a) una fachada o caparazón que refracte la indiferencia ajena con una indiferencia aún superior - b) un nutrido bagaje de valores morales indeclinables, como la honestidad, la transparencia, la dedicación o la tolerancia (pero pueden ser más) - c) una profesión, un título o un saber-hacer comprobable que cotice en el mercado laboral - d) buena presencia y trato cordial con los semejantes - e) el mínimo de caridad y/o condescendencia hacia quienes pertenecen a estamentos sociales inferiores - f) una sana envidia y el consiguiente deseo de superación ante quienes se ubican en los estamentos superiores - g) saber sonreír agradablemente cuando la situación lo amerite - h) un capital cultural más o menos competente, nutrido de ciertas lecturas clásicas, un segundo idioma y lo básico para comprender las normas o lenguajes protocolares, cada uno en su contexto - i) una meta clara, concisa, y una noción de los pasos a seguir para llegar a su concreción - j) conciencia plena de los propios derechos y de las vías diplomáticas para garantizar su cumplimiento - k) avidez medianamente constante de dinero con la consecuente capacidad de diseño de mecanismos legales para su periódica recaudación - l) un grupo de amigos con los cuales ir a tomar cerveza y que llamen para felicitar por el cumpleaños - m) gustos moderados, sin vicios ni excesos - n) mesura en la ira y la concupiscencia, aunque con un margen suficiente para el flujo de las pasiones naturales o explotables comercialmente - ñ) hábitat que puede ser más o menos modesto pero siempre higiénico - o) deseo esporádico y legítimo de vacaciones, aunque sin deponer la consiguiente motivación para volver a las tareas habituales - p) manifiesto, aunque convenientemente morigerado, inconformismo con el mundo circundante, especialmente en lo referido a responsabilidades suceptibles de hallar depositarios ajenos - q) un hambre inconfesable de viajes, exotismos y revelaciones mágicas, aunque con una férrea supeditación ante la realidad y las necesidades del sistema productivo - r) lápices y reglas para trazar las geometrías de generaciones venideras - s) conciencia del propio lugar en el espacio y la consiguiente resistencia a la tentación de tomar desvíos y acampar en zonas privadas - t) un credo, de índole religioso, político o ambos, sobre el cual poder fosilizar miedos, frustraciones e impulsos violentos - u) dosis no especificada de curiosidad por las preguntas filosóficas históricas, el devenir humano y los confines del universo - v) capacidad de reaccionar ante lo inesperado, descifrar lo desconocido y elaborar los duelos - w) toma de posición medianamente justificada frente a los temas de agenda que determinan los medios - x) una capacidad inquebrantable de simular y disimular en forma casi permanente - y) cordura - z) más cordura.
Todo lo cual se puede sintetizar en: encontrar la razón de ser en un mundo que no es tuyo.
Y esto viene a cuento. A veces las calles de Buenos Aires, de tan angostas se vuelven confidenciales y extrañas, como cuellos de botella donde el señor de corbata y portafolio cohabita con el lumpemproletario errante. Cada cual, sin proponérselo, delata con cuentagotas su historia desconocida. El primero habla de negocios, de logotipos estilizados, de un futuro brillante que podría ser amputado por un suicidio o accidente de tránsito, de varios brindis que, como los señaladores de un libro, irán anclando los sucesivos escalones ascendentes del éxito, entre conocidos perfumados y salas de convenciones y rodados de lujo. Probablemente se subiría a un púlpito para dictar saberes sobre el mundo de las finanzas, las inversiones y el panorama del sector terciario. El segundo, en cambio, habla de un mundo de desventuras sin forma, de trabajos temporales en sitios lejanos, de hoteles carcomidos por las ratoneras y desvelos casi eternos, en cuyos sonidos entrecortados por el silencio y las lágrimas sintió alguna vez la paz de la resignación. Probablemente solo huiría con ojos asustados y terminaría tumbado contra alguna balaustrada anónima como única comodidad, entre charcos de hojas, chicles viejos y maderas. ¿Y quién soy yo entre toda esa gente paralela que nunca llega a verse entre sí? ¿Qué hay para mí detrás de estas incontables ventanas vidriadas? ¿Cuál es exactamente mi rumbo en una cuadrícula perfecta de manzanas que amenaza con no tener horizonte?
