Algún memorioso seguidor del blog recordará cierto antiguo post sobre la campanilla del paso a nivel que tengo a metros de mi casa. Entonces, suplicaba a TBA (la empresa privada con fines de lucro que tiene la concesión del servicio público llamado "tren") que por favor se hiciera cargo de reparar dicho artefacto, el cual resulta algo molesto cuando por desgracia se queda trabado. "Algo molesto" es, en definitiva, un eufemismo para sintetizar que no puede uno conciliar el sueño hasta las 5 de la mañana, que no puede uno escuchar música tranquilo, que no puede uno siquiera ponerse a leer un libro en la habitación, que no pue... en fin, se entiende. El ciclo funciona más o menos así: a) Se llama por teléfono para reclamar; b) TBA manda unos técnicos que atan todo con piolines; c) El artefacto funciona con normalidad en un plazo que puede oscilar entre un par de horas y tres meses; d) El artefacto vuelve a quedarse trabado, y así ad infitum.
A partir de ahora narración en presente dramático.
El viernes 24 de agosto, el dichoso artefacto vuelve a trabarse. Tin tin tin. Al día siguiente hago la cuenta: supera los cien tin tin tin en menos de un minuto. Día y noche tin tin tin. Cómo mi dormitorio da hacia la calle, el tin tin tin no puede simplemente evitarse; es como mi propio péndulo del cuento de Poe, salvando distancias. Luego de un insomne fin de semana a puro tin tin tin, esta mañana me dispongo finalmente a realizar las llamadas telefónicas de rigor. En esta situación se pueden optar varias fachadas: últimamente me está dando más resultados el vecino sufrido, amable y que da un poco de lástima ("a la noche no puedo dormir muy bien, y justo que ando medio enfermo, y estoy por rendir varios finales"), aunque en algún momento supe utilizar al maníaco psicótico con sed de sangre que amenaza a interlocutor y flia. escupiendo insultos con una voz babosa y desarticulada.
Pero nada. Por ahora vamos con vecino amable a full. La primera llamada tiene como destino algo que se llama "BASE" y que queda en la estación Victoria. No sé qué carajo será, pero cada vez que llamo atiende un perejil diciendo "BASE!". Imagino un depósito con dos o tres salames que no tienen un pomo para hacer y que se llevan ravioles fríos en tapers. Atiende: "BASE!" (voz de salame, lógico). Le explico la situación, trato de articular mi fachada de vecino sufrido, pero me interrumpe diciendo que enseguida envían una cuadrilla. No tiene ganas de oirme. Le explico que es la calle Roca, en Beccar. RO-CA. Como BASE pero con otras letras. Ok.
La segunda llamada va para Retiro. Allí hay una oficina que se encarga de toooodo lo que es señalización, a cargo de un tal Ingeniero Colombo. Nunca ví al Ingeniero Colombo, pero por analogía de apellidos me lo pinto igual a Christian Colombo y, por derivación de apariencias hacia personajes un poco más actuales, a Caruso Lombardi. Sí, tengo a Caruso Lombardi en la cabeza cuando llamo. Por historia, este teléfono es lo que más resultado da, así que estoy esperanzado. Atiende una secretaria que tiene la voz más pajera del universo conocido. “Hola” dice entre dormida y flasheada. "Hola", digo "con el Ingeniero Colombo o alguien de su oficina”. Musiquita con poco swing (me permite reflexionar sobre lo poco que han evolucionado las músicas de espera en alguno sitios). Atiende alguien que por su voz de desorientado me doy cuenta de que NO ES el Ingeniero Colombo. No importa, porque es el mismo con el que hablé la última vez con óptimos resultados (tres meses, redondeando, de campanilla funcionando bien). Se llama Fernando. Fernando me permite desplegar el vecino sufrido bastante a fondo. Hasta me presento como “un vecino de Beccar”, lo cual me hace sentir inconfesablemente ridículo; me imagino con 60 años juntando firmas para que declaren de interés municipal la esquina de mi casa. Pero bueno, vecino de Beccar. Le comento la cronología de los acontecimientos, desde el viernes bla bla blá. Le explico lo de no poder dormir (acá no miento. NO SE PUEDE DORMIR, CARAJO), a lo que responde condescendiemente “sí, me imagino, la verdad tiene razón”. Solo falta que diga “pobrecito”. Acato su falsa complicidad con una falsa conciencia ciudadana: “claro, porque además la señal no cumple con su función y puede ser peligroso para la gente que cruza” (mentira, me importa un huevo la gente que cruza, lo único que quiero es que no me rompan más las pelotas, después a la gente que cruza que la pise el tren, qué carajo me importa). Le explico que es la calle RO-CA, del ramal a TI-GRE, entre BE-CCAR y VIC-TO-RIA. Fernando no sabe ni dónde queda Beccar ni dónde queda Victoria, pero bueno, que anote en un papelito (Victoria va con V corta) y le pase al jefe. Supongo que servirá. Muy amable. Muchas gracias. Ah! No, antes Fernando me comenta que sí, que él toma nota, pero que me ponga media pila y haga el reclamo también al CAP (Centro de Atención al Pasajero). Ok, ok. Muy amable, muchas gracias.
