lunes, 9 de octubre de 2006

Yo. Y vos.

Yo.
Me llamo a mí mismo el estigma corticoidal
Soberano de avenidas demasiado largas y difusas y vacías
Entiendo de placeres solitarios y otras venturas
Soy mi propio juez, pero no siempre mi propio verdugo
Abandonado a una categoría insólita de seducción,
Navego sobre algunas montañas sin hacer daño
Bajo la luz de los planetas equiláteros del sistema solar
Nadie ha venido a fiscalizar mi destino,
Y aún así, estigma corticoidal que soy, salvo el rumbo
Amaino tempestades solamente con mis globos oculares
Amortiguo mi caída, españolizo mi acento,
Y empiezo siempre por el final, hoy o mañana
Tal vez como Arquímedes, me hundo sin dejar estela
Ni trazo agónico que permita rastrearme
Hilvano meridianos con la rueca de mis vigilias vanas
Y guardo el orden con celo, como un carabinero
Hace tiempo he viajado a vuelo de cisne
Por las páginas amarillentas de una fábula
Pero hoy cautamente recluído en un nido sin mástil
Lugarteniente de mi zozobra, vengador de mi almanaque
Seré quizás mañana una penumbra gregaria y errante
O bien seré hoy, mejor, el huésped de honor de tus pecados

Vos.
Los crucigramas, ya lo sabrás, no tienen prefacio ni final,
Y allí en una vertical difícil se parapetaron tus agonías
Tus fichas mal jugadas, tus cartas salvadoras
Y en la horizontal tu flacidez, tu mano de curandera,
Bajo las cetrinas medusas de tus ojos se desenvainaron tus rencores
Se emanciparon tus aleluyas, y sufragaron tus espíritus
El lenguaje de tu carne blanquísima es incluso malvado
Malvado en sus aguijones perlados,
En las parábolas sibaritas de tus cejas,
En sus entrelíneas que germinan como yuyos
Sobre la orilla de esa nórdica laguna de tu mirada,
De tu palidez, de tus pupilas telegráficas.
Tu misiva es lozana, bífida como tu sexo y tu lengua
Mujer de espigadas catedrales, de lóbregas almenas
En la raíz de tu abundante cabello supe de refusilos
Anexados todos ellos a tu cráneo románico, doliente
Te fugaste tal vez como una pandemia china
Como una gaviota caníbal planeando en lontananza
Y también como un disidente herido,
Y su muerte, que habita el reborde de la cantimplora
Porque entibias las razones y amedrantas las lógicas
Y no por eso te sabes más dichosa,
Porque tu hambruna, tu sed, no tiene final
Pero en el alma arrancada de todas las cosas
Acabarás rotunda, crucificada, supurada
Hechizada, espero, por todos mis arcángeles
En carnaval, disfrazados de demonios.

Yo. Y vos.
Acaso en tu pirámide hay un adversario solapado
Acaso, estarías dispuesta a engañarlo…
Hoy es raro y se consume ya como fósforo,
Y la luz que por sabia todo lo horizontaliza,
se abrevia ahora con la némesis de su nocturnidad
El mar y las olas portuarias apuran a lo lejos
Se arriman a la eucaristía de un otoño nuevo
Pero yo sigo esperando en tu veranda,
Ensayando la víspera eterna,
Y, como un perro, raspando mis uñas contra tu portal.

1 comentario:

Lorena dijo...

Tan hermoso como incomprensible...