lunes, 30 de julio de 2007

Hegemonía de lo banal

Me halla una tarde escudriñando las páginas de mi queridísimo La Nación del Domingo, sección espectáculos, cuando me topo cara a cara con un mini-artículo en el que Pablo Sirvén se aboca, con toda razón, a denostar la TV actual. Noto que le tienta esa especie de paternalismo poco sutil de "los que sabemos" contra "la masa inculta"; una actitud bastante frecuente en la publicación y que no sé por qué tiende a desagradarme. No obstante, en este caso tengo poco para repropcharle a Sirvén; como dije antes, tiene toda la razón. Tal vez sí le comentaría que no hay que saber mucho, ni escribir para La Nación, para darse cuenta de que la televisión de aire argentina es poco más que guano con certificado de autenticidad.

No provee nombres propios, no hace falta. Habla de "circo sexual", "ramplonería como denominador común", y "hegemonía de lo banal". Me entusiasmo: no solo porque usa la palabra "hegemonía", sino porque tiene razón, y voy exaltándome con cada nuevo palo. Casi aplaudo cuando denuncia que la TV "consigue una cobertura permanente de sus peores barrabasadas aun en la prensa pretendidamente más seria". Sí, hombre, sí, pegue sin piedad. De pronto pienso: "Alto ahí. No era en La Nación Online donde se la pasaban todo el tiempo publicando noticias sobre Showmatch y Gran Hermano?". ¡Pero claro!, si el día que proclamaron a la ganadora (sí, es pingüina) del último Gran Hermano, la edición online lo destacó con obesos titulares y hasta fotografías a color. Bueno, entonces ¿En qué quedamos?

No existe mayor pasión que sacar conclusiones (si son apresuradas mejor), y como yo no puedo ser menos, me entretengo sacando varias. La primera: este pasquín del orto no puede ser más hipócrita. Pero sigo leyendo y Sirvén aclara que su postura proviene "al menos desde la edición impresa de LA NACION, donde ex profeso no hacemos ese seguimiento diario y aprobatorio de la 'cultura reality'". Mirá vos. Guerra civil. Pica entre la edición impresa y la edición online ventilada discretamente hacia el público (aunque ninguna pica les impide colgar la misma nota de la edición online, claro). Segunda conclusión: La Nación es un diario tan democrático que deja que ciertos redactores, en representación de sus secciones, publiquen críticas abiertas a las políticas editoriales del grupo. En ese caso mi primera conclusión se contradice diametralmente con la segunda, y entonces tengo un problema.

Lo más verosímil, me acuerdo más tarde, es lo siguiente: las ediciones online de los grandes periódicos argentinos se están convirtiendo cada vez más en otra cosa. Y esto pasa porque el hipertexto es, justamente, otra cosa, encaminada a ser tan distinta del diario impreso como lo es la radio o la televisión. Los asesores de marketing de los Saguier se lo deben haber advertido: sigan con el mismo tono solemne y los mismos contenidos serios en su portal web y van muertos; el público que los lee por Internet no es la vieja suscriptora de la Recoleta que envía una carta de lectores preocupada por el estado de los maceteros de la Avenida Quintana. Es otra gente, más joven, con otros intereses y otras expectativas. Y ahí va La Nación, a tientas, viendo a ver qué corno hace con su sitio web para que sea original, y moderno, y cool y todo eso. Traicionar sus celebérrimos "valores familiares" publicando noticias sobre Gran Hermano y Bailando por un Sueño parece una opción cantada, pero es apenas el comienzo. Naveguen y verán toda una serie de artilugios periféricos insólitos, anécdotarios bizarros, noticias chimenteras, irrisorios top-tens armados en dos minutos, foros plagados de insultos, blogs boludos y demás lindezas digitales. Lo mejor, lejos, lo aportó el blogger que publicó en portada que había encontrado en YouTube un gol similar al de Messi contra México pero... en playstation (y encima ¡Filmado de un televisor!). Periodismo de investigación de elite: Walsh, no sabías nada.

No. La Nación Online, más allá de que reproduce muchos textos de su edición impresa, no es la tribuna de doctrina de la era digital. Es un "portal", es decir, un aquelarre de fotitos, colores, videos, animaciones y cositas copadas para perder un buen rato frente a la pantalla. No es de extrañar, entonces, que aparezcan contradicciones. Por un lado la edición impresa con su cententaria defensa de los valores tradicionales; por otro, la edición online haciéndose camino a ciegas en esa masa informe y aún verde como es la red. No es que sea un tema específico de La Nación, claro; Clarín tiene un site cuyo aprovechamiento del hipertexto es aún mayor, a tal punto de que ya es prácticamente un blog multimedia de información actualizada que poco tiene que ver con la edición impresa. Sorpresivamente, la carga de tonterías atómicas parece ser bastante menor; buen logro si se tiene en cuenta la cantidad de contenido que ofrecen. Pero igual, diría Pablo Sirvén, hay que estar alerta; no fuese que la hegemonía de lo banal lo atacara por la espalda, a esta hora, y con la casa tomada.

TO BE CONTINUED... En la próxima parte, mi análisis del referente. Es decir, aquello de lo que quería hablar en este post antes de terminar hablando de cualquier otra cosa: la TV argentina y su basuridad al palo. Arrivederci.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sirvén es un tarado, pedante, un quientecreés que sos. Se hacia el cancherito cuando iba al programa de Majul. Yo no lo soporto. Y debo reconocer, q un tiempo fui usuaria de foros de La Nacion. Lo abandoné por la cantidad de tópicos sobre Gran Hermano que habia. :p

Matías dijo...

Basta recordar que Macri ganó por el uso propagandístico de la banadalidad. Estaría bueno que...

Los políticos son banales.
Los medios son banales.
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Los medios son políticos.

Bueno es una falacia de afirmación del consecuente. Es un argumento falaz. Pero creo que si nos aprestamos a la realidad tiene pleno sentido. Los medios de comunicación y los políticos no parecen diferenciarse en nada.

Saludos!!!