sábado, 29 de septiembre de 2007

Donde es difícil desaparecer

A propósito del larguísimometraje de David Lynch Inland Empire, la novela de Roberto Bolaño Los Detectives Salvajes y otras güevadas.

HOLA. A ver. Hoy tengo ganas de escribir un post bien desacartonado, bien informal, sin nada preparado de antemano, sin efectismos, sin retórica; quiero caretearla de persona común y corriente, evitar las palabras ornamentales (por eso el uso de "evitar" en vez de "elidir") y hablar de cualquier cosa que me venga a la cabeza. A veces pienso que la prosa excesivamente rebuscada que me gusta cultivar (y ahí estoy cayendo, ven?) aliena a los lectores. Así que nada, vamos a las trompadas. Por ejemplo: estoy escuchando The Modern Dance de Pere Ubu y lo primero que se me ocurre es que lo voy a tener que escuchar unas 16 veces más para poder decidir si es un 10, un 9, o un 8. (De ahí no baja). Lo triste de la historia es que en días como estos no hay tiempo para escuchar The Modern Dance 16 veces (además de que no es recomendable para la sanidad mental de uno). Así que por ahora me pinta que "Street Waves" (track n°4) tiene un drive espectacular y que para bancarse "Sentimental Journey" (track n°9) hay que estar puestísimo.

¿Y de qué hablar en un post así de aleatorio cómo éste? (Una vez un profesor me fustigó por usar demasiadas veces la palabra "y" al escribir, pero qué va, a mí me encanta). Vamos al lugar común, o sea, reseñar brevemente lo que estoy leyendo / viendo / escuchando estos días, para quien pueda interesarle. Supongo que no serán muchos, o sí. Ojalá que sí. Ojalá que este post me haga famoso y mucha gente lo comente. Empecemos con Inland Empire, que es el más reciente bodoque de David Lynch. Fui al cine sin saber exactamente qué esperar (aunque evidentemente sabía que no iba a ver nada similar a Sara de la Pradera). Ahí está otro de mis vicios; las palabras terminadas en mente. Estaría bueno que la RAE se mande a inventar sufijos nuevos para adverbios porque así no se puede vivir.

En qué estaba. Ah! Sí, la peli de David Lynch. La ví con mi amigo Federico (que no soy yo mismo, sino un Federico que tiene la peculiaridad de no ser yo) en un cine top de la Recoleta. En medio del trance alcancé a ver que una pareja se iba a la mierda promediando la cosa, y el tipo que tenía al lado se la pasaba resoplando (resoplidos que traduje más o menos como "LA PUTA MADRE QUE MIERDA ES TODA ESTA MIERDA"). Sí, es ese tipo de película. Lynch filmó sin dudas el lime universal definitivo. Un delirio extremo que de tan grandioso, de tan faraónico, te deja absolutamente narcotizado. Juro, juro con énfasis, que nunca había vivido semejantes emociones, no solo en un cine, sino en cualquier parte (y eso incluye el asiento de atrás de un auto).

No quiero dar rodeos, la película es genial. Quizás la película más genial que haya visto en mi vida. David Lynch tiene mucha razón... ¿Qué sentido tiene ir a ver el enésimo guión tradicional con principio, conflicto, desarrollo y final cuando el cine puede hacer algo como esto? Posta, que alguien me diga. Ya ví como mil películas que me cuentan una historia (bueno, no, no debo llegar ni a las 200 películas vistas, pero se entiende la connotación). Es lindo y es entretenido; muchas de mis películas favoritas cuentan una o varias historias, pero ¿No termina haciéndose un poco cuadrado todo el canon del conflicto y el desarrollo y toda esa pavada que inventó Aristóteles hace, no sé, miles de años? Sí, cuadrado, cuadrado como si el cine se anclara a un isomorfismo con la pantalla en la que se proyecta (que es rectangular, y no es lo mismo que un cuadrado, pero bueno, el paralelogramismo recalcitrante está).

