jueves, 26 de junio de 2008

Bailando por un pueblo

Carmen Barbieri: "chicos, muy lindo todo. Estuvieron bien las caracterizaciones, los disfraces, sobre todo la idea de un chacarero entrerriano, viejo pero no tanto, que se convierte de a poco en líder carismático, en santo, en mártir de la causa federal. Eso fue lo mejor, el golpe más original, digamos, sobre todo por la vuelta de tuerca que significa su oscuro pasado en las asambleas por el tema Botnia. Fue muy emocionante la secuencia en la que las señoras viejas le acariciaban amorosamente la cara, con la mano, al llegar El Señor a la plaza de los Dos Congresos. Diría que hasta tuvo un sentido estético perfecto, casi de vaudeville bíblico. Si la producción hubiese sido un poco más sagaz lo podrían haber armado con un par de tablas de mandamientos de cartón piedra. Igual quedó perfecto cuando le hicieron decir que aunque no estuvieran en las rutas, la protesta sigue, y todos alrededor aplaudiendo y haciendo alharaca. Arquetípico, pero muy emotivo, la verdad. Sobre todo muy original, ya lo dije, pero quería resaltarlo. Después sí, hubo cosas de la coreografía que fueron un poco predecibles, por ejemplo, lo de Cofradía Clarín presionando, manipulando, desinformando... chicos, eso ya está muy usado, deberían tratar de encontrarle alguna otra vuelta, sobre todo porque todos acá, aún los que lo nieguen, trabajamos para Cofradía Clarín y cuidado con morder la mano que nos da de comer. Hasta Cristina trabaja o trabajó para Cofradía Clarín, pero sin admitirlo ¿no?. Se ganó el aguinaldo con lo de Multicanal pero ahora no ayuda con lo de los manuales escolares y así funciona chicos, con eso no innovaron mucho. Pero bue. Otra cosa que por ahí es un tema mío por la edad y estos ojos que algo vieron, pero lo de la Plaza Llena, con las banderas y las hileras de micros, como para decir que estamos con el pueblo y el pueblo con nosotros, quedó un poco desvirtuado o no le encuentran tanto la vuelta. Les diría que esa viñeta peronista, aún imponente, ya está entrando más por la mitología del choripán y la pepsi gratis que por otra cosa, y no intimida tanto. Y bueno, como ya me van cortando tengo que poner la nota que es un siete."

Jorge Lafauci: "yo los ví bien, muy creativos y metonímicos esta vez. En realidad hay un detalle que a Carmen se le pasó por alto, pero que a mí me pareció lo más brillante de todo el armado que hicieron que, por otra parte, está muy bien elaborado, felicito al coreógrafo Eduardo Duhalde porque la verdad se pasaron, se pasaron en serio. En qué estaba. Ah, sí, lo que me gustó es esto de que justo Racing esté por irse a la B, porque es como que de nuevo, en medio de un quilombo generalizado, aparece Racing. En aquel momento con su bonanza, ahora con sus penurias, pero es así. Racing siempre está, y es el actor olvidado en este baile, sobre todo porque si efectivamente se van al descenso, la que se arma podría amoldarse perfectamente con lo otro, con lo de las retenciones y la soja que está bárbaro. Pero si le agregamos lo de Racing, y yo lo agregaría, sería ya una obra de arte de múltiples niveles; porque en realidad lo futbolero es la hechura de todo esto. Ya tenemos equipos, tenemos hinchadas, tenemos bandera, gorro y vincha... La kermese del Congreso (la de adentro y la de afuera), los cacerolazos histéricos, los piquetes aldeanos, la barrabrava de D'Elía: hay hinchada, con sus estertores, sus cantitos, hasta un toro inflable bautizado como Yabrán: ¡qué nivel de producción! Y garpa bien el riesgo siempre latente de que terminemos todos cagándonos a trompadas, con heridos y muertos, cosa para la que bastaría un par de boludos así como muy fácilmente infatuables por las circuntancias, las boinas, los pañuelos, las escarapelas y toda esa cosa telúrica que disputa el título de sal de la tierra con los sectores urbanos que hacen la vigilia en Avellaneda. Quién es más argentino de todos es lo que dirime el aguante; y no por nada Racing tiene la camiseta con los colores argentinos, y Racing se hunde: la metáfora no por rústica es menos efectiva, y ahí me parece que está el gran logro de la producción. Yo le pongo un seis."

Moria Casán: "ay no, a mí me pareció re complicado, porque es todo muy kafkiano y yo como a Kafka nunca lo leí no entiendo nada. De todas maneras creo que es un hallazgo mayúsculo lo de ciertos personajes, como esa diva gorda con la cara recién encerada y la lengua ulcerosa, que cabalga en cada cruzada que se le de la gana como una supermesías capaz de discernir dónde está el pueblo libre y dónde está el cliente político. O este tipo simpático de bigotes y ojos celestes que no dice ni mu y se frota las manos, ese da escalofríos. Después, lo de los camiones derramando leche en las canaletas es el típico golpe bajo que me encanta, me fascina cuando con una imagen simple, descuidada por los gatekeepers, podés generar más puteada y llanto junto que TVR al abrazar el corporativismo que siempre tuvo ahí, latente, hasta que lo eyaculó con toda la furia y ahora preparan informe de desagravio al héroe caído Blumberg. Después no, hay cosas que no. Creo que lo de la farola fue cualquier cosa, chicos. Antes el pueblo moría en la Plaza por aviones que bombardeaban, por balazos arteros; eso era producción, eso era espectáculo. Ahora, ir a morir por una farola en la cabeza es como too much. Hay que ser berreta para guionar una cosa así que, está bien, no deja de ser operística en clave historieta, pero estas son palabras mayores, chicos. Estamos en Bailando por un Pueblo, estamos en medio de una Crisis Política Argentina y ante las múltiples posibilidades que ofrece el generoso género, quedarse con una farola rompiéndole la cabeza a un pobre diablo, además de su metáfora iluminista demodé, es de muy mal gusto, bah, me pareció. La coreografía en general bien pero con cosas un poco desequilibradas; D'Elia un poquito caricaturizado, Castells bastante peón, Lousteau anodino, Carlos Fernández algo petrificado, los Cuatro Fantásticos demasiado pegados, Fontevecchia demasiado egocéntrico y Lanata un tanto solemne. Yo ya tengo la nota pero esta vez la oculto."

