnosos lenguetazos de guitarra a la Morricone; John Densmore regula sístole y diástole con el más impecable swing. Pero la vedette de la noche - porque este tema indudablemente ocurre de noche (y con lluvia, claro está) - es Ray Manzarek y ese legendario solo de teclado rhodes, una delicatessen sonora que podría escuchar treinta veces seguidas sin pestañear. Entre tanto; ¿quiénes son estos misteriosos jinetes en la tormenta?, ¿quiénes son estas figuras ecuestres que aparecen y desaparecen bajo ominosas cortinas de lluvia? Tal vez seamos nosotros mismos, seres perdidos en la inmensidad del universo taciturno, yendo para donde podemos, sin ver, sin siquiera adivinar cuál es el futuro y con la muerte aguardando, seguro, a la vuelta de cada recodo (lo cual fue tan cierto para Jim como lo es para todos los demás). Tal vez solo esté alucinando. Lo cual no deja de ser apropiado: porque sí, porque es una canción alucinante.

#5. Won't Get Fooled Again - The Who
Album: Who's Next (1971).
Letra y música por Pete Townshend.
Lírica clave: Meet the new boss, same as the old boss

Hay algo profundamente irónico en Won't Get Fooled Again; para ser un himno al escepticismo, la banda le pone bastante convicción. Townshend advierte al mundo que ya no serán engañados otra vez con falsas revoluciones y promesas de cambio; sin embargo, una fuerza creyente y apasionada emerge de cada uno de los acordes eléctricos que el tipo va tirando (como cachetadas). La voz de Daltrey suena mucho más cerca del triunfo que de la desilusión, aún cuando, al final, canta la lapidaria frase "meet the new boss, same as the old boss". En última instancia intuyo que es esta ambigüedad la que convierte a Won't Get Fooled Again en un manifiesto más complejo y perdurable de lo que superficialmente parece (la comparo con la pacifista Revolution de Lennon). ¿Qué hay detrás de la decepción de la letra? ¿Pete está clamando por una revolución "real"? ¿O asume, con resignación, que ésta es impensable y que ciertas cosas nunca cambian? La primera estrofa es eufórica a más no poder: "We'll be fighting in the streets / With our children at our feet". La segunda empieza a revelar hastío: "And the world looks just the same / And history ain't changed / 'Cause the banners, they all flown in the next war". La tercera ya no tiene vuelta atrás: "And the parting on the left / Is now the parting on the right / And the beards have all grown longer overnight". ¿Y por qué, entonces, en ocho minutos y pico, la canción es una maquinaria aplastante de rock and roll? ¿De dónde sale la fe para elevar tanto ardor? Si algunos tienden a interpretarla más por el lado del conformismo ("no vale la pena luchar por nada porque al final todo da lo mismo"), para mí se trata justmente de todo lo contrario. Won't Get Fooled Again es el incoformismo esencial del rock en su máxima expresión; ya ni la revolución aplaca su sed de algo mejor. En ese grito final de Roger Daltrey - ese aullido antológico que nos paraliza la circulación - se palpa tanta frustración como desafío; y tal vez, detrás de una letra desencantada, la música nos esté diciendo que todavía existe una utopía por la cual seguir cantando, por la cual seguir haciendo rock and roll como éste. Y que sí, nos van a volver a engañar, muchas veces. Ese es el precio de creer.

#4. Since I've Been Loving You - Led Zeppelin
Album: Led Zeppelin III (1970).
Letra y música por John Paul Jones, Jimmy Page & Robert Plant.
Lírica clave: "But baby since I've been loving you I'm about to lose my worried mind".

