
Yo digo siempre que Buenos Aires ofrece algunos espectáculos realmente sobrecogedores para quien es capaz de asomar la cabeza por sobre la vorágine diaria. Por ejemplo, caminar por la 9 de julio cualquier día de semana al mediodía (aunque ahora en enero y febrero no sirve porque movieron el escenario a Mar del Plata). El flujo de movimiento simultáneo, que pareciera materializarse espontáneamente en todas partes, como lluvia, para donde mires, es tan monstruoso y fascinante que hasta pierde sentido y te hundís en un sopor extrañado. Te preguntás qué mierda hace toda esta gente acá. Es terrible.
Otros se ven mejor desde autopistas, por ejemplo, andar en auto por la 25 de mayo (ya que hablamos de ella). Cuando agarrás la 25 de mayo desde el centro, sentís que estás huyendo de la ciudad. Pasás por la 9 de julio y ves el obelisco a lo lejos y desaparecés. Y vas rápido, ponele que vas a 120 por hora, entonces parece que estás desesperadamente huyendo de las fauces de la ciudad, como en una película, que buscás un espacio abierto y con aire. Pero no. Mirás a tu alrededor y es un océano impresionante de cemento puro, de siluetas rectilíneas, de lápidas con ventanas que emergen ahí nomás pero también a lo lejos, en un allá que no tiene nombres. No termina nunca. Te da la sensación de que vas a estar manejando toda tu vida y los edificios no se van a acabar jamás. ¿Sabías que desde un punto hasta ves la Torre Le Parc? Esa torre enorme donde vive Tinelli y no sé quién mas, la que está en Oro y Cerviño (Palermo) esa cosa, se ve, te lo juro. Lo que quiero decirte es que desde ahí arriba la ciudad es como invasiva, como un tsumani gigante que cubrió todo, y vos querés salir pero no ves nada más que eso, que esa ciudad tan extravagante, y sentís que te vas a ahogar en cualquier momento. Por eso seguís huyendo como loco, hasta que la General Paz te corta el mambo. Después de todo no aterrizaste de un ovni ¿o sí?. Vos también sos eso de lo que querías huir.
Ir en premetro es uno de esos viajes mágicos y misteriosos. Nadie puede jactarse de conocer Buenos Aires si no se animó nunca a una vuelta por estos radiantes tranvías inaugurados en 1987. El invento del año, sin duda, después del Plan Primavera. Por algún motivo me acuerdo del premetro. Yo pensaba que era "pemetro", sin la primera "r" (que, para ser sinceros, lo hace medio trabalenguas al nombre) y me acuerdo perfectamente de un noticiero que cubría las peripecias iniciales del nuevo transporte urbano, con un movilero bobalicón que le preguntaba a los pasajeros cómo iba todo, qué le parecía y eso. Como si mi cabeza fuera un magnetoscopio, retengo la imagen tomada desde dentro del premetro, mientras este iba cruzando el puente sobre las vías del Belgrano Sur, directamente sacada de la pantalla de catorce pulgadas (y sin control remoto). En esa época y a esa edad, ese puente era muy alto, te voy a decir. Ahora ya no tanto.
El premetro sale directo para el sur; ¿te acordás del slogan de que "El sur también existe"?. ¡Ya lo creo que existe! Existe y mucho. El sur es Barracas y Nueva Pompeya. Es Soldati, Lugano, Riachuelo, por ahí por donde pernoctan los toposaurios, donde flamean los juncos y arden los baldíos, donde ropajes colorinches se encaraman sobre el pathos urgente de las viviendas sociales, mientras, sin punto cardinal, se van recortando varios horizontes escalonados, y en medio los lechones de fin de año, las gomerías anunciadas en pizarrones callejeros, los pases de magia del trabajo humano. Como una bahía de Matanza en Capital, como una explosión de realidad maravillosa, así se pintarrajea el mundo Soldati, el mundo Lugano. Te lo dije. Lo vas a ver. Muchos están acostumbrados a vivir acá, pero para quien solo sabe de los distritos newyorkinos de Palermo (y esto sí puede pasar en una polis así de grande), Lugano es el dominio de lo impensado.