Gerardo Sofovich: "yo no voy a ser tan diplomático como los otros jueces, porque a mí lo único que más o menos me gustó fue la apropiación simbólica del día de la bandera por parte de unos patricios que parecían momias decimonónicas de asueto. Se complementa además con esta gente que en estos años les ha ido de lo más bien, golpeando cacerolas en zonas estrictamente conchetas o risueños hombres de negocios vaciando góndolas para demostrar que ellos son el gobierno. Hasta ahí ví todo bastante bien articuladito. Después hay cosas en las que ya se repiten mucho, como invocar un instrumento aduanero y el once de marzo como eje del despiporre colectivo, cuando lo que deberían haber resaltado es la parte de que cualquier cosa que olfatee a redistribución les va dar la urticaria que les dio siempre, aunque se trate como dicen todos de un hábil discurso tribunero de K. para manejar caja, agarrar cogotes y nada más. Después digo que lo de la escalada de precios redunda en cosas ya vistas; con qué me van a venir ahora, con la negrada saqueadora y chinitos llorando. Por último, la entrada del Congreso en la coreografía, demasiado amagada y finalmente a destiempo, con muchos bailarines poco entrenados que no saben para qué lado moverse, como el tipo de un solo brazo, el mendocino metido en la boca del lobo, el higiénico socialista santafesino y no los quiero nombrar a todos porque son muchos y se me olvidan las caras. Mejorar eso para la próxima vez y no tengo más que decir."

Qué rating tendrá hoy esta danza macabra de precios que se elevan, y gente que quiere comer sin un sope, y productores que quieren exportar sin "importar" más nada, y tipos que salen a gritar o saltar ante las cámaras, y periodistas que sacan su tajada, y diarios extranjeros dando chirlos, y rutas que se cortan, y pueblitos que se levantan, y Derechos Humanos metidos en el medio, y Madres que hablan de golpismo, y sojeros que invocan la Carta Magna, y el fantasma de Perón, y plazas que se llenan, y farolas que se caen, y bichos que entran en el mercado de Liniers sin idea del bolonqui que están armando, y semillitas inocentes que peor; y en medio de todo esto, una mina que elegimos como presidente y que esperemos que alguien la acompañe, que sea fuerte y que todo salga bien. Por favor.

sábado, 21 de junio de 2008

Otro blog

La recopilación de los 100 mejores temas del rock me rehabilitó cierto estómago para escribir sobre música. Con el objeto darme pista libre en este ejercicio, he retomado un proyecto de blog con el que amagué hará un año y pico: "Ocaso de Canopus".

Canopus es una estrella - la segunda más brillante del firmamento terrestre - que solo es visible desde el hemisferio sur. En este momento, mientras tipeo, podría observarla titilar desde la ventana de mi habitación, si no fuera porque todavía queda algo de luz solar flotando en el aire. No sé qué tiene que ver Canopus con la música. Tal vez, solo tal vez, Canopus sea una estrella de rock; y, como tal, no tiene ocaso en realidad. De todas maneras, es solo un nombre: algún nombre tienen que tener los weblogs.

No solo rock habrá en este espacio: otros géneros musicales también son bienvenidos. La premisa es simple: cada semana, preferentemente cada sábado, presentaré unas palabras sobre algún disco que crea que valga la pena o que haya escuchado últimamente. Para aquel al que por algún motivo le tiente darle una oída o dos, fiel a mi graaaan vocación de servicio, obsequiaré un download en formato mp3 (del que estoy en contra pero si no puedes con ellos únete a ellos, dicen). Sí, nada más. Cero sofisticación.

¿Qué tipo de discos? De todo; cosas insólitas, cosas atractivas, cosas riesgosas, cosas nostálgicas o no. Qué se yo: un día hasta me pinta reseñar otra vez The Dark Side Of The Moon, y bueno, lo hago. El único criterio es que el álbum en cuestión me inspire a compartirlo, o a escribir unas líneas sobre él.

Bien podría incluír estas reseñas en este mismo espacio, como suele hacer la mayoría de los bloggers que leo, pero sé que tarde o temprano terminarían haciendo metástasis, y "Pentagrama de Cirros" perdería su espíritu anarquista. Nadie quiere que eso ocurra.

Sin más para informar, invito a todo lector a pasarse cada tanto por "Ocaso de Canopus", a dejar sus réplicas furibundas como siempre y, si es posible, darse un tiempito para escuchar algunas de las obras que allí serán deshojadas. Este sábado, para debutar, el único disco solista de Mark Hollis. Más adelante, ya veremos.

miércoles, 18 de junio de 2008

Zapato

Esto no es chiste: está pasando ahora.

Debo decir que un zapato tirado en la calle, en la oscura noche, parecería tonto; pero es inquietante. Es el vestigio de una presencia, por decirlo así, o la sensación de algo incompleto. Una angustia perturba mi corazón; más tarde comprenderé que sin saberlo pensé en Cromagnon.

Pero empiezo, para que me entiendan.

Vuelvo de hacer una entrevista para la facultad y no sé qué más. Ya es de noche-noche. A dos cuadras de mi casa, en la encrucijada de Bolívar, Rivadavia y el invierno, veo, tirado sobre el asfalto, un zapato. Un zapato solitario.

Paso de largo sin detenerme, por qué hacerlo, pero ya sé que algo me molesta. Por qué un zapato ahí. Qué hace un zapato ahí. Esa pregunta trivial, antojadiza, me subordina; siento que no puedo seguir mi camino como si nada. Porque no, porque hay un zapato tirado en la esquina y se trata, pienso, de un hecho extraordinario. No recuerdo jamás haber visto un zapato en esa esquina, y menos ese zapato.

No avanzo más de dos o tres pasos y me paro en seco. Mirando alrededor para asegurarme de que no haya testigos - siento como si fuera a cometer un crimen - me vuelvo. El zapato sigue ahí. Advierto, ahora que lo veo más de cerca bajo la débil luz eléctrica, que es color marrón, que la suela es negra, que tiene su correspondiente cordón y que está bastante bien conservado. Ya no recuerdo, sepan disculpar, si era del pie izquierdo o del otro.

Quién lo habrá perdido. No sé. Me inclino para observarlo mejor. Lo doy vuelta de una patadita y me asalta una sensación de familiaridad; ahora que tiene la suela contra el piso creo que se parece a unos zapatos que tuve una vez, sí, pero que tuve que tirar. En realidad, es un zapato como cualquier otro. Me desilusiono. Sí, me desilusiono un poco. Ya no me parece tan extraordinario el asunto.

