domingo, 29 de agosto de 2010

Señor Montonero Lanata



Jorge Lanata es un jerarca inteligente; él lo sabe y le sienta bien el clímax televisivo que monta cada vez que editorializa pantalla mediante, aún cuando ésta sea la subalterna de Canal 26. Su trayectoria asociada al pensamiento de izquierda lo convierte alternativamente en un tótem progre y en un eficaz referente coyuntural de la oposición cuando se le da criticar a Fernández de Kirchner. Eso también lo sabe. No es la primera vez que se planta en una vereda distinta a la que en teoría cabría esperar, pero todavía genera la sensación de estar violando el libreto de lo políticamente correcto cuando él, Jorge Lanata, el que fundó Página 12, amaga sufrir vicariamente por Grupo Clarín.

Quiere que lo dejen "pensar tranquilo", y está bien. Nadie tiene que rendir cuentas por etiquetas que al fin y al cabo le han puesto otros, ni asumir oficios sacerdotales para militancias que requieren apoyaturas religiosas. Ser de izquierda - o mejor dicho, haber defendido ciertas posturas de izquierda - no implica que haya que adscribir al guión semiautomático de los convencidos que se presencia todos los días en 6-7-8. El programa de canal 7 es a la vez un contrapeso mediático necesario y una trinchera bastante monocorde, donde más allá de la retórica convincente de una Russo, un Aliverti o un Foster, se termina largando un tufillo a misa con tantas "buenas noticias" que tienen para dar, tanta unanimidad y tanto significante abusado.

La ideología, sugiere Lanata, no tiene por qué ser un ghetto familiar donde el disenso equivale a la traición. Nos pregunta entonces si lo dejamos ser ecuménico. Si lo dejamos ser neutral, tomar distancia y quedar mal con Dios y con el diablo. No quiere callarse ni en lo que que está de acuerdo con el gobierno ni en lo que está de acuerdo con Clarín, aún cuando esta pelea, dice, no es la suya y pareciera que no quiere meterse (pero se mete de lleno). Aún cuando esta pelea, dice, no es por ideología sino por plata (como si plata e ideología, base y superestructura, estuvieran divorciadas). Dejémoslo pues ser neutral a Jorge Lanata; dejémoslo pensar tranquilo y en libertad. Su inteligencia nos merece esa indulgencia, aunque nuestra libido política, golosa, quisiera que piense exactamente igual a nosotros.

Sin embargo la neutralidad de Lanata resultará, a lo largo de este editorial, cuanto menos llamativa. Porque promediando el video nos enteramos de que está muy de acuerdo con ambas decisiones concretas del gobierno de Fernández de Kirchner. Le parece perfecto que se declare de interés público la manufactura de papel para diarios. También le parece perfecto que la Justicia investigue el traspaso de la empresa Papel Prensa a manos de La Nación y Clarín. Tanto es así que explícitamente felicita al gobierno por las medidas anunciadas el martes. Sin mucho aire para matices, adopta una posición con respecto a la cosa concreta que de neutral no tiene nada; la política del gobierno en relación al tema merece su aprobación.

¿Por qué, entonces, ocupa solo treinta segundos en esa aprobación y el resto del tiempo lo dedica a criticar cuestiones que ya no queda claro si son de forma o de fondo pero que se corren intencionadamente del eje de lo que él mismo, segun dice, apoya?

A medida que habla Jorge Lanata, el conflicto de intereses que lo lleva a disertar con tanta vehemencia se torna secundario y la cosa vuelve donde había empezado: al terreno del descargo personal. Porque el editorial, se va comprendiendo, tiene un destinatario clarísimo; ese público que siempre lo siguió por sus ideas progresistas y ahora no lo deja "pensar tranquilo". ¿Por qué molestarse entonces en detallar las razones por las que felicita al gobierno respecto a lo de Papel Prensa? Un tipo que se cansó de hablar pestes de Clarín y de los oligopolios de prensa; que está donde está porque hace rato que, por indócil, lo corrieron de los grandes medios audiovisuales ¿Qué va a decir de Papel Prensa? ¿Que está bien que lo controlen los dos diarios más poderosos del país? ¿Que se hace mal en investigar cómo fue el chanchullo? No parece hacer falta: su público lo adivina.

Entonces qué hace. Se rebela. Se rebela contra aquellos que desean domesticar su pensamiento. Desdeña la oportunidad de convencer al escéptico de que lo que hizo el gobierno está bien y lo critica por detalles periféricos atizando una provocación espectacular. Porque eso es lo que Jorge Lanata siempre fue: un provocador. Le gusta descolocar a su público en vez de poner en lindas palabras lo que éste ya piensa. Su calculado circo apunta a esa provocación, y nunca más claro que cuando se regodea con sorna en las supuestas reacciones y puteadas que causará "lo que voy a decir ahora". Sabe que lo que dice molesta, que son "barbaridades", y le encanta. Ese es Lanata.

