lunes, 30 de octubre de 2006
(El) momento de verte
Una angustia que debió haberse hamacado entre tus ojos blancos,
de pronto, como una memoria en clave de darse a luz a sí misma.
Envejecida hasta doler antes de tiempo,
como una quejumbrosa salvación, y un hálito de dulce, dulce envidia.
El momento de verte no pudo ser más soberbio
cuando esa salvaje humareda de abecedarios trepó por diversos toboganes,
Hasta virar en melodrama, como un evangelio, como un semidiós.
Estabas pegada a vos misma, sin un solo atisbo de miedo.
Palabra que fue cuando todo, muy despacio, acabó contando,
murmurando su flaqueza cada vez que te dejabas inteligir.
El momento de verte estuvo plagado de errores.
Pues en el páramo ondulado de tus labios creí advertir un suspiro,
de los que entretienen un temblor al dejarse caer.
Y en el cóagulo arabesco de tu iris juré ver la mañana,
adentrándose en mis noches como un fiordo de tenue oleaje.
Y a la palma irreverente de tu frente se arrimó un gorrión
envilecido en ese gris, a buscar matar la sed.
El momento de verte fue también el derrumbe.
Y una canción oblicua y su palidez de cielorraso
Porque solo un parpadeo y no pude vislumbrar a nadie,
excepto a dos ángeles labradores inventando tu contorno.
Me pregunto a dónde han huído sus alas de abanico,
En la estepa de tu horizonte, donde ya naufraga el sol.
El momento de verte fue más bien una trampa
La conspiración de un sabio recluido en su pozo de ánimas,
Allí donde se descifran las entrelíneas ancestrales,
Afincadas en papiros, digregadas por el mar
Nunca, lo confieso, han de traicionarme otras miradas,
Como aquella de tu rostro laico, al volverse como la marea.
El momento de verte fue una torre de Babel
Ese monolítico relato, de mil lenguas disfrazadas
Una oscura rendición sepultada allí, tan abajo y tan deprisa.
Que supuso recordarte incluso en tu presencia,
como quien te escrutara de golpe en un sueño borracho.
Al volver a demudarte con mi mente, percibo que renaces.
Y tus distancias egipcias se vuelven, como si la vida,
tan solo un buen trecho a pie.
lunes, 9 de octubre de 2006
Yo. Y vos.
Me llamo a mí mismo el estigma corticoidal
Soberano de avenidas demasiado largas y difusas y vacías
Entiendo de placeres solitarios y otras venturas
Soy mi propio juez, pero no siempre mi propio verdugo
Abandonado a una categoría insólita de seducción,
Navego sobre algunas montañas sin hacer daño
Bajo la luz de los planetas equiláteros del sistema solar
Nadie ha venido a fiscalizar mi destino,
Y aún así, estigma corticoidal que soy, salvo el rumbo
Amaino tempestades solamente con mis globos oculares
Amortiguo mi caída, españolizo mi acento,
Y empiezo siempre por el final, hoy o mañana
Tal vez como Arquímedes, me hundo sin dejar estela
Ni trazo agónico que permita rastrearme
Hilvano meridianos con la rueca de mis vigilias vanas
Y guardo el orden con celo, como un carabinero
Hace tiempo he viajado a vuelo de cisne
Por las páginas amarillentas de una fábula
Pero hoy cautamente recluído en un nido sin mástil
Lugarteniente de mi zozobra, vengador de mi almanaque
Seré quizás mañana una penumbra gregaria y errante
O bien seré hoy, mejor, el huésped de honor de tus pecados
Vos.