Pero qué solitario. Qué triste un zapato sin un par, sin un pie. Me invade la melancolía, y el miedo.

De pronto, advierto que de adentro, de ese hueco que a alguien dejó descalzo, sale como un papelito. Lo tomo. Es un papelito, sí. Está plegado en mil partes, casi hecho un bollo. Lo desdoblo y leo el siguiente texto, escrito a mano con birome:

Quien calce ahora este zapato, conocerá en el acto la totalidad del pasado, el presente y el futuro de todas las cosas, las pertenecientes a este universo y a otros más. Quien no lo calce ahora, morirá.

Juro que intento, en un rapto de entusiasmo. Me saco la zapatilla que tengo puesta, la revoleo, me siento en el cordón de la vereda. Pero el zapato es dos o tres números más chico que mi pie. Calzo cuarenta y cuatro. Es inútil. Ni con calzador. Mientras sigo probando me acuerdo de Cenicienta y rompo a reír como un loco, en medio de la noche y el frío. Entre tanto, escucho pasos. ¡No puede ser! Sí, son pasos. Alguien se acerca desde la estación de tren.

Pienso en llevarme el zapato, pero entiendo que la oportunidad está perdida. No es un buen zapato para mí. Ya no es de mi estilo, tampoco. Pienso que nunca debí haber detenido mi marcha por un zapato tirado. Pienso que es todo una broma (y alguien me está espiando). Pienso que me tengo que ir.

Lo dejo entonces, tal como lo encontré, con el papelito arrugado ahí dentro. Tal vez el próximo que pase tenga la suerte de tener un pie más chico. O no será tan estúpido de detenerse a inspeccionar un zapato cualquiera.

(Quien no lo calce ahora morirá, decía el papel. ¡Claro! ya entiendo todo; era un acertijo. Necesito reirme otra vez. Yo, claro que voy a morir pronto. Pero eso, justo eso, ya lo sabía. Me da la sensación de que, sabiendo eso, sé también lo otro. Raro)

Finalmente llego a casa, abro la puerta y entro.

lunes, 16 de junio de 2008

Apología del rock

Aunque parezca mentira, todavía quedan ciertos fulanos y fulanas que no entienden que los Rolling Stones fueron la banda de rock más grande de la historia. Es cosa de no creer, pero existen. Los conozco. Si los habré visto yo. Si los habré oído a estos seres deshauciados murmurar en la honda noche, cuando la luna y la soledad dan generosa cabida a sus locas fantasías. Son peligrosos, te digo. No hay que fiarse de ellos. Vendrán y te dirán que el rock, la música, es su máxima pasión y que no hay nada como un buen vinilo junto a una copa de tinto. Pero a no confiarse. Son seres que después te alaban, por ejemplo, a los Beatles. ¡Los Beatles!, hay que ver. Una banda que, dada su clamorosa incompetencia, a tres años de comenzar su carrera profesional tuvo que retirarse de los escenarios para encerrarse en EMI y hacer cut & paste. Otros hablan de, escuchen ésta porque es para partirse, ¡Pink Floyd!. Así como lo leen; Pink Floyd. Esa terapia meditabunda de living-comedor para el yuppie que vuelve cansado de hacer alpinismo en la escala social. Y ni siquiera quiero mencionar a los que creen que la buena música empieza con Iutú, o con Nirvana, o con Radiohead, o con - Dios nos guarde y nos proteja - Coldplay. Sí, hermano, hay de todo; estos bicharracos, para desgracia de la humanidad, existen.

El antídoto también existe. Hay un tema, casi oculto al final del olvidado álbum Goat's Head Soup (1973), cuyo nombre es Starfucker pero que los cánones morales de las discográficas han preferido rebautizar con el seudónimo de Star Star. No se trata, ni por asomo, de una de las grandes canciones de la banda; entre tantas y tantas que han grabado, casi parece del montón. Aún así, Starfucker sirve lealmente al apostolado Stone que hoy nos convoca. Arranca con una guitarra que hornea Keith Richards (al que muchos reconocerán por su participación en Piratas del Caribe III) pero que amasó, sin dudas, el espíritu de Chuck Berry (al que muchos recordarán por su cameo telefónico en Volver Al Futuro I). Eso es. Arranca el tema, la guitarra pela riff, la batería tictaquea, Jagger asalta con unas líneas (Baby, baby, etc.) y la cosa, un rockito midtempo nomás, parece estar medianamente buena. Pero algo como que está faltando ¿No? Escuchen por ustedes mismos: ¿No es que falta algo? ¿No hay como una sensación de sed, de anticipación incómoda? Sí, no es joda: alcanzamos a interpretar una ausencia: la canción está pero no está.

Y entonces, la segunda estrofa. ¡BANG! Algo pasa. No se sabe muy bien qué es, pero nuestra parte trasera - el culo - empieza a columpiarse impunemente de un lado a otro, sin parar. La conciencia no opera, ya no decidimos si movernos o no. Nos movemos y listo: es puro reflejo de unos músculos y unos tendones que no hacen nuestra voluntad sino la suya. Naturalmente, nos sentiremos como violados y diremos "eh, loco, qué me está pasando", pero para esas alturas será muy tarde; el efecto del antídoto es irreversible. Es bastante probable que, mientras seguimos bailando, la cabeza nos deje de funcionar como lo haría en circunstancias normales; razonará de otra manera, o ni siquiera. Simplemente sabrá, entenderá, confesará que los Rolling Stones son, efectivamente, la banda de rock más grande de la historia.

Lo que pasó en el medio, amén de su misterio insondable para el intelecto, es obra de la sección rítmica más esencial de la historia del rock. Sin acaparar los flashes fotográficos ni la regularidad del magazinismo pedorro, Charlie Watts y el viejo desertor Bill Wyman tenían (tienen) una comprensión del ritmo rock que ninguna banda ha tenido jamás. El truco es sencillo, y si no lo querés saber tenés que parar de leer acá. Eso que faltaba en la primera estrofa y que aparece en la segunda es nada más ni nada menos que el bajo. Los Rolling Stones usaron bastante este truco - de demorar la entrada del bajo - en muchos de sus rockers más conocidos. Parece una soberana estupidez, pero el efecto es infalible: el oyente, sin advertir qué es exactamente lo que cambió, percibe de pronto que la canción está ahí, finalmente. Y el cuerpo, pleno y dichoso de golpe, danza. No puede evitarlo.

