miércoles, 25 de agosto de 2010

Avasallamiento

La Nación y Clarín publicaron ayer, 24 de agosto a primera hora, una especie de solicitada criticando los intentos del gobierno de Cristina Kirchner de intervenir Papel Prensa (en ese momento no sabían que haría algo peor todavía: enviar un proyecto de ley al congreso). Su título: "Una historia inventada para quedarse con papel prensa". Su intención: dar a conocer ante la opinión pública la verdad sobre este grave atropello a la libertad de expresión. Hay que aclarar en este caso que las fuentes son totalmente confiables, dado que se trata de las principales accionistas de la empresa en cuestión.

Dejando el chiste de lado, van algunas citas del texto que insisten (voluntariosamente) en llamar mi atención.

Controlar el papel es controlar la información, y esto es lo que el Gobierno viene buscando a través de varias herramientas: la propaganda oficial, la ley de medios, el control del acceso a la información, el manejo militante de los medios públicos y la multiplicación de los medios paraoficiales.

El primer párrafo ya es casi antológico. No lo quería dejar pasar aún cuando esto lo señaló todo el mundo, desde los comentaristas "a sueldo" en LN Online hasta la Presidente en su ponencia en Casa Rosada. "Controlar el papel es controlar la información". ¡Te lo están diciendo en la cara y hasta se les escapan un par de salivazos!: nosotros controlamos el papel o sea que controlamos la información; lo venimos haciendo desde hace más de 30 años y estamos interesados en que siga siendo así por unos cuantos más. Me maravilla lo explícito que aparece el interés corporativo que están resguardando. Si la bajada, en vez de dar a conocer un "comunicado respecto de las verdaderas intenciones del Gobierno" hubiera puesto "nuestras verdaderas intenciones", no habría dislate alguno. Luego hacen uso de los pequeños tópicos de siempre, en donde quieren que asumamos, por ejemplo, que la Ley de Medios es un instrumento de tortura para castigar a los libreprensadores del país, sin que esto amerite presentar prueba, aclaración o comentario al margen alguno. Ya está cristalizado, impuesto de esa forma.

En los últimos días, esta intención de avasallar el derecho de la sociedad a la libre elección y expresión se reveló de manera muy clara con la cancelación de la licencia de un proveedor de Internet.

Palabras solemnes. Frases hechas. Significados vacíos. Y no iban a mencionar siquiera la posibilidad de que esta licencia en realidad no existiera y que el tema en todo caso lo deberá determinar la justicia. ¿Para qué? ¡Si ya está todo dicho con lo de la "libre elección"!

La compraventa se llevó a cabo el 2 de noviembre de 1976. Fue una operación absolutamente legal y pública, anunciada en todos los diarios de la época.

Esta oración constituye una pequeña genialidad de la ñoñez discursiva encubierta. ¿Qué significa "legal" y "público" en un país que atravesaba una dictadura? ¿Qué implica que la compraventa fuera anunciada "en todos los diarios de la época" a siete meses del golpe de estado que diera origen al PRN? Los diarios de entonces publicaban y se abstenían de publicar básicamente según lo que complaciera a la dictadura. El hecho de que la compra de Papel Prensa por parte de La Nación, Clarín y La Razón fuera informado en los diarios, presentado aquí como una prueba de transparencia, no quiere decir absolutamente nada hoy en día, cuando las claves para leer esos diarios son radicalmente otras (y no hace falta hacerse fan de 678 en Facebook para aceptar esto). Son los mismos diarios que, por ejemplo, glorificaban sin problemas acciones contra "la subversión" que hoy están siendo juzgadas y condenadas. Los que informaban de una "campaña anti-argentina" en el mundo que hoy invita al llanto y mañana invitará a la risa. Los que publicaban panegíricos de personajes que hoy hasta los mismos La Nación y Clarín prefieren condenar casi por contrato de lectura; la misma solicitada que aquí analizamos, unas líneas más abajo, tacha el secuestro de los herederos de Graiver como "repudiable". Con este comentario apelando a la autoridad de "diarios de la época", La Nación y Clarín pretenden suspender la historia que a ellos mismos les pasó por encima.