Fieles a la tradición, los muchachos de Led Zeppelin "se inspiraron" en la letra de un tema de Moby Grape (llamado Never) para grabar este impromptu live-in-the-studio que terminarían convirtiendo en algo así como la mejor pieza de blues de la historia. El mérito está en las notas musicales que, esta vez sin sospechas, son creación legítima de Jimmy Page y compañía. Para reconocer qué es lo que hace de Led Zeppelin una banda grosa grosa, no hace falta mayor testimonio que esta canción del olvidado-pero-ya-no-tanto tercer álbum. Uno los escuchó tanto que ciertas cosas se dan por descontado, pero hay que reparar en la poco obvia intensidad que los tipos le otorgan a una simple improvisación de blues, algo que en manos de cualquiera podría haber sido cosa de rutina. Since I've Been Loving You empieza como perezosa; hasta se escucha chirriar al mal aceitado pedal de John Bonham. De a poco, se va "poniendo". De a poco, va adquiriendo proporciones majestuosas sin más armada que voz, guitarra, batería y órgano. Nada más. John Paul Jones ni siquiera toca el bajo; el único doblado adicional es el arrebatador solo de Page que, aunque ni hace falta recordarlo, es su cúspide como guitarrista. Si hay un instante hermoso en alguna canción de Zeppelin, es aquel en el que el solo explota en una cascada imparable de notas y Plant grita "watch out!" (como diciendo: ojo con lo que viene ahora, no digan que no les avisé). A partir de allí la canción ya se pierde en alturas insalvables: la pasión increíble con la que termina cantando Robert Plant ("I said you had the NERVE to tell me you didn't want me no more"), agonizando de angustia, es para estremecerse. Since I've Been Loving You es un grito primal, desnudo, que no convoca mayor análisis que el de las lágrimas o la tristeza.

#3. Hey Jude - The Beatles
Album: single (1968).
Letra y música por John Lennon & Paul McCartney.
Lírica clave: "The movement you need is on your shoulder".

Cuenta la historia que Paul McCartney escribió Hey Jude en un auto, yendo a visitar a Cynthia Lennon, quien acababa de divorciarse de John luego de que éste se fuera con Yoko Ono. Cuenta la historia que la escribió pensando en Julian, el hijo de Lennon, para consolarlo por la separación de sus padres. Cuenta la historia que cuando, poco después, se la cantó a John, se excusó por la línea "The movement you need is on your shoulder" - prometiendo cambiarla más adelante - y John le respondió que ésa era justo la mejor frase. Cuenta la historia que Lennon, un gran admirador de la canción, siempre sintió que Paul le estaba cantando a él, dándole su consentimiento para entregarse sin reservas al amor de Yoko y de a poco ir abandonando la amistad que los unía. Cuenta la historia que los Beatles la publicaron como single en 1968, con Revolution, de Lennon, en el lado B del vinilo. Cuenta la historia que se convirtió en el más exitoso de la banda, aguantando nueve semanas en el número 1 de los rankings, aún cuando en la época los simples no pasaban de tres minutos y éste duraba siete. Sin embargo ¡qué poco cuenta la historia sobre Hey Jude! A pesar de todo el tiempo que ha pasado, y de lo celebérrima que es la canción, todavía nadie sabe exactamente de qué habla la letra. McCartney pareciera dirigirse a toda la humanidad y a la vez a la fibra más íntima de cada uno de nosotros, para que completemos el sentido desde nuestra experiencia. Una de las cosas que más me apabulla de Hey Jude es que, cuando la escucho, se me pasa lo beatlesco de la canción; es decir, se me olvida que son los putos Beatles con sus instrumentos, sus voces y sus leyendas los que grabaron esto. Es como si Hey Jude se hubiera desvinculado de sus creadores, como si se alienara de la mundana poiésis. Mi teoría es que la canción existió siempre y solo escogió el momento preciso para revelarse a través de una banda de rock, disfrazada de autoría. El primer segmento podría haber pasado como una balada comercial más - de esas que McCartney componía tirándose un pedo - de no ser por el maravilloso tono elegíaco que adquiere la voz de Paul y la melodía. Hay algo espiritual, hay una cualidad extrañamente eterna en esas notas. ¿Y qué voy a poder decir de la inmensa coda de cuatro minutos que no se haya dicho hasta hoy? Nada, porque en esos alaridos victoriosos de McCartney emanan el profundo dolor de la pérdida, el animarse a amar nuevamente, la necesidad imperiosa de levantarse y de seguir adelante. La vida misma. Allí es donde yace el corazón de la canción más universal jamás imaginada.

#2. Desolation Row - Bob Dylan
Album: Highway 61 Revisited (1965).
Letra y música por Bob Dylan.
Lírica clave: "All these people that you mention, yes, I know them, they're quite lame; I had to rearange their faces and give'em all another name".