Charlie Watts es, además, un baterista excepcional que casi nunca golpea el tambor cuando nuestro metrónomo interno lo espera. A veces es un poquito después; casi siempre un poquito antes. Charlie da la sensación de ir más rápido que sus compañeros y que nosotros, de estar siempre como escapando. La famosa inexpresividad de su lenguaje corporal es, como mínimo, engañosa; él es el motor que hace avanzar cada canción, que la empuja siempre un poco más hacia adelante, provocando una sensación sutil - y no tanto - de aceleración, de desplazamiento. Los temas de los Stones no son centrados ni, mucho menos, prolijos: parecen estar en el borde de la cornisa, a punto de caer, huyendo como locos hacia alguna parte. El vértigo es inevitable; y la adrenalina también. La clave es el movimiento, y es Charlie quien hace que las cosas se muevan.

¿Cuál es el sentido de develar estos detalles minuciosos? ¿Por qué explicarle a la mente lo que el cuerpo ya sabe de memoria? Vamos a la grano: la música es, como todo arte, una metáfora, un recurso positivista que otorga formas sensibles a cosas que no podríamos nombrar o experimentar sin los sentidos. No se trata de mera simbología, de poner una cosita en lugar de una cosa y ya. El bajo entrando dos o tres compases después, no representa esa manija de la que agarrarnos o ese suelo donde pisar; mientras suena, simplemente lo es; tanto como hacer pie en la arena cuando pensábamos que el océano nos tragaba; tanto como ver, por fin, en los ojos de alguien eso que no sabíamos si existía. Por el contrario, el tamborileo huidizo de Watts es la carrera frenética que nunca acaba, esa urgencia de querer llegar a algún lugar que no está o a una plenitud que se escurre cuando creemos tenerla al alcance de un manotazo. El bajo de Wyman nos afirma en algo; el ritmo sincopado de Watts nos pone a correr: ambos coexisten y con eso arman lo que pueden. Sobreviven, como vos y yo.

Igual no hace falta ponernos tan filósofos (o pretenciosos) para rastrear este tipo de contradicciones fundamentales. Éstas son más comunes de lo que se cree, están en todos lados. En alguna instancia, todo en la vida es una gran contradicción. Los Rolling Stones son rock porque en ellos conviven abiertamente todos los aspectos de tal concepto (¡qué es el rock sino un concepto!): las ínfulas de rebeldía y la corrección política; el sótano románticamente andrajoso y la factoría multimillonaria global; los excesos autodestructivos y el burocrático oficio de músico; la pasión del artista y la mundana persecusión de la fortuna. Todo eso son los Rolling Stones y todo eso es el rock. La tensión entre unos carriles sobre los que las cosas funcionan, y unos vuelcos irreverentes que conducen al colapso regenerador; entre la ejecutividad de Jagger y la ruina de Richards; entre el bajo de Wyman y la batería de Watts.

Sabemos, entonces, que los Rolling Stones son la banda de rock más grande de la historia porque esta irresolución que nos funda a todos nosotros y a nuestra extraña comunidad es el sustrato que rezuma en cada una de sus canciones. Canciones con sus verrugas, sus fricciones, su puta corrosión. Las cuales, cada vez que suenan, nos buscan la yugular como un puñal sin tiempo. Las cuales, sin problemas, pueden ser tocadas por los cuatro homínidos británicos ante las audiencias más aristócratas y poderosas. ¿Y qué? Son canciones reales. La perfección que otras bandas de rock anhelan es indeseable; los Stones saben que no hay ninguna credibilidad en ella. Porque no existe tal cosa como la perfección - o la coherencia -, en este irredento mundo de mierda.

PROMOCIÓN OPCIONAL CON SU COMPRA: 10 perversas e intimidantes canciones de los Rolling Stones: ACA (para darle sonido a las tristes palabras).

domingo, 15 de junio de 2008

Hipótesis al azar

Desprecio con rústica afabilidad a quienes solo perciben el negro o el blanco y cuyo discurso es tan afecto a dictámenes rotundos del tipo 'use y tire'. Su aversión al análisis (o al fundamento) los condena - gran paradoja - a una alarmante viceversa entre ambos pigmentos, según dónde apunten las giraldas en el muy contextual día de hoy. Pero aún antes he acabado despreciando mis propios escrúpulos; mi adicción al relativismo que incuba un cambalache de desmesuradas contingencias. Lo que me maravilla de estos dos abordajes es que, embusteramente antagónicos, sus prédicas versan en torno al mismo axioma: no tener nada en claro. Uno porque se apresura en la definición, otro porque la demora eternamente. Creo que, de camino a la felicidad, es hora de preguntarme dónde está el punto intermedio entre el gris y el negro; entre el gris y el blanco.

imagen: beccar

jueves, 12 de junio de 2008

SPAM

The person had a great sense of humor / On top all night / Bis zu 300 Euro Nebenverdienst / Master in bed / D How to EnlargePenis? / This pill can add 3 inches for you / Vittel gegen Impotenz / But smile / Be patriot / Attitude of the Hero / Viel Penunzen in klitzekleiner Zeit / Secrets and lies of celebs / Be patriot / 10 ways to act in bed longer! / Re[2]: Looking for committed relationship / Yolanda Sabrina Leyes te ha enviado una solicitud de amigo(a)s de hi5 / Do it right / Windows me / Don't be left out of degree selection / You will have no rivals on porno channels! / Dear patient, we would like to advice you Canadian Chemis for all your health needs / Viel Taler in minimaler Zeit / for several months at a time), your doctor should check your minutes / magic helpers / Bad night? / 80 / Superior replica watches for you / Bad night? / Wanna have bigger? / Stop feeling inadequate now / Shocking porno dvd Clara Morgane / WHY buy original? we sell at 8-10% of ORIGINAL PRICE: BvlgariRolexRado, Dior, IWC, Longines & LV + Gucci Bags qdowk dx / Increase ur VALUE - Buy Degree/Bacheelor/MasteerMBA certificate, NO STUDY needed! onbrlo 3wd / Express meds delivery / New sexy songs Christina Aguilera / Real Cheap! V1A@RA, CIALIZ & 350 others medications to choose from hjbxe ns / Wanna have bigger? / bypassed bedevils / Affordable brand name watches / Huge increase in size available right NOW! / *In design CS 3* / Biggest drugs here / Why does not work amazon.com? / can we talk? / Vagria and Calias / And notion / I so absolute / Elegant watches less than a half / video with a naked celebrity Shocking for fede-fer / In your arms / Re: / Love me tender, love me true / VIAJE DE QUINCE / Inexpensive IWC watches / I cannot forget you! / minimize if you have ever had any unusual or allergic reaction to docosanol / sexy songs Kick-up for fede-fer / Increase your girth today / Sharon Stone favorite shop / mates specimenise / Stunning porno dvd Kylie Minogue / Man Lebt nu einmal - probiers aus ! / my celebrated / crossbreed pipistrelle...

