martes, 20 de mayo de 2008

Dormitorio

Este es el borrador de un sueño que voy a tener esta noche cuando me vaya a dormir. Todavía faltan ajustar algunos detalles, pero confío en que con el correr del día - y con trabajo - las piezas van a ir encajando. Todo indica que se llegará a tiempo para que, cuando finalmente mi cabeza se desplome en la almohada y los párpados se me cierren, este evento saldrá tal cual lo calculado; sin una sola falla que amerite queja alguna al despertarme.

En líneas generales se puede advertir que se viene un sueño raro, lo cual no es en sí mismo ninguna novedad. Sueños raros cuántos tuvimos ya, en los que una persona después era otra, en los que corríamos con las manos, en los que éramos ladrones en casas ajenas o en los que matábamos a alguien en algún bosque. Es la tendencia de moda; ya casi no se consiguen sueños que no tengan algo de raro. Según explican los expertos en marketing, los sueños normales han caído en desuso por sus pobres innovaciones con respecto a la normalidad de la vigilia, a la cual es dificil exponerse durante mucho tiempo sin que nos parezca insoportable.

Pero aquí corresponde plantearse una pregunta: ¿Qué tiene de raro soñar? Cuando todos los sueños que soñamos son raros, al final ¿No termina lo raro siendo lo normal? ¡Cuidado con eso! Porque lo que es raro lo es por ser infrecuente, con lo cual soñar cosas raras más de cuatro o cinco días seguidos ya empieza a no ser tan raro. Por eso nuestros sueños, en verdad, son perfectamente normales, lo cual nos lleva a otro desvío punzante: ¿No es acaso en el contexto de nuestros sueños que somos quienes realmente somos? ¿No es acaso estar despierto lo anormal, lo ficticio, lo ridículo? Según esta perspectiva, la necesidad de despertarse, ponerse un ropaje de creencias y meterse de lleno en las coordenadas mundanas (cepillarse los dientes, escuchar la radio, hacese el mate y todo lo demás) parte de un aborrecimiento explícito de nuestro ser, ese desorden, tan monstruosamente expuesto cuando nos dormirnos, cuando los rebordes por los que nos encarrilamos se atenúan hasta desaparecer.

Siguiendo esta lógica, entonces, vamos a entender que ambas instancias - el sueño y la vigilia - son refugios recíprocos: soñamos porque no soportamos la realidad. Volvemos a la realidad porque no soportamos soñar. O sea, no soportamos nada. Dormimos y nos mantenemos despiertos con la misma dinámica que inspiramos oxígeno y exhalamos dióxido de carbono. Son parte del ritmo que nos mantiene vivos a través de instancias que, paradójicamente, nos matarían si las dejáramos durar más de la cuenta. ¿Quién no huye de soñar demasiado? ¿Quién no huye de la rutina de la vida adulta?

Lo genial de este sueño que se está preparando para que yo sueñe esta noche es lo siguiente: es raro, como se anunció antes, pero lo es en el sentido de que es perfectamente real. Va a ser un sueño que muy bien me podría pasar en la vigilia o que incluso probablemente ya me haya ocurrido. Esto es lo que yo llamo "innovación"; porque lo que finalmente se logra es no retozar ni en el mundo del sueño, ni en el mundo de la vigilia. Por lo tanto, apunta a ese lugar donde tal vez me quiera quedar por un buen rato. No sé qué pensar porque es la primera vez que intento algo semejante.

Mañana cuando me despierte les cuento.

2 comentarios:

Ju dijo...

Me mataron tu segundo y tercer parrafo, me encantaron!!! No podria ser más cierto que soñamos porque no soportamos la realidad y que nos despertamos porque no soportamos nuestros sueños.

Yo creo que todos vivimos vidas oníricas paralelas.

He dicho.

Lorena dijo...

Como decía Cicerón: Nihil tam praespostere, tam incondite, tam monstruose cogitari potes, quod non possimus somniare...
Quedó claro?? jeje
Y, es eso...en los sueños la psiquis habla un idioma diferente...menos mal podemos huir, al menos por esas horas, de el insoportable ruido de la conciencia...
"En el sueño parece como si la actividad psicológica emigrase del cerebro de un hombre de sana razón al de un loco" Fechner

Para qué quieres soñar normalidad? No sientes que tienes suficiente? deja, mi querido Federico, que los sueños te sigan sorprendiendo...