Si la genialidad de Highway 61 Revisited pudiera - ojalá - resumirse en un solo gesto, éste sería el de concluir un álbum eléctrico hasta el tuétano con una épica acústica de once minutos y medio de duración. Pero ¿solo de eso se trata Desolation Row? La mayoría de las letras de Bob Dylan hacia 1965-66, y ésta en particular, son tan enrevesadas que la gimnasia habitual de interceptar metáforas puede convertirse en una peligrosa acrobacia ¿Y qué si Dylan tan sólo está jugando con ciertas palabras inglesas y el ingenio? Hace poco leí por Internet una definición que me pareció estupenda: Desolation Row es teatro para la mente. Exactamente de eso se trata. No importa tanto si existen mensajes oscurridizos en las conjunciones o si hay referentes enmascarados en los personajes. Sí importa la imaginación, importa la fantasía, importa ese extraño lugar que no sabemos bien dónde está; en donde venden postales de los ahorcados y pintan los pasaportes de marrón; en el que todos están haciendo el amor o bien esperando que llueva; en donde a medianoche salen los agentes a redar a todo aquel que sabe más que ellos; en el que todos gritan "¿De qué lado estás?" mientras el Titanic navega al amanecer. Cada momento lírico es asombrosamente perfecto en su poesía. Poesía que puede ser tan absurda como turbia o bella, pero siempre evocativa; Dylan logra que cada imagen se nos dibuje en la mente como un recuerdo, como si nosotros también hubiéramos, alguna vez, estado - o soñado estar - allí. Porque mi sospecha siempre fue la misma: de alguna manera Desolation Row es un lugar al que cualquiera pertenece. Todos formamos parte, pienso, de esta extraña comunidad de perdedores, payasos y próceres (a los que Dylan tuvo que "rearrange their faces and give them all another name") que, desfilando eternamente por la calle de la desolación, no son más que almas extraviadas en el carnaval sin fin de la vida. Bob Dylan el músico, el poeta, el dramaturgo, el pintor - el artista - sólo nos está soñando desde alguna cama de hotel.

#1. Gimme Shelter - The Rolling Stones
Album: Let It Bleed (1969).
Letra y música por Mick Jagger & Keith Richards.
Lírica clave: "I tell you love, sister, is just a kiss away".

Solo bastan los primeros quince segundos de Gimme Shelter para comprender que estamos ante la mejor canción de rock de todos los tiempos. Es difícil imaginar un comienzo más siniestro, con ese ulular escalofriante que llega hasta los huesos y esa carga de tensión poco explicable que se aviene desde el horizonte, como una tormenta en las guitarras (¿es un riff? ¿un arpegio? ¿un rasguido? ¿cómo se toca eso?). Esa magnífica orquestación, en la que cada compás adquiere un nuevo volumen de intensidad y negrura, es apenas un prólogo para el rock n'roll más hardcore que se pueda concebir. Las borrosas guitarras trituran de fondo como un holocausto; la armónica distorsionada es la hemorragia de una bestia herida; los golpes de batería de Charlie Watts - tam, tam, TAM! - son como puñaladas en la garganta y la voz de Mick Jagger, casi sepultada entre tanto infierno, timonea un alarido desfigurado que apenas se entiende. El artífice de todo esto es, lógico, Keith Richards. Él solo, inspirado por vaya uno a saber qué tentempiés psicológicos, apiló guitarras hasta hacer germinar este sonido de blues caleidoscópico, embrujado. Pero dado que con eso no era suficiente, en medio de las sesiones alguien dijo: "me pinta una voz de mujer", y llamaron a Marry Clayton, en cuyo solo vocal canta con tanta entrega que la voz se le quiebra cual media corrida: otro momento para la piel de gallina y van... "War, children, is just a shot away!" cantan juntos en la apoteosis del tema, y no hay lugar para segundas lecturas; Gimme Shelter, este Heart Of Darkness del rock, escenifica como ninguna otra canción el horror más primario que puede sentir el hombre ante una violencia que lo supera. Y aún así, la enigmática vuelta de tuerca del final ("Love, sister, is just a kiss away") pareciera sugerir una luz al final del túnel. Es un mundo grande y terrible, pero aún entre la amenaza constante está el resquicio para encontrar el amor de alguien. Ese es el chiste de vivir acá, conjeturo.

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