lunes, 9 de junio de 2008

Las cien mejores canciones del rock. TOP-TEN

#10. The Great Curve - Talking Heads
Album: Remain In Light (1980).
Letra y música por David Byrne, Brian Eno & Talking Heads.
Lírica clave: "The world moves on a woman's hip".

No se puede refutar: el mundo se mueve sobre las caderas de una mujer, y punto. Acaso una de las conclusiones filosóficas más jugosas (o sexys) que aparecen en un tema rock. Pero pará; ¿Alguien dijo "rock"? Hay que ser atrevido para poner etiquetas de esa calaña ("tema", "rock") a esta telekinesis inverosímil de polifonías, ritmos de jungla y vaya uno a saber qué otros artilugios. Remain In Light es uno de esos álbumes tan influyentes que, paradójicamente, nadie ha podido imitar jamás. Ni falta hace; que se haya publicado en 1980 en este caso no pasa de mera anécdota, porque es un álbum que gira más allá del tiempo terrestre. Algún oyente ávido de anclajes encontrará asociaciones con la actual música electrónica; otros con el movimiento world-music o tal vez con el muy posterior trip-hop. Pero al fin y al cabo lo que triunfa sobre la palabra es la confusión y la música. En The Great Curve David Byrne comienza declamando que "sometimes the world has a load of questions / seems like the world knows nothing at all". Una de esas preguntas, diría yo, es qué estaban pensando los flacos éstos al pergeñar tan inhumano groove, que arranca por el lado del funk para culminar en un mantra glorioso de voces y un par de alocados solos invitados de Adrian Belew. ¿Cómo lo hicieron? ¿Cómo se les ocurrió? Parece que el mundo, realmente, no sabe nada. Lo mejor es parar de hacer preguntas, subir el volumen bien alto, ajustarse los cinturones y dejarse zarandear por este mamotrético diluvio de asteroides. Inolvidable.

#9. Sheep - Pink Floyd
Album: Animals (1977).
Letra y música por Roger Waters.
Lírica clave: "Have you heard the news? The dogs are dead!".

El inicio de Sheep es una perfecta acuarela de la engañosa calma que antecede a la tormenta. "Only dimly aware of a certain unease in the air" vocifera Waters en la primera estrofa; acaso no haya mejor analogía musical que los teclados de Wright y el pulso de Waters surgiendo de fondo como un espectro intranquilo. Todavía me acuerdo de la exacta primera vez en la que escuché esa intro: "acá va a haber bardo", pensé. Y tenía razón. Solo una banda como Pink Floyd es capaz de crear un clima tan poderoso con el mínimo de recursos, y este sanguinario epílogo de Animals está entre los mejores ejemplos. Porque Sheep, si nos ponemos a analizar, es poco más que pura textura. Ahora bien, ¡qué textura!. La simpleza de la composición es tan llamativa como la escandalosa maestría de estos tipos para articular cada sonidito en el momento preciso - de tal forma que, diría Borges (a quien, se rumorea, le gustaba mucho Floyd), parecen articular directamente el momento, siendo el sonido mera extensión material del mismo. Los micro-instantes sublimes que se encuentran aquí son tantos, que enumerándolos terminaríamos "narrando" la canción entera. Lo importante, lo realmente importante, es esa tensión asfixiante que van montando, para largar todo en una catarsis guitarrera final que nos arranca el corazón. Como ha ocurrido ya con otras canciones de la lista, la cosa pierde buena parte de su peso fuera del contexto del brillante Animals, en el que Waters imagina a la madre de todas las revoluciones aniquilando por fin al capitalismo. Cuánto faltará para eso, quién lo sabe; solo se me ocurre que Sheep sirve muy bien de metáfora para la acumulación de mierda que década tras década propicia este "fin de la historia", hasta que un día (un siglo) la cuerda se va a cortar y cada uno a correr por lo suyo. Para entender entonces de qué se trata el asunto, aconsejo dejar de leer ahora mismo y remitirse, otra vez, al mejor álbum de Pink Floyd (que imagino ya han escuchado todos, como corresponde). En mi defensa, puedo esgrimir que no he incurrido en la travestía del compilado Echoes, que la incluye a costa de la infamia de ¡EDITARLA! ¿A quién se le ocurre editar la perfección? ¡Pues a los mismos miembros de Pink Floyd, claro! El dinero todo lo puede. Solo se lo perdono a Roger por haberla incluido en el setlist de su última gira y haber llenado River de oscuridad y miedo, para mi deleite.

#8. Marquee Moon - Television
Album: Marquee Moon (1977).
Letra y música por Tom Verlaine.
Lírica clave: "All this time with the marquee moon, but just waitin'".

¿Por qué termino optando por el tema titular cuando muy bien podría haber escogido Elevation (como sugirió Corvino), Friction (casi, casi) o Venus? ¿Es solo por bautizar con su nombre a uno de los álbumes más orgásmicos jamás grabados? ¿Es solo porque es más larga y, por lo tanto, tiene ese regusto épico que correspondería a un top-ten ambicioso como éste? ¡Probablemente! En realidad no tengo ni idea. Es una canción perfecta, pero lo mismo puede decirse del resto del disco; tomémosla entonces como una elección de carácter aleatorio para representar a una de esas bandas y a uno de esos álbumes que previsiblemente iban a terminar apareciendo entre las diez primeras de la lista. Yo quería ser original, pero llega un punto donde ya no se puede. Desde la misma hora cero en la que comienza el riff, esa dialéctica guitarrera entre el Marx y el Engels del rock (Verlaine y Lloyd), queda bastante claro que esto será cosa de una vez en la vida. Hasta mi viejo entró una vez a mi cuarto, mientras Marquee Moon sonaba a todo culo, y me dijo: "che, esto es bueno". Mi viejo, que no oye más que ruido en todo lo que no sea Pink Floyd, Piazzolla o Beethoven. Verdaderamente es poco lo que se me ocurre para decir sobre esta perfecta obra de arte, que incorpora influencias de la psicodelia y el garage-rock de los 60's, barnizándolas con una capa de refinamiento compositivo inédito. La parte media instrumental; el descomunal solo de Tom Verlaine y su celestial disolución entre aleteos y milagros, está entre los momentos más trascendentales de la música del siglo XX. Once minutos se hacen casi que demasiado poco; para escuchar con la luz apagada y la mente encendida.

