martes, 6 de marzo de 2007

Noticias de la Guerra (Letters from Iwo Jima)


He's a hero of the war
All the neighborhood is talkin' 'bout your son
Mrs. Reiley get his medals, hand them 'round to everyone
Show his gun to all the children in the street
It's too bad he can't shake hands or move his feet

He's a hero of the war
You can see his picture in the local news
Mrs. Reiley seems the girl next door is nowhere to be found
Once you couldn't keep that boy from hangin' 'round
Never mind dear, you're with your mum once more

He's a hero of the war
Like his dad he gave his life the war before
It was tragic how you almost died of pain when he was born
With no husband there beside you through it all
Ring the bell if you get hungry or you fall

You're a hero of the war
Why those teardrops on your cheek? it's so absurd
Feelin' empty it's the emptiness of heroes like your son
And what made him leave his mother for a gun
Driven forward driven back and nothing more


Scott Walker
Hero Of The War
Scott 4 - 1969


Tengo problemas con las películas bélicas. He visto unas cuantas, la mayoría muy buenas, pero usualmente me quedo con la insatisfactoria sensación de que el mensaje no es completo. Siempre llego a la misma conclusión: por más explosiones, llantos y ríos de sangre que se muestren en pantalla, un filme nunca podrá comunicar cabalmente la locura de la guerra. Nunca podrá, lo ilumino con otras palabras, lograr que el espectador comprenda en carne propia lo que puede significar para una persona ser arrancado de su vida, reducido a soldado y llevado al desperdicio de una muerte y/o mutilación dictada por burocracias invisibles.

Tal falencia carece de peso en películas que utilizan la guerra como mero contexto para contar alguna aventurita de acción y suspenso (Caso True Lies, por citar un quasi-ejemplo). Pero las grandes épicas bélicas, como Letters From Iwo Jima, son en realidad anti-bélicas en su expresión y siempre quieren contarnos algo más: contarnos, básicamente, que la guerra es una mierda. La aventura y la acción pasan a un plano secundario; lo que se resalta es el descenso espiritual que implica la guerra moderna para un combatiente, en franca oposición a discursos tradicionales que enaltecen abstracciones como el "honor", la "hombría", el "patriotismo" y el "orgullo" de pelear por la nación.

En realidad, el mensaje es claro; pero como espectador lo que hago es descifrarlo a partir de las imágenes e incorporarlo a una suerte de base de datos junto con otros mensajes tales como publicidades, recortes de diarios, noticieros, etcétera. Entonces queda en mi cabeza una bonita colección de enunciados: "sí, el soldado se volvió loco por toda la cagada que lo rodea", "sí, pobre tipo, qué garrón debe ser saber que te vas a morir", "sí, mala leche la esposa que se queda viuda", "sí, qué triste cuando el otro se muere en la explosión" y "sí, la verdad es que la guerra es una mierda, viejo".

Hasta ahí todo fenómeno. Entiendo el mensaje y, aún mejor, me pongo totalmente de acuerdo con él. Pero nunca, nunca jamás, logro abarcar realmente lo que le pasa a los soldados. Veo montada en la pantalla toda esa destrucción, esa muerte, ese dolor, ese sintentido; entiendo racionalmente la trama y también sé que no es un invento sino algo que incluso está pasando ahora mismo en Irak. Ahora, salgo del cine y me voy a mi casa tranquilo a dormir o a tomar unos mates. Me olvido del tema. El muerto, el mutilado y el que está por morir pasan a ser anécdota, objeto de comentarios con conocidos que vieron la película. No soy insensible: la realidad de la guerra debe ser de una dimensión tan grotesca, tan terrible y tan alejada de mi órbita que no me queda otra que ser sustancialmente ajeno a ella. Y así como la enésima noticia sobre 34 muertos en Irak pasa de página para llegar a la sección deportiva, las crueldades de Iwo Jima quedan atrás cuando uno vuelve de ver la película y se reencuentra con lo suyo.

En contraste con otro tipo de emociones que se pueden ver plasmadas en la pantalla en simetría con la propia vida, las emociones de la guerra sobrepasan el entendimiento normal, y no pueden ser completamente encapsuladas en una película. Los guiones que tratan sobre, por ejemplo, problemas de pareja, alienación en la gran ciudad o conflictos laborales, se encaminan fácilmente a ser comprendidos en cuanto el espectador pone en juego parte de su propia experiencia para darles sentido completo. Una película de guerra es, en lo que a las emociones de los personajes respecta, una caricatura. El espectador que no sabe lo que es estar en la guerra no puede entender con exactitud qué pasa por la cabeza y el corazón de un combatiente, aunque lo vea en pantalla. Cómo será así que, en la realidad, los soldados que vuelven cuentan poco de lo que han visto; ni siquiera ellos tienen palabras. El esfuerzo de un filme bélico tiene una enorme validez artística, pero conlleva una limitación congénita difícil de remediar. Es el precio, pienso, de aventurarse con un tema de semejante complejidad.