Ahí la cago. Breve paréntesis. Quería hacer un post desacartonado, casual, y de repente me mando con un "se anclara en un isomorfismo" que ni yo sé qué coño quiere decir. Es el problema de estudiar comunicación. Te meten por el culo palabras hermosamente jodidas como isomorfismo que después se vuelven comodines compulsivos que nadie entiende (uno busca la frase, busca la excusa para usar estas palabras perversas). Honestamente, no me acuerdo qué signifca "isomorfo", pero más o menos (ojo! más o menos) tiene que ver con cuando algo tiene la misma forma que otra cosa pero en otra dimensión de las cosas. Una onda así. No sé por qué creo que no aclaré nada. Busquen en el diccionario.

Volvemos al ruedo. En qué estaba? Ah sí, en los Detectives Salvajes de Bolaño! Ah no, no. Eso viene después. Ya me estoy perdiendo, qué cagada. Ah, cierto, lo de las historias cuadradas y el cine. No, digo... está bien contar una historia. Está bien dejar un mensaje, pero carajo, que el cine puede ser muchísimo más que eso. De tanta obsesión por contar historias es que terminamos clavándonos tanta película irrelevante que cuenta historias irrelevantes y aburridas y trilladas y que además terminan siempre rascando el fondo del tarro de los mismos tres o cuatro Grandes Temas de la Humanidad sin aportar novedad alguna. Dejémonos de joder un poco. Inland Empire ayuda a abrir un poco el obturador que tenemos en la cabeza. Posta, yo no había pensado demasiado en esto del cine cuenta-cuentos hasta que ví la película... Una película que no cuenta una historia sino que te mete en un serpenteo exuberante de imágenes y sonidos y que aún así tiene todo el sentido del mundo. Quiero decir que tiene todo el sentido del mundo filmar eso, buscar eso, intentar eso. Intentar no contar nada, sino mostrarnos otras cosas que no necesariamente son historias, y exaltar partes de nuestra percepción intelectual que la cuadradez del mundo puto se empecina en antestesiar.

O algo así. No quiero mentir. HAY historias en Inland Empire. Pero están tan desencajadas, tan fabulosamente deformadas que a la vez hay mil historias o ninguna, un rompecabezas de una inmensidad desconcertante que uno puede intentar rearmar de varias formas o bien, más sabiamente, deleitarse en la contemplación de sus piezas cayendo al azar como un bombardeo de ideas visuales. Desde las primeras imágenes y sonidos (y sonidos, los sonidos son fucking important, otra cosa que reivindica acertadamente Lynch), cualquier nabo se da cuenta que la película va a ser una puta obra maestra: ese vinilo girando, esa siniestra tramisión radial báltica, esas imágenes portentosas que inquietan sin que se sepa exactamente por qué. Toda la película es un ejemplo de cómo inquietar con lo mínimo. Una sombra. Una luz. No necesita más este muchacho para tenerte al borde de la butaca con los nervios haciéndose polvo. Porque, claro! No estamos hablando de una de esas películas onda iraní donde el efecto de sentido se logra a partir de que no pasa nada (el otro costado, menos copado, de joder a la narración canónica). ¡NO! Acá pasá TODO. Pasa TODO. Pasa lo inesperado, pasa lo irritante, pasa lo orgásmico, lo sensual, lo real y lo onírico, todos encadenados lascivamente sin alegorías, ni simbolismos, ni rigideces de ningún tipo. De repente estamos en un pasillo oscuro lleno de miedo, y al minuto la cosa deriva en un musical con coreografías de lo más sensuales. Y así un montón de de repentes. Es una orgía de imaginarios condensados en tres horas inolvidables, que en los días sucesivos a la proyección te irán volviendo con insistencia, como las instantáneas de un sueño que no se sabe del todo si fue realmente tal.

Insisto que todo bien con las historias lindas. Todo bien con Sueños de libertad o Volver al Futuro. Pero no hay ningún motivo para quedarse en eso. Por ejemplo, miren la música. La música clásica, el jazz, el rock. La música no cuenta ninguna historia, la música se recrea en el estímulo, en la delectación sensual, en la asociación imaginaria que esas notas y palabras despiertan en nosotros. La pregunta clave es: ¿Por qué el cine no puede explorar un impacto semejante y olvidarse por un rato de lo lineal? Esa es la razón de existencia de Inland Empire. Dicen que no es una película para cualquiera, pero creo que si eso es verdad entonces hay mucha más gente de lo que pensaba que no sueña más mientras duerme, que está metida en un freezer de mierda, que tiene un potus en el cerebro. Lo cual es de terror. No quiero parecer un iluminado, pero bueno, qué le voy a hacer, supongo que es lo que parezco. Ok, soy un iluminado.