#7. Tin Soldier - The Small Faces
Album: single (1967).
Letra y música por Ronnie Lane & Steve Marriott.
Lírica clave: "I'm a little tin soldier that just wants to jump into your fire".

Steve Marriott había empezado a cocinar este temita para que lo cantara P.P. Arnold (una artista de gospel de la época), pero le terminó saliendo tan bien que al final decidió quedárselo para él y su banda, los Small Faces (aunque Arnold aparece haciendo coros). El resultado: un clásico de todos los tiempos que, por desgracia o por fortuna, casi nunca se lo reconoce en su justa dimensión. A los que alguna vez fuimos niños quizá nos hayan contado un cuento de Andersen llamado "El soldadito de plomo", una desgarradora fábula - algo psicodélica también - en la que dos jueguetes enamorados, tras varios desencuentros, deben inmolarse en el fuego de una estufa para realizar plenamente su amor. Inspirado por esa mágica (y trágica) conclusión, Marriott nos brinda una de las canciones románticas más ardorosas y urgentes jamás concebidas. "I am a a little tin soldier that wants to jump into your fire" canta en el comienzo, y el sentimiento en su voz - hablamos de un cantante del carajo - arde ya con una pasión difícil de asimilar. El resto de este fulminante rocker (el riff es tan antológico que los Stones lo imitaron en su semi-hit Heartbreaker) no hace más que aumentar y aumentar y aumentar; la sensación de abandono se va completando hasta explotar en un final que me deja estupefacto cada vez. Si algo parece quedar claro - en la canción y en el cuento - es que amar de verdad implica desintegrarse por completo. Y hay que tener huevos. Marriott se tomó el mensaje tan a pecho que, en 1991, efectivamente murió quemado al incendiarse su casa por accidente. ¿Casualidad? Difícilmente; más bien pienso en los extraños vaivenes del destino, que en este caso hacen a Tin Soldier vivir y retumbar más que nunca.

#6. Riders On The Storm - The Doors
Album: L.A. Woman (1971).
Letra y música por John Densmore, Robbie Krieger, Ray Manzarek & Jim Morrison.
Lírica clave: "Into this house we're born, into this world we're thrown".

Riders On The Storm es la despedida oficial de Jim Morrison de la música grabada. Nada menos. Hasta último momento los Doors siguen explorando los más lejanos páramos del rock y la psiquis humana, retomando la cenagosa senda de opus como The End, When The Music's Over o The Soft Parade con un estilo mucho más "lounge" y jazzero pero no por eso menos perturbador. Los inquietantes fraseos de Morrison ("There's a killer on the road / His mind is squirmin' like a toad") son hábilmente doblados por un susurro fantasmagórico que congela la sangre, como si el tipo cantara a dúo con el propio espectro en el que pronto se iba a convertir; Roby Krieguer no se queda atrás y ameniza con un par de carnosos lenguetazos de guitarra a la Morricone; John Densmore regula sístole y diástole con el más impecable swing. Pero la vedette de la noche - porque este tema indudablemente ocurre de noche (y con lluvia, claro está) - es Ray Manzarek y ese legendario solo de teclado rhodes, una delicatessen sonora que podría escuchar treinta veces seguidas sin pestañear. Entre tanto; ¿quiénes son estos misteriosos jinetes en la tormenta?, ¿quiénes son estas figuras ecuestres que aparecen y desaparecen bajo ominosas cortinas de lluvia? Tal vez seamos nosotros mismos, seres perdidos en la inmensidad del universo taciturno, yendo para donde podemos, sin ver, sin siquiera adivinar cuál es el futuro y con la muerte aguardando, seguro, a la vuelta de cada recodo (lo cual fue tan cierto para Jim como lo es para todos los demás). Tal vez solo esté alucinando. Lo cual no deja de ser apropiado: porque sí, porque es una canción alucinante.

#5. Won't Get Fooled Again - The Who
Album: Who's Next (1971).
Letra y música por Pete Townshend.
Lírica clave: Meet the new boss, same as the old boss

Hay algo profundamente irónico en Won't Get Fooled Again; para ser un himno al escepticismo, la banda le pone bastante convicción. Townshend advierte al mundo que ya no serán engañados otra vez con falsas revoluciones y promesas de cambio; sin embargo, una fuerza creyente y apasionada emerge de cada uno de los acordes eléctricos que el tipo va tirando (como cachetadas). La voz de Daltrey suena mucho más cerca del triunfo que de la desilusión, aún cuando, al final, canta la lapidaria frase "meet the new boss, same as the old boss". En última instancia intuyo que es esta ambigüedad la que convierte a Won't Get Fooled Again en un manifiesto más complejo y perdurable de lo que superficialmente parece (la comparo con la pacifista Revolution de Lennon). ¿Qué hay detrás de la decepción de la letra? ¿Pete está clamando por una revolución "real"? ¿O asume, con resignación, que ésta es impensable y que ciertas cosas nunca cambian? La primera estrofa es eufórica a más no poder: "We'll be fighting in the streets / With our children at our feet". La segunda empieza a revelar hastío: "And the world looks just the same / And history ain't changed / 'Cause the banners, they all flown in the next war". La tercera ya no tiene vuelta atrás: "And the parting on the left / Is now the parting on the right / And the beards have all grown longer overnight". ¿Y por qué, entonces, en ocho minutos y pico, la canción es una maquinaria aplastante de rock and roll? ¿De dónde sale la fe para elevar tanto ardor? Si algunos tienden a interpretarla más por el lado del conformismo ("no vale la pena luchar por nada porque al final todo da lo mismo"), para mí se trata justmente de todo lo contrario. Won't Get Fooled Again es el incoformismo esencial del rock en su máxima expresión; ya ni la revolución aplaca su sed de algo mejor. En ese grito final de Roger Daltrey - ese aullido antológico que nos paraliza la circulación - se palpa tanta frustración como desafío; y tal vez, detrás de una letra desencantada, la música nos esté diciendo que todavía existe una utopía por la cual seguir cantando, por la cual seguir haciendo rock and roll como éste. Y que sí, nos van a volver a engañar, muchas veces. Ese es el precio de creer.