En medio de este gran cementerio de mitos que algunos apodan con el eufemismo de "ciudad", es donde yo veo con incruenta nitidez mis carencias. Ahora que no volveré a casa, porque eso no existe más, es que tengo que armarme algo con todo eso que aparece y desaparece en el desenfreno. Y es donde comienzo a hacer mi lista, mi lista de elementos imprescindibles para sobrevivir. Tras mucho anotar, tachar lo que ya tengo, subrayar lo más urgente y garabatear miles de figuritas sin forma, esto es lo que queda. Para mi disgusto, se parece demasiado a una estrategia. Y demasiado poco a lo que sueño cuando, por fin, logro dormir.
Todo lo cual se puede sintetizar en: encontrar la razón de ser en un mundo que no es tuyo.
Y esto viene a cuento. A veces las calles de Buenos Aires, de tan angostas se vuelven confidenciales y extrañas, como cuellos de botella donde el señor de corbata y portafolio cohabita con el lumpemproletario errante. Cada cual, sin proponérselo, delata con cuentagotas su historia desconocida. El primero habla de negocios, de logotipos estilizados, de un futuro brillante que podría ser amputado por un suicidio o accidente de tránsito, de varios brindis que, como los señaladores de un libro, irán anclando los sucesivos escalones ascendentes del éxito, entre conocidos perfumados y salas de convenciones y rodados de lujo. Probablemente se subiría a un púlpito para dictar saberes sobre el mundo de las finanzas, las inversiones y el panorama del sector terciario. El segundo, en cambio, habla de un mundo de desventuras sin forma, de trabajos temporales en sitios lejanos, de hoteles carcomidos por las ratoneras y desvelos casi eternos, en cuyos sonidos entrecortados por el silencio y las lágrimas sintió alguna vez la paz de la resignación. Probablemente solo huiría con ojos asustados y terminaría tumbado contra alguna balaustrada anónima como única comodidad, entre charcos de hojas, chicles viejos y maderas. ¿Y quién soy yo entre toda esa gente paralela que nunca llega a verse entre sí? ¿Qué hay para mí detrás de estas incontables ventanas vidriadas? ¿Cuál es exactamente mi rumbo en una cuadrícula perfecta de manzanas que amenaza con no tener horizonte?
En medio de este gran cementerio de mitos que algunos apodan con el eufemismo de "ciudad", es donde yo veo con incruenta nitidez mis carencias. Ahora que no volveré a casa, porque eso no existe más, es que tengo que armarme algo con todo eso que aparece y desaparece en el desenfreno. Y es donde comienzo a hacer mi lista, mi lista de elementos imprescindibles para sobrevivir. Tras mucho anotar, tachar lo que ya tengo, subrayar lo más urgente y garabatear miles de figuritas sin forma, esto es lo que queda. Para mi disgusto, se parece demasiado a una estrategia. Y demasiado poco a lo que sueño cuando, por fin, logro dormir.
7 comentarios:
Mucho muy buen texto pero ¿Cómo que no vuelves a casa?
As: It's Too Late - Eric Clapton.
Atte: Juan Ramón Velázquez Mora.
Supongo que no hay explicación para todo lo que escribo. Perdería la gracia.
Tanto cálculo me asfixia. Tenés la misteriosa cualidad de poder poner frente a los demás un mapita de cómo es el mundo y su entretejido de relaciones sociales-productivas. No sé, no hay necesidad che.
Niña, lo mío no es mapa sino territorio, solo que, como vos, trato indefinidamente de hacerlo lo más abarcable posible como para poder moverme en él. Si supiera cómo es el mundo y su entretejido de relaciones sociales-productivas, probablemente nunca habría escrito este post. No hay necesidad de casi nada, salvo de comer, beber, dormir y soñar. Contá este post como sueño y quedamos conformes.
Excelente!
Acerca del fede calculista y meticuloso…
Este post es el reflejo de un ávido observador. Aunque puede agobiar a ciertas personas con poca estructura (como yo), o con tendencia a destruir las pocas que tienen (yo otra vez).
En cuanto al deseo legítimo de vacaciones: ¿a que tareas habituales volveremos? Pregunta abierta para el 2008… Pero para después de las vacaciones.
Malu, gracias por tu observación, pero debo aclarar que el post quiso expresar la dificultad que se tiene (tengo) a veces (siempre) para amoldarse (me) a las estructuras. Evidentemente fracasó, porque ahora soy poco menos que un científico. Así que, a seguir destruyendo estructuras! (?)
Tu pregunta abierta es clave, ya habrá una respuesta, me imagino.
Mucho de "Fitter, happier, more productive...".
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