Por otra parte, se omite risueñamente - no solo en esta oración sino en toda la solicitada - que la compra de Papel Prensa fue realizada con la participación activa y sumamente interesada del Estado, que de hecho sigue siendo accionista minoritario de la empresa. Sucede que quien ocupaba el gobierno nacional en aquel entonces era una dictadura militar, es decir, un gobierno ilegal de anti-constitucionalidad comprobada que tenía varias razones para tener a los diarios de su lado ¿Qué tan "legal" puede ser una compra en la que interviene un gobierno de facto y probadamente genocida? Si bien la solicitada argumenta que el Estado se quedó con su parte porque un juez no se expidió con respecto a lo que le tocaba a Lidia Papaleo luego de la compra, asumir así nomás que el gobierno de facto no tuvo nada que ver con la cuestión sería de un candor criminal.

Los integrantes del grupo Graiver, vendedores de la empresa, fueron ilegalmente detenidos 5 meses después de la venta de Papel Prensa y por imputaciones ajenas a este tema. Al momento de esa operación, los Graiver estaban libres: no habían sido secuestrados ni torturados ni amenazados por la dictadura gobernante.

En esta disyuntiva reside gran parte de la disputa. ¿Los Graiver vendieron la empresa por su propia voluntad o fueron amenazados para hacerlo? El argumento de que fueron secuestrados 5 meses después no tiene demasiado peso; por más brutal que haya sido la dictadura del Proceso, no es imprescindible secuestrar y torturar para presionar con algo, especialmente tratándose de una dictadura militar. De todas formas lo que más llama la atención es la utilización de "imputación", un término de la justicia penal, como razón para secuestrar y torturar a un grupo de personas. Algo que, como sabrán, con la justicia penal tiene poco y nada que ver. Huele a justificación y suena raro, incómodo, como una hilacha que se muestra.

No encontré más frases espectaculares. Más allá, todo el discurso consiste en una aseveración de hechos supuestamente probatorios que solo de a ratos mencionan sus fuentes. El argumento fundamental de La Nación y Clarín es que la adqusición de Papel Prensa a instancias de presiones mafiosas nunca había "saltado" con anterioridad (ni en la justicia ni en la opinión pública) y eso por sí solo prueba que las denuncias del Gobierno son manipulaciones coyunturales de la historia, o que las acusaciones de los exherederos de Papel Prensa son tardías y sospechosas de acomodarse a lo que les conviene.

La falla estructural del argumento está en que ciertas cosas pueden permanecer ocultas mucho tiempo; eso no las hace menos verdaderas o graves cuando finalmente salen a la luz. Por otra parte, si este tema no se trató ampliamente hasta ahora es por una buena razón. Buena y evidente. Las irregularidades acerca de Papel Prensa, así como aquellas relativas a la titularidad de licencias y la Ley de Radiodifusión de la dictadura sí eran discutidas en ciertos círculos (sin ir más lejos, la Carrera de Ciencias de la Comunicación en la UBA); simplemente no habían tenido difusión en los grandes medios, lo cual tiene demasiado sentido cuando los dos diarios todopoderosos de la capital - uno de ellos un coloso multimedios - son los interesados número uno en mejor no hablar de ciertas cosas.

La Nación y Clarín no tienen paz. La Nación hoy publica una irrisoria nota demostrando que el rating de los canales de aire en cadena televisando el discurso de Cristina Kirchner bajó con respecto al mismo horario el lunes anterior. Sí, no es joda, compara desfavorablemente el rating del acto en Telefé con el de Casi Angeles en ese mismo canal: desinformación distribuida al por mayor que, más allá de su completa irrelevancia, "olvida" la ingenuidad de comparar un contenido cuya audiencia se reparte en varios canales con otro que es exclusivo (el rating total del discurso, naturalmente, fue comparable al de Tinelli, Coki y Fort).