El gordo nunca nos deja indiferentes. Nos obliga a engranar el cerebro aunque sea solo para desguazar sus argumentos uno por uno, que es la forma más poderosa de reforzar los propios. Cuando escuchamos, por ejemplo, a los editorialistas de TN o a los panelistas de 6-7-8, ya sea que estemos o no de acuerdo, sabemos sus versículos de memoria. Dicen casi textualmente lo que la propia tribuna espera escuchar y repiten tantas veces lo mismo en los mismos términos que se cae pronto en un letargo de frases hechas, de lugares comunes, de verdades reveladas. Con estos programas, la posibilidad de cuestionar nuestro propio credo se antestesia en un aplauso o un repudio futboleros. Lanata se las ingenia, en contraste, para desencuadrarnos siempre.

La retórica de Lanata es hábil. Es justamente cómo lo dice, desde dónde lo dice y a quién se lo dice. No tanto lo que dice. En rigor, las críticas contra los Kirchner sobre las que derrapa en la segunda mitad del video parecen más un compendio estándar de los lectores de La Nación Online que el resultado de un largo "pensar tranquilo". Se pregunta por qué se fijaron en Papel Prensa recién ahora, cuando llevan siete años de gobierno. Impugna varias veces la duración del discurso de la presidente (¡hora y media!). Reclama atención oficial sobre problemas mucho más importantes como la inseguridad, la salud pública y el hambre. Se queja indignado de que se remita tanto a cosas que pasaron hace 34 años y, sí, ¡menciona la palabra "crispación"! Todos artilugios poco originales, de picado grueso, que se sustraen voluntariamente de la cuestión de fondo y que molestan por quién lo dice; no por peso propio.

Por querer provocar, por belicoso, por desafiar a sus fans, Lanata cae en algo demasiado cercano a la desinformación. Despliega un discurso virulento contra una política con la que, en su nivel más crítico, está de acuerdo. Nos promete que no tomará partido para enseguida ensañarse con una sola de las partes, con todo lo que esto implica. Porque sus palabras en DDT serán sin duda citadas y reproducidas por destinatarios rémora, sin siquiera tener que tergiversarlas, para argumentar contra las políticas oficiales en torno a Papel Prensa. Sin ir mas lejos, este video apareció colgado en un blog de La Nación para pleitesía de sus lectores. Esto es algo que Lanata, un tipo inteligente, tiene que haber podido prever; lamentablemente su figura no tiene margen para inocentadas de joviales cincuentañeros. Que no las hay; el tipo solo sabe cómo manipularnos.

El debate por Papel Prensa, aún en su raigambre de corte administrativo, se enmarca dentro de uno de mayor alcance que tiene que ver con el tipo de democracia se queremos configurar a futuro. Es un tema cuya sola referencia se silenció - convenientemente para algunos - durante muchos años. En este marco no parece muy acertado objetar que se hable una hora y media sobre Papel Prensa por TV, ni chicanear con los problemas multiuso de "el hambre" y "la inseguridad", como si los distintos temas que conforman la agenda política fueran excluyentes entre sí.

A la vez, en una historia que lleva más de 500 años, lo que pasó hace 34 no necesariamente es tanto tiempo como sugiere Lanata, sobre todo si convenimos - esto es esencial - en que el trauma de lo que sucedió entonces sigue determinando en buena parte la matriz de poder que opera hoy, como ocurre supuestamente en el caso de Papel Prensa. La objeción de Lanata suena muy extravagante en boca de un tipo que publicó dos libros de historia argentina, porque si tiene razón entonces para qué estudiar historia; para qué releerla; para qué hablar de ella. Condenar que una presidente hable de historia aspira a tratar ésta como si fuera acaso una sitcom de episodios aislados que empiezan y terminan, una colección de instantes que se congelan para siempre, antes que el devenir continuo que hace a la construcción nunca acabada de una sociedad, sus poderes y la distribuición de sus riquezas.

Señor Montonero Lanata: re-nun-cie.

5 comentarios:

Martín dijo...

Excelente post, genial. Tengo algo escrito sobre Lanata que publicaré en estos días. Saludos.

fedefer dijo...

Gracias Martín. Estaré atento a tu post. Saludos.

Centrofovar dijo...

Me gustaría citar al colega Martín de Il Corvino: “la gran enseñanza de estos días (y tal vez de estos tiempos) es aprender a surfear en la ola de la incertidumbre general”.

Anónimo dijo...

Muy bueno, realmente

Nacho dijo...

Linda deconstrucción te mandaste.