Admito que esto ya no me gusta. Eso de “yo tomo nota pero haga el reclamo en nosédónde” me suena sospechosamente a “arreglátelas por otro lado que yo este papelito lo voy a usufructuar para limpiarme placenteramente el culo”. Además el CAP brinda, justamente, atención al PASAJERO. Y si bien en algunas ocasiones sí soy pasajero, este reclamo puntual lo hago como “VECINO HINCHADO LAS BOLAS”. Pero bueno. Qué puedo hacer. ¿La revolución bolivariana? Nada. Llamo al CAP. Me atienden rápido. Una tipa con onda enérgica que se llama Patricia. Le hablo de una campanilla trabada y salta con “ah, es la de Alvarez Thomas y no se qué”… Muestra la hilacha de que tienen varias campanillas hechas concha. NO. Le digo que NO. Esta está en otro lado. Es en la calle RO-CA, en BE-CCAR, en el ramal de TI-GRE. Ah sí, sí. Comprendido, ya enviamos en seguida una “Patrulla de Emergencia”. ¡Mató maaan! Una PATRULLA de EMERGENCIA para arreglar una campanilla. ¡Encontré lo que buscaba! Seguro que en cinco minutos cae Nissan Patrol con sirena, clava frenos y arreglan la poronga esa. Qué lindo, qué lindo que todo funcione tan bien. Qué lindo que la gente responda como uno, un pobre vecino de Beccar que no puede dormir, se merece.
Cuando termino las diligencias ya está por ser el mediodía del lunes 27 de agosto. Pasan exactamente doce horas y hasta diría que un poco más. Mientras escribo estas líneas, un martes 28 de agosto a las dos de la mañana, el artefacto SIGUE TRABADO. Tin tin tin. Durante el día no vino ni cuadrilla de inpectores, tin tin tin ni patrulla de emergencia, tin tin tin ni nadie. Son las dos de la mañana y ya sé que me tengo que pasar otra noche en vela, mientras el desequilibrio en mis neuronas va increyendo. Comienzo a fantasear con una venganza definitiva. Hace AÑOS que esta campanita está friccionando insidiosamente los lóbulos exhaustos de mis gónadas. Sí señor, fantasías de todo tipo recorren los perturbados recovecos de mi cerebro en la noche solitaria. Cortarle los cables con una tijera de podar. Salir a lo loco con un hacha y cagarla a hachazos. Rociarla con metanol y prenderla fuego. Darle con martillazos. Sí. Me veo totalmente a las tres de la mañana, encaramado en la campanilla en la oscuridad, solo como un perro, ojos chispeantes, dándole con un martillo al rojo vivo. Sería absolutamente triunfal. Sería el momento cumbre de mi vida. Sería la catarsis de todo un odio visceral que tengo en lo profundo del alma hacia todo lo que sea campanillas, campanas, despertadores, alarmas, timbres, ringtones y chicharras, signos inequívocos de un organigrama déspota interiorizado en nuestros corazones a fuerza de sobresaltos.
Señores, un fantasma recorre Beccar. La guerra contra las campanillas de los pasos a nivel está declarada.
A partir de ahora narración en presente dramático.