#4. Since I've Been Loving You - Led Zeppelin
Album: Led Zeppelin III (1970).
Letra y música por John Paul Jones, Jimmy Page & Robert Plant.
Lírica clave: "But baby since I've been loving you I'm about to lose my worried mind".

Fieles a la tradición, los muchachos de Led Zeppelin "se inspiraron" en la letra de un tema de Moby Grape (llamado Never) para grabar este impromptu live-in-the-studio que terminarían convirtiendo en algo así como la mejor pieza de blues de la historia. El mérito está en las notas musicales que, esta vez sin sospechas, son creación legítima de Jimmy Page y compañía. Para reconocer qué es lo que hace de Led Zeppelin una banda grosa grosa, no hace falta mayor testimonio que esta canción del olvidado-pero-ya-no-tanto tercer álbum. Uno los escuchó tanto que ciertas cosas se dan por descontado, pero hay que reparar en la poco obvia intensidad que los tipos le otorgan a una simple improvisación de blues, algo que en manos de cualquiera podría haber sido cosa de rutina. Since I've Been Loving You empieza como perezosa; hasta se escucha chirriar al mal aceitado pedal de John Bonham. De a poco, se va "poniendo". De a poco, va adquiriendo proporciones majestuosas sin más armada que voz, guitarra, batería y órgano. Nada más. John Paul Jones ni siquiera toca el bajo; el único doblado adicional es el arrebatador solo de Page que, aunque ni hace falta recordarlo, es su cúspide como guitarrista. Si hay un instante hermoso en alguna canción de Zeppelin, es aquel en el que el solo explota en una cascada imparable de notas y Plant grita "watch out!" (como diciendo: ojo con lo que viene ahora, no digan que no les avisé). A partir de allí la canción ya se pierde en alturas insalvables: la pasión increíble con la que termina cantando Robert Plant ("I said you had the NERVE to tell me you didn't want me no more"), agonizando de angustia, es para estremecerse. Since I've Been Loving You es un grito primal, desnudo, que no convoca mayor análisis que el de las lágrimas o la tristeza.

#3. Hey Jude - The Beatles
Album: single (1968).
Letra y música por John Lennon & Paul McCartney.
Lírica clave: "The movement you need is on your shoulder".

Cuenta la historia que Paul McCartney escribió Hey Jude en un auto, yendo a visitar a Cynthia Lennon, quien acababa de divorciarse de John luego de que éste se fuera con Yoko Ono. Cuenta la historia que la escribió pensando en Julian, el hijo de Lennon, para consolarlo por la separación de sus padres. Cuenta la historia que cuando, poco después, se la cantó a John, se excusó por la línea "The movement you need is on your shoulder" - prometiendo cambiarla más adelante - y John le respondió que ésa era justo la mejor frase. Cuenta la historia que Lennon, un gran admirador de la canción, siempre sintió que Paul le estaba cantando a él, dándole su consentimiento para entregarse sin reservas al amor de Yoko y de a poco ir abandonando la amistad que los unía. Cuenta la historia que los Beatles la publicaron como single en 1968, con Revolution, de Lennon, en el lado B del vinilo. Cuenta la historia que se convirtió en el más exitoso de la banda, aguantando nueve semanas en el número 1 de los rankings, aún cuando en la época los simples no pasaban de tres minutos y éste duraba siete. Sin embargo ¡qué poco cuenta la historia sobre Hey Jude! A pesar de todo el tiempo que ha pasado, y de lo celebérrima que es la canción, todavía nadie sabe exactamente de qué habla la letra. McCartney pareciera dirigirse a toda la humanidad y a la vez a la fibra más íntima de cada uno de nosotros, para que completemos el sentido desde nuestra experiencia. Una de las cosas que más me apabulla de Hey Jude es que, cuando la escucho, se me pasa lo beatlesco de la canción; es decir, se me olvida que son los putos Beatles con sus instrumentos, sus voces y sus leyendas los que grabaron esto. Es como si Hey Jude se hubiera desvinculado de sus creadores, como si se alienara de la mundana poiésis. Mi teoría es que la canción existió siempre y solo escogió el momento preciso para revelarse a través de una banda de rock, disfrazada de autoría. El primer segmento podría haber pasado como una balada comercial más - de esas que McCartney componía tirándose un pedo - de no ser por el maravilloso tono elegíaco que adquiere la voz de Paul y la melodía. Hay algo espiritual, hay una cualidad extrañamente eterna en esas notas. ¿Y qué voy a poder decir de la inmensa coda de cuatro minutos que no se haya dicho hasta hoy? Nada, porque en esos alaridos victoriosos de McCartney emanan el profundo dolor de la pérdida, el animarse a amar nuevamente, la necesidad imperiosa de levantarse y de seguir adelante. La vida misma. Allí es donde yace el corazón de la canción más universal jamás imaginada.

#2. Desolation Row - Bob Dylan
Album: Highway 61 Revisited (1965).
Letra y música por Bob Dylan.
Lírica clave: "All these people that you mention, yes, I know them, they're quite lame; I had to rearange their faces and give'em all another name".