Ante este tipo de cosas, la sensación es que les cuesta mucho a La Nación y Clarín y sus emporios digerir que venga alguien de afuera a imponerles la agenda que estaban acostumbrados a manejar a placer y tener que publicar sobre cuestiones que mas vale no haber tenido que ventilar jamás. El acto de Cristina Kirchner ayer, más allá de la credibilidad que cada uno le prodigue, mostró algo realmente inédito: un primer mandatario hablándole al país abiertamente sobre los medios y sus historias y sus nombres y sus intereses comerciales, con un sesgo pedagógico y documental antes que de trinchera, y sin importarle demasiado - hasta lo dijo - las tapas nefastas que le lloverían al día siguiente. Para algunos estará loca; puede ser, pero lo cierto es que está haciendo algo que, más allá de como salga, nadie nunca había hecho antes. Ni en este país y no sé si en algún otro. Con locos así, da para interesarse.

Si esto lo hace porque es una luchadora por un país más justo o porque quiere hacerse con el control de la prensa que opina en contra de su gobierno; si los Papaleo están finalmente siendo escuchados o cambiando su discurso por conveniencia o presiones lo tendrá que investigar la justicia y lo tendrá que decidir el congreso. Fiel a su "autoritarismo", lo único que hizo Cristina Kirchner fue presentar una denuncia y envíar un proyecto de ley. Que se investigue. Que se debata. Más allá de cómo se compró Papel Prensa, el solo cuestionar públicamente la administración del insumo básico de toda la prensa nacional es un hecho de política pura. Porque, ¿cuál es el problema? ¿por qué tanto nervio? No me dirán que Clarín y La Nación, a diferencia de Macri, sí tienen algo que ocultar.

Los medios no son tan intocables, entonces. Son jugadores del juego del poder y la riqueza, también llamado en estos tiempos juego democrático, y como tal lo más sano es poder criticarlos - desde el estado, desde la militancia, desde la academia ¡desde donde sea! - sin que esto tenga que ser leído automáticamente como un "avasallamiento de la prensa independiente", como si esta fuera una especie de Jesús o Gendarme de la Verdad. Hasta que no haya evidencias de que lo que quiere el gobierno es limitar voces contrarias solo para ganar elecciones - que no las hay; esas voces están y siguen chillando a amplio volumen en todos lados - no hay razón para que no haya paz. Pero quién entiende razones. No habrá paz, y eso es lo interesante.

Al final el 24 de agosto fue mucho más que el cumpleaños de Borges. Aníbal, la tenés adentro.

2 comentarios:

marijke dijo...

Interesante el principio de tu nota. Porque hablas de expropiacion (que era lo que clarin y la nacion esperaban) y del proyecto de ley que envió la presidente en lugar de eso. lastima que el proyecto de ley no ha sido enviado. Los mas cipayos creerian que es porque no está redactado porque no era lo que tenian pensado hacer y hubo algo que los hizo cambiar de idea en el transcurso de la tarde del super martes. No les lleves el apunte, son los pagos por clarin, la nacion y la patria sojera los que creen eso. Vos, seguramente, ya conseguirás algun argumento para rebatir eso. O no?

fedefer dijo...

No puedo rebatir algo que es especulación pura. Es posible. No me consta que el proyecto de ley esté redactado como tampoco me consta que no lo esté. En todo caso, si al anuncio fue un timonazo de último momento para suavizar la movida ante, como dice La Nación, el faltazo de la UIA y el proyecto todavía está en preparación, es algo que no amerita mayor escándalo. Tampoco omito que la idea de que supuestamente CK iba a intervenir Papel Prensa fue fustigada unos días antes por los interesados victimizados, con lo cual se toma con pinzas. Lo importante es que el proyecto de ley esté - pronto - sea razonable y se pueda dabatir ¿no? En todo caso, las cuasi-muletillas sobre los avances sobre la prensa llovieron aún sin haber leído el proyecto ni la denuncia: ayer Adrián Perez (CC) en A Dos Voces, en cuanto se perdía un poco, volvía y dale con lo mismo.

Gracias por comentar marijke