El viernes 24 de agosto, el dichoso artefacto vuelve a trabarse. Tin tin tin. Al día siguiente hago la cuenta: supera los cien tin tin tin en menos de un minuto. Día y noche tin tin tin. Cómo mi dormitorio da hacia la calle, el tin tin tin no puede simplemente evitarse; es como mi propio péndulo del cuento de Poe, salvando distancias. Luego de un insomne fin de semana a puro tin tin tin, esta mañana me dispongo finalmente a realizar las llamadas telefónicas de rigor. En esta situación se pueden optar varias fachadas: últimamente me está dando más resultados el vecino sufrido, amable y que da un poco de lástima ("a la noche no puedo dormir muy bien, y justo que ando medio enfermo, y estoy por rendir varios finales"), aunque en algún momento supe utilizar al maníaco psicótico con sed de sangre que amenaza a interlocutor y flia. escupiendo insultos con una voz babosa y desarticulada.
Pero nada. Por ahora vamos con vecino amable a full. La primera llamada tiene como destino algo que se llama "BASE" y que queda en la estación Victoria. No sé qué carajo será, pero cada vez que llamo atiende un perejil diciendo "BASE!". Imagino un depósito con dos o tres salames que no tienen un pomo para hacer y que se llevan ravioles fríos en tapers. Atiende: "BASE!" (voz de salame, lógico). Le explico la situación, trato de articular mi fachada de vecino sufrido, pero me interrumpe diciendo que enseguida envían una cuadrilla. No tiene ganas de oirme. Le explico que es la calle Roca, en Beccar. RO-CA. Como BASE pero con otras letras. Ok.
La segunda llamada va para Retiro. Allí hay una oficina que se encarga de toooodo lo que es señalización, a cargo de un tal Ingeniero Colombo. Nunca ví al Ingeniero Colombo, pero por analogía de apellidos me lo pinto igual a Christian Colombo y, por derivación de apariencias hacia personajes un poco más actuales, a Caruso Lombardi. Sí, tengo a Caruso Lombardi en la cabeza cuando llamo. Por historia, este teléfono es lo que más resultado da, así que estoy esperanzado. Atiende una secretaria que tiene la voz más pajera del universo conocido. “Hola” dice entre dormida y flasheada. "Hola", digo "con el Ingeniero Colombo o alguien de su oficina”. Musiquita con poco swing (me permite reflexionar sobre lo poco que han evolucionado las músicas de espera en alguno sitios). Atiende alguien que por su voz de desorientado me doy cuenta de que NO ES el Ingeniero Colombo. No importa, porque es el mismo con el que hablé la última vez con óptimos resultados (tres meses, redondeando, de campanilla funcionando bien). Se llama Fernando. Fernando me permite desplegar el vecino sufrido bastante a fondo. Hasta me presento como “un vecino de Beccar”, lo cual me hace sentir inconfesablemente ridículo; me imagino con 60 años juntando firmas para que declaren de interés municipal la esquina de mi casa. Pero bueno, vecino de Beccar. Le comento la cronología de los acontecimientos, desde el viernes bla bla blá. Le explico lo de no poder dormir (acá no miento. NO SE PUEDE DORMIR, CARAJO), a lo que responde condescendiemente “sí, me imagino, la verdad tiene razón”. Solo falta que diga “pobrecito”. Acato su falsa complicidad con una falsa conciencia ciudadana: “claro, porque además la señal no cumple con su función y puede ser peligroso para la gente que cruza” (mentira, me importa un huevo la gente que cruza, lo único que quiero es que no me rompan más las pelotas, después a la gente que cruza que la pise el tren, qué carajo me importa). Le explico que es la calle RO-CA, del ramal a TI-GRE, entre BE-CCAR y VIC-TO-RIA. Fernando no sabe ni dónde queda Beccar ni dónde queda Victoria, pero bueno, que anote en un papelito (Victoria va con V corta) y le pase al jefe. Supongo que servirá. Muy amable. Muchas gracias. Ah! No, antes Fernando me comenta que sí, que él toma nota, pero que me ponga media pila y haga el reclamo también al CAP (Centro de Atención al Pasajero). Ok, ok. Muy amable, muchas gracias.