Lugano es también una ciudad suiza, ubicada en el cantón de Ticino a orillas del lago homónimo (que también se llama Ceresio, pero entre Lugano y Ceresio, me quedo con Lugano). Es una de esas zonas de Suiza donde se parla italiano y que no te extrañe porque está muy cerca de la frontera. Incluso hay un diminuto enclave italiano ahí nomás, llamado Campione D'Italia. La homenajea Buenos Aires con el nombre, porque cuando todo esto era campo parecía Suiza, con sus lomadas verdes y el sol de entonces. Y debe ser así porque su fundador, José Soldati, era suizo de Lugano, así que habrá que creerle. Villa Lugano es el segundo barrio capitalino después de Palermo (otro homenaje italiano y van...), tanto en tamaño como en cantidad de habitantes. Tiene una parte vieja, tradicional, más hacia el oeste, donde está la estación, y una parte nueva sobre el Parque Almirante Brown. Vos decís parque y por ahí te imaginaste los bosques de palermo, pero este parque es otra cosa, ya vas a ver.
Te subís al premetro y terminás en el sur de Lugano, justo frente al Autódromo Oscar Gálvez y al Complejo Habitacional Gral. Savio, más conocido como Lugano 1 y 2. No es broma, es uno de los paisajes más imponentes de la ciudad. En vez de ir a la telaraña turística de Caminito, los visitantes deberían venir acá. Para cierto imaginario esto es zona de cascotazos en las ventanas, de chacales, de que bajás y no te dejan ni los huesos. Viajar en premetro sería algo así como un imprudente safari etnográfico. Mentira. Esto es un barrio y punto. De gente que vuelve de trabajar todo el día, de esquinas con negocios, de estaciones, balcones y puertas. Te pueden robar como te pueden robar en cualquier parte, y en ciertos aspectos es mucho más moderno, más "europeo" (esa palabrita es crítica) que la mayoría de los barrios. Posta que sí.
Pero volvamos a Plaza de los Virreyes porque te vas a perder. Ahí está la estación cabecera Intendente Saguier. Este tipo era el padre de los actuales accionistas de La Nación y fue intentente de la ciudad, cuando todavía había intendentes en vez de jefes de gobierno. Se llamaba Julio César y era radical. Murió en el mismo año en el que se inauguró el premetro, todavía en ejercicio del cargo. Así que el nombre estaba cantado. Salís de Saguier con el premetro y lo primero es el Cementerio de Flores, que es raro. Raro porque está perimetrado por un muro de ladrillos, como cualquier cementerio, pero a la vez está sobre una lomada de tierra bastante alta. O sea que tenés el muro rodeando una loma de tierra y arriba las tumbas y los pinos y todo ese cotillón de cementerio. Ahí tenés el cruce con Balbastro, y mirando hacia el norte vas a decir que estoy loco pero parece Suiza. O sea, es una callecita curva que sube, y hay unas casas, con techito y no sé. Quizás solo me sugestione el nombre... Lugano. Aunque esto todavía sea Flores.
Cuando el tranvía este llega a la Avenida Castañares y Perito Moreno entrás en Villa Soldati. Por ahí cerca está la cancha de San Lorenzo, pero más para el este, en Nueva Pompeya. Acá tenés un buen ejemplo de las cosas raras de los porteños. Un club que es de Boedo, pero se llama San Lorenzo de Almagro, tiene la cancha en Nueva Pompeya y la gente la ubica en el Bajo Flores. Es para el diván, no te parece. No es el único caso eh, la gente acá no le da bola a la nomenclatura oficial, entonces la cancha de River es Nuñez aunque quede en Belgrano, la cancha de Vélez es Liniers aunque quede en Villa Luro y así.
En Villa Soldati también está el Parque de la Ciudad. Se lo construyó en los 80 como el parque de diversiones más grande de Sudamérica y no se qué. Hoy está abandonado, desde el premetro ves las montañas rusas (los Urales oxidados viste, bien de salón te lo tiré ahí), los cables de los teleféricos y es medio triste todo. Yo fui una vez para el día del niño, cuando funkaba el asunto, y fue una masa. Era como el Ital-Park. No sé si andará algún juego, yo igual no me subiría. Se puede ir a hacer algún picnic por una módica suma, supongo, pero la entrada esta completamente vacía. Lo que ves ya pasando a Villa Soldati es la torre espacial esa. La gente no la conoce porque, salvo desde la 25 de mayo (desde donde es imponente) o desde algún puente del Riachuelo, no la alcanzás a ver, pero es como Seattle, San Antonio, Toronto... O sea, tenemos esas torres-confiterías en Buenos Aires también. Tenemos todo. No sé cuánto mide, pero ponele que ochenta pisos tenés. Es la cosa más alta de Buenos Aires y andá a buscar algo más alto en esta pampa chata, chata... para mí que tenés que irte hasta Sierra de los Padres. Es grosa esta torre; tiene miradores y todo. Me pregunto cómo se verá la ciudad desde ahí arriba. ¿Sabés de dónde la trajeron a esta torre? De Austria. Desarmada en cajas supongo, pero de Austria. Si esta no es la parte más europea de Buenos Aires, no sé cuál es viejo. Ojalá que se abra todo de nuevo; hay un cartelón grande que pone "Estamos trabajando para recuperar el espacio público de los ciudadanos", o algo por el estilo. Con el revival de los 80 que tenemos, estaría bueno que el Parque de la Ciudad vuelva. Yo voy, te juro que voy y me subo a los autitos chocadores.