Los crucigramas, ya lo sabrás, no tienen prefacio ni final,
Y allí en una vertical difícil se parapetaron tus agonías
Tus fichas mal jugadas, tus cartas salvadoras
Y en la horizontal tu flacidez, tu mano de curandera,
Bajo las cetrinas medusas de tus ojos se desenvainaron tus rencores
Se emanciparon tus aleluyas, y sufragaron tus espíritus
El lenguaje de tu carne blanquísima es incluso malvado
Malvado en sus aguijones perlados,
En las parábolas sibaritas de tus cejas,
En sus entrelíneas que germinan como yuyos
Sobre la orilla de esa nórdica laguna de tu mirada,
De tu palidez, de tus pupilas telegráficas.
Tu misiva es lozana, bífida como tu sexo y tu lengua
Mujer de espigadas catedrales, de lóbregas almenas
En la raíz de tu abundante cabello supe de refusilos
Anexados todos ellos a tu cráneo románico, doliente
Te fugaste tal vez como una pandemia china
Como una gaviota caníbal planeando en lontananza
Y también como un disidente herido,
Y su muerte, que habita el reborde de la cantimplora
Porque entibias las razones y amedrantas las lógicas
Y no por eso te sabes más dichosa,
Porque tu hambruna, tu sed, no tiene final
Pero en el alma arrancada de todas las cosas
Acabarás rotunda, crucificada, supurada
Hechizada, espero, por todos mis arcángeles
En carnaval, disfrazados de demonios.
Yo. Y vos.
Acaso en tu pirámide hay un adversario solapado
Acaso, estarías dispuesta a engañarlo…
Hoy es raro y se consume ya como fósforo,
Y la luz que por sabia todo lo horizontaliza,
se abrevia ahora con la némesis de su nocturnidad
El mar y las olas portuarias apuran a lo lejos
Se arriman a la eucaristía de un otoño nuevo
Pero yo sigo esperando en tu veranda,
Ensayando la víspera eterna,
Y, como un perro, raspando mis uñas contra tu portal.
miércoles, 27 de septiembre de 2006
Otros de un tiempo perdido
Al pasar por una fuente repleta de doncellas
que trocaban sus ropajes por frutas y licor
No supe comprender que se venía una tormenta
Se partieron los bajeles allá en el Mar de Creta
Y callé bajo la lluvia como un santo en sus cadenas
Corrimos a refugiarnos hacia una carpa lejana
Justo cuando la noche se hacía crema americana
El sheik del tiempo nos recibió entre algodones
Con sangre de nobleza y un alma brusca de gorrión
Un cuento se abrió de páginas ante nosotros, callados
Afuera el viento aullaba como la luna perforada de luz
Crujían los huesos del pollo al mordisquear su carne
Mis ojos y los suyos se interceptaron entre rugidos
A veces es cuestión de saber vivir el segundo, de mirar
De contemplar caer la lluvia sobre los campos lejanos
La cena aún no había acabado y ya tenía sueño
Me fui a dormir bajo un susurro y allí morí por un rato
Quise despertarme en las laderas de sus pechos
Ahuecando sombras bajo una tenue luz de ningún lado
Brillaron mis ojos al recordar que estaba allí
Porque el sueño me había condenado al viaje y al encierro
Y un perfume se deslizaba en el frío crudo de la mañana
Y una humedad ronca se filtraba esa vez en las cortinas
Pensé en las rutas que llevaban hacia ningún lado
Allá lejos detrás de las montañas viejas y nubosas
Quise verme volando, quise surcar las ánimas del desierto
Supuse muy pronto que allí habría algo fascinante
Pero la conjetura se desbarató con la presencia del enemigo
Y otra vez me volví por el camino de siempre
martes, 15 de agosto de 2006
Luz (en una esquina y en un asiento de tren)
La mía, también.
Tu cara.
Los volúmenes, los contornos, las texturas en tu superficie. Todo lo que veo ahora allí... no es más que la ilusión óptica de un juego de luces y sombras. Y ni eso, ya que las que llamamos "sombras" reúnen apenas a aquellas coordenadas que absorben más luz, o la reciben en menor cantidad. Entonces, un juego de qué. De luces y otras luces. Luces con mayor o menor intensidad. ¡Ni eso! Apenas reflejos. Ya la había usado; esa es la palabra.