Si la genialidad de Highway 61 Revisited pudiera - ojalá - resumirse en un solo gesto, éste sería el de concluir un álbum eléctrico hasta el tuétano con una épica acústica de once minutos y medio de duración. Pero ¿solo de eso se trata Desolation Row? La mayoría de las letras de Bob Dylan hacia 1965-66, y ésta en particular, son tan enrevesadas que la gimnasia habitual de interceptar metáforas puede convertirse en una peligrosa acrobacia ¿Y qué si Dylan tan sólo está jugando con ciertas palabras inglesas y el ingenio? Hace poco leí por Internet una definición que me pareció estupenda: Desolation Row es teatro para la mente. Exactamente de eso se trata. No importa tanto si existen mensajes oscurridizos en las conjunciones o si hay referentes enmascarados en los personajes. Sí importa la imaginación, importa la fantasía, importa ese extraño lugar que no sabemos bien dónde está; en donde venden postales de los ahorcados y pintan los pasaportes de marrón; en el que todos están haciendo el amor o bien esperando que llueva; en donde a medianoche salen los agentes a redar a todo aquel que sabe más que ellos; en el que todos gritan "¿De qué lado estás?" mientras el Titanic navega al amanecer. Cada momento lírico es asombrosamente perfecto en su poesía. Poesía que puede ser tan absurda como turbia o bella, pero siempre evocativa; Dylan logra que cada imagen se nos dibuje en la mente como un recuerdo, como si nosotros también hubiéramos, alguna vez, estado - o soñado estar - allí. Porque mi sospecha siempre fue la misma: de alguna manera Desolation Row es un lugar al que cualquiera pertenece. Todos formamos parte, pienso, de esta extraña comunidad de perdedores, payasos y próceres (a los que Dylan tuvo que "rearrange their faces and give them all another name") que, desfilando eternamente por la calle de la desolación, no son más que almas extraviadas en el carnaval sin fin de la vida. Bob Dylan el músico, el poeta, el dramaturgo, el pintor - el artista - sólo nos está soñando desde alguna cama de hotel.

#1. Gimme Shelter - The Rolling Stones
Album: Let It Bleed (1969).
Letra y música por Mick Jagger & Keith Richards.
Lírica clave: "I tell you love, sister, is just a kiss away".

Solo bastan los primeros quince segundos de Gimme Shelter para comprender que estamos ante la mejor canción de rock de todos los tiempos. Es difícil imaginar un comienzo más siniestro, con ese ulular escalofriante que llega hasta los huesos y esa carga de tensión poco explicable que se aviene desde el horizonte, como una tormenta en las guitarras (¿es un riff? ¿un arpegio? ¿un rasguido? ¿cómo se toca eso?). Esa magnífica orquestación, en la que cada compás adquiere un nuevo volumen de intensidad y negrura, es apenas un prólogo para el rock n'roll más hardcore que se pueda concebir. Las borrosas guitarras trituran de fondo como un holocausto; la armónica distorsionada es la hemorragia de una bestia herida; los golpes de batería de Charlie Watts - tam, tam, TAM! - son como puñaladas en la garganta y la voz de Mick Jagger, casi sepultada entre tanto infierno, timonea un alarido desfigurado que apenas se entiende. El artífice de todo esto es, lógico, Keith Richards. Él solo, inspirado por vaya uno a saber qué tentempiés psicológicos, apiló guitarras hasta hacer germinar este sonido de blues caleidoscópico, embrujado. Pero dado que con eso no era suficiente, en medio de las sesiones alguien dijo: "me pinta una voz de mujer", y llamaron a Marry Clayton, en cuyo solo vocal canta con tanta entrega que la voz se le quiebra cual media corrida: otro momento para la piel de gallina y van... "War, children, is just a shot away!" cantan juntos en la apoteosis del tema, y no hay lugar para segundas lecturas; Gimme Shelter, este Heart Of Darkness del rock, escenifica como ninguna otra canción el horror más primario que puede sentir el hombre ante una violencia que lo supera. Y aún así, la enigmática vuelta de tuerca del final ("Love, sister, is just a kiss away") pareciera sugerir una luz al final del túnel. Es un mundo grande y terrible, pero aún entre la amenaza constante está el resquicio para encontrar el amor de alguien. Ese es el chiste de vivir acá, conjeturo.

CLICK ACA PARA BAJAR LAS CANCIONES - PARTE 1
CLICK ACA PARA BAJAR LAS CANCIONES - PARTE 2
[archivo .rar / mp3 - 192kbps]

domingo, 8 de junio de 2008

Hipótesis al azar

Preconizo a las mujeres por mi sexo, pero sobre todo por su irrenunciable proclividad a la creatio ex nihilo. No sospecho a Dios, seguro, pero sí a la mujer y a su misteriosa orografía cognitiva, fértil en el desaire de los rótulos racionales con los que nosotros, los hombres, pretendemos embalsamar al universo. Qué es la inteligencia femenina, sino una lotería de confabulaciones; arena movediza para los lobos exégetas de la dialéctica. La mujer es un agrio veneno que mata causas y consecuencias, un altar donde los ejes cartesianos son ritualmente confinados al absurdo o al holocausto (que son sinónimos). La masculina inutilidad para pronosticar a las mujeres se corregiría con un cambio (una supresión) del verbo: no hay nada que pronosticar. La mujer es lo que elide al hombre cuanto más busca éste pronunciarse; el ingobierno de impulsos, el gambito del sexo - esa obstinación - que inspira mayores crueldades que el deleite. La mujer no se rastrea con coordenadas, y no existe posesión que la dilucide. El hecho de que, con todo, su cuerpo intercepte los sentidos - si tan solo fuera una especulación o un ser mitológico -, hace de esta negación algo tan perturbador y atractivo como un secreto.

imagen: perú y rivadavia - buenos aires

lunes, 2 de junio de 2008

Se viene


#El top-ten

Hagan sus apuestas...

domingo, 1 de junio de 2008

Hipótesis al azar

La conquista del aburrimiento es la empresa más ardua de todas a las que me he encomendado. En ocasión de ciertos airosos fracasos, me tienta abreviar al mundo como un capricho rabelesiano sobre el que depositar mi fe sería de lo más ilógico. Qué titánico oficio implica reaceptar la pantomima del 'día a día' cada vez que lo prodigioso parpadea de súbito para sumirse luego en una bradicardia y morir. Y aún lo prodigioso ¿no abdica de su condición en el caso de perdurar? Parece que la satisfacción está sentenciada a la brevedad eterna (o a la constante intermitencia, para mayor exactitud). Voy redactando la vida en mil libretos corregidos sobre la marcha - arranco hojas, borroneo renglones, tacho escenas enteras como si nunca hubiesen ocurrido. Luego de alguna meditación falsamente perentoria intento reencauzar la órbita, mapear con lucidez, apostar sobre indicios alentadores. Pero más tarde o más temprano se incurre en aquel doble error, siempre perdonable y siempre igual: demasiada expectativa sobre fantasías; escasa vocación para adaptarse a lo que hay. ¿Debo culpar de esto a mi jovialidad?. Admitir que la esperanza (brindar por algo) es tan solo el imprescindible preámbulo de la decepción no me evita esfuerzos para esperanzarme: burdo desacato a otra forma de ser.

imagen: beccar