Y así avanza el premetro, dobla por Castañares y después por Mariano Acosta se interna en la Soldati Profunda. Es medio villa todo esto, pero son esas villas re turísticas donde se hacen tours y mateadas. Tenés el club deportivo Riestra, que a veces aparece en ese programa de TN donde te pasan los partidos de todas las divisiones y vos ves esas canchas de polvo que ni tribuna tienen. A los costados, y volviendo a Mariano Acosta, ves cosas, ves basurales, ves una familia que se hizo un living con el sofá en la vereda, ves un esqueleto viviente que revuelve containers, ves quasi-caballos atados que quieren irse al carajo, y de repente por ahí un Mercedes clase A blanco impecable que sale de avenidas con nombres como Ana María Janer. El tranvía sigue hasta las vías del Belgrano Sur y ahí dobla para Lugano. Para Suiza.
Y ahí la ciudad como que se abre. Acá no es ese masacote ridículo de hormigón y cemento sin interrupción, sino que vuelven los espacios. El vaivén de los llenos y los vacíos. Vacíos naturales, verdes, interminables, de cielo ancho (TODO el cielo, diría un tanguero) surcados por ocasionales complejos de viviendas. Es pobre la zona, pobre, pobre, pero el concepto es re europeo. Re alemán. Ahí mientras pasás frente al Parque de la Ciudad o frente al Jumbo, de repente aparece una cancha de Golf; y seguís un poco y hay largos terrenos donde miles de pibes juegan al fútbol. Y por el medio este trencito eléctrico ecológico que te lleva y te trae. Al mismo tiempo, pensá, la gente vive acá. Es el segundo barrio más poblado y vos ves todos esos espacios diáfanos, donde el resto de la ciudad se puede adivinar en ocasionales skylines lejanísimos, entre nimbos majestuosos que intuyen el río y la inmensidad. Y ahí decís, che pero entonces tenemos otros modelos urbanos. Una ciudad con espacio, con aire, con verde, y con gente viviendo. Así que todo eso es compatible. Lugano es compatible, decís. Y te imaginás una ciudad que sea toda así, y está bueno.
Y entonces el final, el barrio Savio, la cordillera de monoblocks. Siempre me pregunté cuándo es monoblock y cuándo es edificio de departamentos. Si es lo mismo ¿o no? O sea, estos tienen un estilo particular medio setentoso, pero siguen siendo edificios de departamentos, y bastante altos eh. Quince, veinte pisos. Parece el chiste del blanco con alas angelito y el negro con alas murciélago. Esas cosas del lenguaje. Sin embargo en estos monoblocks o edificios viven como treinta mil personas. Tienen baños, tienen livings (sí, en inglés también). Lo que impresiona es la cantidad de edificios construidos simultáneamente en el mismo lugar y con el mismo estilo viste. Se nota que alguien estaba soñando con la ciudad del futuro. Lo de ciudad más o menos salió, lo de futuro no tanto. Porque quedaron muy aislados y aún con toda la vida que se desencadena en sus parques y calles internas una tarde cualquiera, todo tiene un aire desolado, industrial si se quiere, como celdas de un panal gigante, como jaulas de un ejército de reserva. Mientras tanto, el sol del verano se desploma entre las pirámides de hormigón. El premetro funciona solo hasta las 21. Bajás en Savio sí o sí porque ahí termina el recorrido. No va más te van a decir. Te cruzás al andén, si querés, y te volvés en el mismo vagón en el que viniste.
Y te volvés. Mientras el premetro está parado frente a un semáforo en rojo, alguien grita hacia afuera "Gordo, bajate que vas a romper la bici!!!". Al mirar por la ventana, en efecto, un gordo pedalea pesadamente en el parque, mientras las gomas se asfixian al achatarse sobre el pasto. El gordo mira a ver quién le gritó, pero ya no podrá vengarse. El premetro avanza y se pierde entre las villas, las lomadas, los juncales, el sur mientras cae la noche y se enciende una luz de almacén.