Qué más. Sí, esto sigue, para desgracia de muchos. Pueden parar de leer acá si eso quieren, vagos de mierda. O pueden seguir. También podrían haber parado de leer antes, con lo cual este mensaje no va para ustedes (ellos, malditos traidores). Cierto. Los Detectives Salvajes. La forma en la que contacté con esta novela por vez primera es, como mínimo, curiosa. Porque fue en una fiesta. Soy precisamente el tipo de engendro que va a una fiesta en la casa de un amigo (se llama Matías Mancini) y como se aburre mucho (demasiada gente, y demasiadas novias de gente) se encierra en el cuarto del anfitrión a las tres de la mañana, agarra un libro de su biblioteca y se pone a leerlo. No me estoy jactando de nada. Más me hubiera gustado emborracharme y caretearla que soy amiguísimo de todos los de la fiesta, y que soy un partusero bárbaro pero bueno. Es lo que había. Los Detectives Salvajes. Empecé a leer (me llegaba muy asordinada la música de la fiesta, vieron que en la fiesta uno nunca puede escapar totalmente de la música) y me enganchó enseguida. Las primeras líneas ("He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así") no podían ser más pedorras "literariamente". Tan pedorras como dotadas de una inmediatez aplastante, que me animó a seguir leyendo.

Le dí hasta la página nosecuánto (digamos 20 o 25) y como ví que la novela se hacía muy larga y no la iba a terminar esa misma noche, la dejé ahí. Pero se la juré. A vos te voy a leer hija de puta. Bolaño es el escritor latinoamericano de moda, y al bodoque este (pasamos del bodoque de Lynch al bodoque de Bolaño) lo comparan con Rayuela. Vaya vaya. Bolaño, humilde, dijo en alguna entrevista que al lado de Rayuela la suya era una "pobre novela". Pero por algo las comparan, por algo será. Así que interesante; por qué no hacer un intento y de paso verificar si tanta algarabía bolañesa está o no justificada.

La leí más o menos en dos semanas (tranquilo, aprovechando el tiempo en medios de transporte, plazas a media luz e insomnios varios). No sé si es la "Gran Novela Latinoamericana Contemporánea" (tampoco leí tantas, I shall confess, y en general me desagradan ese tipo de etiquetas marketineras), pero algo tiene. Es difícil decir qué es lo que tiene, eso sí. La historia en realidad no es una sola, sino varias historias vagamente amalgamadas por los misteriosos itinerarios de los poetas Ulises Lima y Arturo Belano. Misteriosos es la palabra: nunca se sabe exactamente qué es lo que buscan en sus errantes periplos alrededor del mundo; cuesta identificar por qué están dónde están, o por qué hacen lo que hacen. Aún siendo los protagonistas, Bolaño jamás los define con nitidez, sino que nos permite irlos reconstruyendo a partir de sombras, huellas, rastros, crucigramas, anecdotarios entrelazados.

La parte central de la novela recoge los testimonios de quienes han tratado con ellos (desde México hasta Israel o Angola, casi todos escritores o marginales); cada testimonio supone una historia autónoma, casi un cuento (opino que algunos de ellos orillan la perfección), y allí tarde o temprano aparecen; Ulises Lima y Arturo Belano, omnipresentes pero distantes, siempre indirectos. Esta vaguedad, que de pronto desespera (extraña sensación de no poder nunca alcanzar sus almas, ni sus motivos), es lo que termina dándole a los dos poetas esa fascinación eterna, esa ambivalencia en donde por momentos pueden ser llanamente humanos y de pronto fantasmas míticos o incorpóreos.