Más allá de tal visicitud (y sí, necesité cinco párrafos para explicarla, vaya economía), Letters From Iwo Jima tiene el mérito de ser una de las películas del género que con mayor simpleza ponen sobre la mesa su mensaje. Sin recurrir a los excesos alegóricos de un Apocalypse Now o al distractivo humor negro de un Full Metal Jacket, la película expone a la vista del espectador ni más ni menos que lo que necesita para expresar lo que se propone. Por eso, además de sus escenas de combate impecablemente filmadas (recuerda mucho a Saving Private Ryan, que no casualmente narra un episodio contemporáneo como el desembarco en Normandía) y de un guión que no escatima en momentos de cortante tensión, la película consigue dar relieve al aspecto más hondamente humano de los supuestos estrategas y hombres de hierro del campo de batalla.

El soldado es, antes, un ser humano. Y para el ser humano, enfrentado a la situación límite de la guerra, muy en el fondo no significan nada el tan mentado "honor" ni la tan mentada "patria" en comparación con todo aquello que lo sigue invitando a la supervivencia: la familia que está en casa esperando, las cosas del vecindario que siguen su marcha, el mundo que más allá de las nubes de pólvora sigue respirando. Letters From Iwo Jima es un poderoso manifiesto no sólo contra la guerra en general, sino contra el militarismo: el soldado convertido en una máquina de matar, insensible para la piedad y sin el más mínimo apego a la vida, sometido a técnicas de imbecilidad servil y suicidio "patriótico". El hombre deformado para que sea simplemente un autómata más en la gigantesca industria de la guerra.

Los personajes principales de la película de Eastwood no revelan su grandeza en tanto artífices de heroicas hazañas militares en una campaña predestinada al fracaso, sino como rebeldes de corazón ante la implacable logística que los condena. Con esa rebeldía, impotente y plena de desesperanza, estará la simpatía de los que fuimos a ver Letters From Iwo Jima.

4 comentarios:

Lorena dijo...

Las películas de guerra causan una reacción en mi más o menos como la que causa el sol a mis ojos cuando lo miro diréctamente, cuando lo contemplo...sin imaginar siquiera tener que quemarme cerca de él, es la mirada de terceros a la guerra, contemplar el sol en un clima en el que tu cuerpo sobrevive perfectamente...por eso, (porque no me gusta esa sensación y por eso no pude terminar de ver Saving Private Ryan) le huyo a las películas de guerra igual que le huyo a los fuertes rayos del sol y por eso mi pien es tan blanca...pero es ESA GUERRA que de da en cada cabeza, la guerra iconoclasta, la pelea interna que puede terminar también con muertos y heridos, precisamente esa guerra la madre de todo lo que tiene vida.
Por eso le puse a mi hijo Martín que significa hijo de Marte que es el Dios de la guerra, ese es el honor que se debe llevar con orgullo, no el de pelear por los intereses de alguna unión desgraciada de idiotas sin corazón.

Yo dijo...

Entiendo lo que planteas sobre este género de películas, las de guerra. Pero creo que ese tipo de emociones no deben ser "buscadas" a través de un drama.(o no han sido).
Por eso debe ser que las películas de guerras se promocionan más por lo real de su tecnología "cada vez parece estar más muerto", que por sensibilizar o, buscarle el verdadero sentido.
No sé, pienso que eso lo verías mejor en un documental, War Fotographer.
Pero bueno, ya me veré esta de Eastwood.

Lorena dijo...

Ya me la vi y es bien bacan pero no le encuentro algo TAAAAAAN fuera de lo comun, me gusta la última escena, y la del perro...ven a verla a mi casa antes de que yo ya no este y tengas que llorar por mi ausencia flaca jajajaja 11!
Por ahí nos vemos Fritz!

Anónimo dijo...

Querido Feder (desde España):

al tenor de tu entrada sobre la película de Eastwood (y a la cual llegué trasteando después de un afortunado encuentro con tu blog), decirte que pruebes con la lectura de "Modernidad y Holocausto", de Zigmunt Bauman. Son ineludibles las preguntas acerca de la anomia moral, de la autocomplacencia ética de nuestra sociedad occidental... quizá la guerra sea simplemente ininteligible, inasible, debido a que la sociedad moderna nos la hace precisamente ininteligible.

Seguramente muchos como yo sigamos planteándonos con pusilanimidad y emoción cuestiones tales como "¿Cómo es posible la guerra o ESA guerra?". "¿Cómo puedo dormir con ello?". Más aún, podemos acudir al ejemplo paradigmático del sinsentido humano: "¿Cómo fue posible el holocausto?". El consuelo y la falta de autocrítica se nutre en buena parte de nuestro sistema de propaganda melodramática (donde incluyo a películas formalmente maravillosas como "La lista de Schlinder"): "Cuánto horror, pero a la vez cuánta satisfacción y sosiego me produce verlo como horror. Yo no soy como ellos. Ellos, animales, no se integran en mi esquema de valores".

Quizá no seamos mejores que ellos en términos morales, quizá sólo estemos anestesiados. Para el ciudadano de a pie, resulta muy difícil solidarizarse con las muertes que tienen lugar en la otra punta del planeta. Seguramente no seamos mejores en términos morales, tan sólo vivimos en la sociedad dominante, aquella que produce y vive conforme al mito de que es la más civilizada y la más avanzada.

PD: Y gracias por la calidez de tu blog y de DR Music Studio, fieles compañeros en tardes de introspección.