Sin luz, francamente, no sé qué sos.
Con luz, es tu cara.
Cada vez un poco más familiar. Más vieja. Más otra vez.
Pero sabés qué. Me gusta. Y quiero hacer de cuenta, quiero dejarme engañar. Voy a actuar por un ratito a creer que tenés luz propia. Y que iluminás. Y que estás ahí. Soy un tonto.
No pude verte más allá de la ficción; creí imaginarte.
Y en esa imagen, lo confieso, he vuelto a perderme de la manera más cruel.
martes, 8 de agosto de 2006
Cruzada contra una campanilla
La campanilla del cruce peatonal a nivel de la calle Presidente Roca (en el ramal Retiro - Tigre, entre las estaciones Beccar y Victoria) no funciona. O, mejor dicho, funciona, pero a su manera. Desde hace ya varios días, se activa y desactiva en forma aleatoria; y de esta dinámica no se desprende unívocamente la certeza de si se aproxima un tren o no. Lo sabemos, la camapanilla se ha emancipado de la digna función para la que ha sido creada. Y busca perpetuarse en su redescubierto libertinaje.
Desafortunadamente, en este ocioso vaivén suyo, la campanilla tiende a preferir quedarse sonando antes que callada. La ha venido tomando el gustito a esto de tocar su vibráfono cuando no tiene realmente por qué hacerlo, sin aparente culminación. Eventualidad que, lógicamente, afecta los intereses de todos aquellos quienes, por los azares de la vida, tenemos nuestro hábitat en su órbita.
Hablemos, en buena hora, de su sonido.
En su falta de ampulosidad, es un sonido considerablemente irritante. Rítmico y obstinado, opera como una tortura china que lenta pero implacablemente va degradando las cortezas de nuestros cerebros. Cerebros que, de pronto, se ven impedidos de afrontar sus recodos cotidianos sin ese trasfondo tintineante e invasivo que ama la permanencia, se acuesta con la infinitud y pacta con la eternidad.
A pesar de que se trata de un problema que se viene reiterando de manera cíclica desde hace voluminosos años, la empresa TBA no ha tenido nunca la pericia ni el prospecto para poner fin a tal inconveniente. En esta oportunidad, ya van varios días de carnaval y nadie en la concesión parece saber que se han soltado los cabos. Y la señal sonora, poco más que un asceta poste de metal negro, sigue impune. Prolonga su sobernía. Nos gobierna.
Como tantas veces antes, volvemos a apelar a TBA. Jugamos un pleno a nuestra fe. TBA es una empresa en la que nos cuesta confiar. Una empresa que clausura un paso a nivel para vehículos colocando tan solo un viejo rail oxidado; una empresa que goza de aparatosas máquinas para sacar boletos que, no obstante, están inoperativas la mitad del tiempo; una empresa que mira de reojo sus formaciones cada vez más deterioradas; una empresa que acostumbra a demorar los servicios sin dar explicaciones de ningún tipo; una empresa que pone en circulación vagones sin asientos, una empresa que deja de vender pasajes a sus clientes por no tener cambio de diez pesos en las boleterías. Y, oh, un sinfín de cosas más.
Pero qué otro camino nos queda acaso. Tener esperanza es algo que a veces sirve... y a veces no. Una cosa es cierta: la belle-époque de esta campanilla tiene sus días contados. La alternativa de que siga averiada durante un período galáctico de tiempo no tiene cabida en este mundo. No solo por los disturbios que ocasiona, especialmente en la noche, sino porque no cumple con la vital misión de seguridad que le ha dado, en primer lugar, la potestad para emitir ondas sonoras.
Será TBA quién se encarque del tema, lo más pronto posible (de aquí a dos o tres días). O seremos otros.
Por el bien de la sensatez, confiamos en que sea más bien lo primero. Amén.