No queda claro si ellos dos son los detectives salvajes. Eh. Supongo que sí (parte de la novela narra su búsqueda afanosa de una antigua poeta mexicana en los desiertos del norte mexicano, una labor detectivesca digamos). Pero es obvio que también el lector asume cierto rol de detective, al escuchar pacientemente los testimonios y al ir ordenando (no sin dificultad dado lo fragmentario de los episodios) las vidas de estos escurridizos personajes que nunca se quedan quietos.

Lo cierto es que más allá de que el lector tenga éxito o no en este cometido, la novela vibra con su carácter oceánico (uno se ve extrañamente atrapado, sumergido) que a la larga termina siendo mucho más relevante que poder determinar con exactitud qué hicieron Belano y Lima primero, qué hicieron después y porqué lo hicieron. En esos numerosos personajes que solo parecieran abandonarse a sus rutinas, buscando su lugar en la vida casi al azar y sin replanteos profundos (casi no hay pausas reflexivas), aparecen bellamente retratadas las vicisitudes de la vida, tan mecánica a veces como repleta de vueltas inesperadas. No es un terreno novedoso (digo, eso de capturar "la vida"), pero al menos Bolaño, a través de un estilo adusto, directo, marcadamente oral (y hasta algo ingenuo en algunas cosas), lo intenta recorrer con sus propios pasos, y digamos que vale la pena leerlo (al menos esta novela en particular).

Si se justifica tanto consenso en torno al chileno, si no se justifica, la verdad no sé, ni tampoco me interesa. Es (era) un buen escritor, pero no sé un pomo de la vela sobre literatura latinoamericana contemporánea, así que me es difícil comparar. No es Borges, pero es re-evidente que no busca escribir como Borges, así que ni siquiera sirve entrar a comparar. En todo caso lean la novela y juzguen por sí mismos. A mí me gustó. No es necesariamente Steppenwolf o 1984 o Rayuela (por mencionar novelas que me revolvieron el mate) pero sale como piña (La piña del Ananá, no la Piña de Felipe Pigna que es muy ladri).

Ahora voy a dejar pasar una oportunidad de hacerme el inteligente con una analogía fácil entre Inland Empire y los Detectives Salvajes. La haría, pero me hinché las bolas de escribir y seguramente todos ustedes ya se hincharon las bolas de leer. Dejo que la hagan ustedes, a ver si sale algo con onda. (Posible ayuda: fragmentación que el espectador en principio tiene que reordenar, pero que puede perfectamente no reordenar y aún así se disfruta y las implicancias que esto puede tener en la relación autor-espectador en el arte y si estamos frente a una reforma universal de las reglas de la linealidad etc. etc. etc.). Fue.

Vean Inland Empire. Lean a Bolaño y escuchen The Modern Dance de Pere Ubu (que se podría agregar para formar una trinidad de obras tan copadas como fragmentadas, miren qué casualidad). Pero no por eso, sino porque los dos primeros temas la rompen.

5 comentarios:

La niña santa dijo...

No terminé de leer pero hoy justo publiqué sobre Imperio y alquilé Dr. Strangelove ya que me la has recomendado y no sé, me llamó la atención la casualidad de Capote en la mochila y de que la noche está linda y me voy a tomar algo.
"Mirame y decime si me conocías de antes..."

Saludos!

fedefer dijo...

Te conozco de antes, o al menos eso espero. No termines de leer, andá a tomar algo y después mirate Dr. Strangelove. La noche además de linda puede ser larga, y por suerte hay tiempo para un poco de todo.

Juan Ramón V. Mora dijo...

Al principio me asusté por lo endemoniadamente largo del post pero lo leí con mucha más rapidez que de costumbre. Consecuencia obvia ¿no?

Atte: Juan Ramón Velázquez Mora.

dominga dijo...

Lo leí lo suficientemente rápido como para no aburrirme y creer que me contabas tu experiencia
"musicocinéfiloliteraria" en la sala de mi propia casa.
Puedes disfrutar un buen plato de pastas, pero no hay ni uno como los acompañados con "Bolañesa"
Saludos desde la tierra natal de Roberto.

Iris dijo...

Ayer vi Inland Empire. Realmente no hay mucho que decir ante tal genialidad. Solamente reseñar las coincidencias curiosas, como de peli de Lynch, entre el film y "Amberes" de Bolaño.
Saludos desde muy lejos