lunes, 30 de octubre de 2006

(El) momento de verte

El momento de verte fue un retazo de creación.
Una angustia que debió haberse hamacado entre tus ojos blancos,
de pronto, como una memoria en clave de darse a luz a sí misma.
Envejecida hasta doler antes de tiempo,
como una quejumbrosa salvación, y un hálito de dulce, dulce envidia.

El momento de verte no pudo ser más soberbio
cuando esa salvaje humareda de abecedarios trepó por diversos toboganes,
Hasta virar en melodrama, como un evangelio, como un semidiós.
Estabas pegada a vos misma, sin un solo atisbo de miedo.
Palabra que fue cuando todo, muy despacio, acabó contando,
murmurando su flaqueza cada vez que te dejabas inteligir.

El momento de verte estuvo plagado de errores.
Pues en el páramo ondulado de tus labios creí advertir un suspiro,
de los que entretienen un temblor al dejarse caer.
Y en el cóagulo arabesco de tu iris juré ver la mañana,
adentrándose en mis noches como un fiordo de tenue oleaje.
Y a la palma irreverente de tu frente se arrimó un gorrión
envilecido en ese gris, a buscar matar la sed.

El momento de verte fue también el derrumbe.
Y una canción oblicua y su palidez de cielorraso
Porque solo un parpadeo y no pude vislumbrar a nadie,
excepto a dos ángeles labradores inventando tu contorno.
Me pregunto a dónde han huído sus alas de abanico,
En la estepa de tu horizonte, donde ya naufraga el sol.

El momento de verte fue más bien una trampa
La conspiración de un sabio recluido en su pozo de ánimas,
Allí donde se descifran las entrelíneas ancestrales,
Afincadas en papiros, digregadas por el mar
Nunca, lo confieso, han de traicionarme otras miradas,
Como aquella de tu rostro laico, al volverse como la marea.

El momento de verte fue una torre de Babel
Ese monolítico relato, de mil lenguas disfrazadas
Una oscura rendición sepultada allí, tan abajo y tan deprisa.
Que supuso recordarte incluso en tu presencia,
como quien te escrutara de golpe en un sueño borracho.
Al volver a demudarte con mi mente, percibo que renaces.
Y tus distancias egipcias se vuelven, como si la vida,
tan solo un buen trecho a pie.

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