Admito que esto ya no me gusta. Eso de “yo tomo nota pero haga el reclamo en nosédónde” me suena sospechosamente a “arreglátelas por otro lado que yo este papelito lo voy a usufructuar para limpiarme placenteramente el culo”. Además el CAP brinda, justamente, atención al PASAJERO. Y si bien en algunas ocasiones sí soy pasajero, este reclamo puntual lo hago como “VECINO HINCHADO LAS BOLAS”. Pero bueno. Qué puedo hacer. ¿La revolución bolivariana? Nada. Llamo al CAP. Me atienden rápido. Una tipa con onda enérgica que se llama Patricia. Le hablo de una campanilla trabada y salta con “ah, es la de Alvarez Thomas y no se qué”… Muestra la hilacha de que tienen varias campanillas hechas concha. NO. Le digo que NO. Esta está en otro lado. Es en la calle RO-CA, en BE-CCAR, en el ramal de TI-GRE. Ah sí, sí. Comprendido, ya enviamos en seguida una “Patrulla de Emergencia”. ¡Mató maaan! Una PATRULLA de EMERGENCIA para arreglar una campanilla. ¡Encontré lo que buscaba! Seguro que en cinco minutos cae Nissan Patrol con sirena, clava frenos y arreglan la poronga esa. Qué lindo, qué lindo que todo funcione tan bien. Qué lindo que la gente responda como uno, un pobre vecino de Beccar que no puede dormir, se merece.
Cuando termino las diligencias ya está por ser el mediodía del lunes 27 de agosto. Pasan exactamente doce horas y hasta diría que un poco más. Mientras escribo estas líneas, un martes 28 de agosto a las dos de la mañana, el artefacto SIGUE TRABADO. Tin tin tin. Durante el día no vino ni cuadrilla de inpectores, tin tin tin ni patrulla de emergencia, tin tin tin ni nadie. Son las dos de la mañana y ya sé que me tengo que pasar otra noche en vela, mientras el desequilibrio en mis neuronas va increyendo. Comienzo a fantasear con una venganza definitiva. Hace AÑOS que esta campanita está friccionando insidiosamente los lóbulos exhaustos de mis gónadas. Sí señor, fantasías de todo tipo recorren los perturbados recovecos de mi cerebro en la noche solitaria. Cortarle los cables con una tijera de podar. Salir a lo loco con un hacha y cagarla a hachazos. Rociarla con metanol y prenderla fuego. Darle con martillazos. Sí. Me veo totalmente a las tres de la mañana, encaramado en la campanilla en la oscuridad, solo como un perro, ojos chispeantes, dándole con un martillo al rojo vivo. Sería absolutamente triunfal. Sería el momento cumbre de mi vida. Sería la catarsis de todo un odio visceral que tengo en lo profundo del alma hacia todo lo que sea campanillas, campanas, despertadores, alarmas, timbres, ringtones y chicharras, signos inequívocos de un organigrama déspota interiorizado en nuestros corazones a fuerza de sobresaltos.
Señores, un fantasma recorre Beccar. La guerra contra las campanillas de los pasos a nivel está declarada.
6 comentarios:
Qué horror... ¿así quién puede mantener un blog o una página de críticas musicales cualquiera?
As: While My Guitar Gently Weeps - The Beatles
Atte: Juan Ramón Velázquez Mora.
"Fernando no sabe ni dónde queda Beccar ni dónde queda Victoria"
Ay...cómo no va a saber eso.... ...... ... .. .
FONTANARROSA puede descansar en paz. Un pichón de escritor cómico inteligente está en camino. A pesar del drama que la situación amerita, terminé cagado ( se dice muerto, no? ) de risa.
El anónimo no la pifia. Aunque también creo se podría hablar de poe y el corazón delator con respecto a este post.
Copóme cantidad el post. Tin tin tin. (Auch. perdón)
Es verdad! Cómo no se me cruzó por la cabeza el Corazón Delator y sí el Pozo y el Péndulo. En fin, tiene desarmándonos mucha razón. "here, here - it is the beating of his hideous heart!". Saludos a todos y gracias x comentar.
Yo vivo del otro lado del mapa pero sé lo que es un ruido molesto en la ventana de mi habitación. Todas las noches en ese preciso instante en que la vigilia le da paso al sueño, en que el vuelo de una mosca ya altera los nervios y entonces es inevitable el insomnio por esa noche y todas las que vendrán, los recolectores de basura se disponen a comprimir los restos de la jornada en la puerta de mi casa. Un silbido para frenar, dos para comprimir y yo me hago la que nunca escuché ese sonido pero en realidad es tan parte de mí que cada vez que me estoy por quedar dormida temo que dos silbidos me arrebaten el descanzo.
Soy una vecina de Luis Guillón que por fin puede desahogarse. Es el momento que esperé toda mi vida porque, lo intenté, pero los muchachos del camión de la basura no quieren cambiar el recorrido de hace 25 años.
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