Cordiales saludos
En espera de una respuesta satisfactoria,
Vecinos del barrio de Beccar, y de la señal sonora que, por lo visto, está muy contenta con lo de "sonora" y no tanto con lo de "señal".
jueves, 3 de agosto de 2006
El gran dilema edilicio
Es imposible, pero también busco deshacerme de una peligrosa idea fija: quizás, detrás de un disfraz de desdén, oculta sin que la advierta entre esos lugares que no son aquí (y esos tiempos que no son ahora), exista la cavidad por donde se hayan filtrado mis tropas mercenarias. Aquellas que, desde el principio, se sublevaron con un gesto altivo ante el timorato mando central. En ese caso, mascullo, habrán tomado algún bastión para la bandera; habrán comenzado con la maquinaria propagandística. Montado ese escenario, el silencio tan temido bien podría, ahora mismo, estar marchando con la sombra de una duda tildando sus pisadas. La chispa de una imaginación que de pronto empieza a pervertirse.
Entonces, cunde la alarma. Y cada atisbo de transparencia en el frente enemigo, ya, puede ser tomado como una debilidad. Incluso, como un fonema de victoria. En el círculo íntimo causará un espasmo de celebración lo que bien podría ser solo una mascarada de corrección política. Pero, solamente cuando todos se hayan retirado, quedará expuesto el tendal de interrogantes. ¿Acaso hay algo más que la especulación? El frente se volverá de pronto tan pixelado como antes, y se desdibujarán irremediablemente las fronteras entre la concesión y la sangría. Si me preguntan, está claro: quiero que sangre, pero las hemorragias, si las hay, son demasiado internas. No se dejan inteligir. (Suponiendo que, claro, haya una inteligencia como Satanás manda para deshilvanarlas desde el otro lado).
Por eso. Abajo con todo. No llegaré a nada con unas falacias amontonadas como escombros, asoléandose como lagartos. En esto estoy; sigo cruzando mis dedos frente a mis ojos. Solvento una apariencia meticulosamente estudiada, casi de manual de estilo. Sensatez. Necesariamente debe ser así ahora. El régimen no puede desestabilizarse, no debe haber señales de inquietud, exageradas o no. Si allí en el sótano las aldeas se incendian y los espectros connotan efervescencia, las terrazas se obligarán a lucir brillantes, celebrando sin culminaciones una fiesta de sociedad, animada con personajes que llegarán navegando en angelados sedanes. Y trasnoches que sigan desfilando iguales, sin más que un cascabeleo de copas en la distancia. Lo decreto sin miramientos, porque es lo que me parece justo.
La única estrategia se desmaya. No se puede saber qué senderos minar si no hay certezas. He aquí al verdadero enemigo. La carencia de certezas: heredera natural de ese silencio que, una vez más, ha sembrado con un genio cabal su hilera infinita de peones. Aquellos que se arman del desconcierto, al dejar una brecha invitante para luego tomar al paso. Noble o plebeyo, caerá el primero que se aventure en su impericia. El viejo truco. El viejo evangelio de los viejos zorros. Noble y plebeyo, me niego a ser yo el que caiga en la trampa. Justamente por nunca haberme desplomado en ella, la imagino demasiado.
Aún así, a pesar de su sometimiento, queda un palmo de orgullo trazando espirales hacia arriba y hacia abajo por el conducto de mi espina. Suficiente, al parecer, como para no abandonar los ejes cartesianos. Aquellos donde, me han confiado hace mucho tiempo, se hunden los sabios y florecen los intrépidos. Sordo, o acaso aturdido, procuraré por hoy rociar dardos sobre esquinados laberintos. El blanco yace muerto como un mártir, y allí estaré cuando el tiempo lo decida. Después de todo; ¿Quién toma mejores decisiones que el tiempo?
No yo. Ahora que lo pienso.
Sueños que nacen dormidos
Doy todo ¿Todo? Y por cuál se irá el dodo ¿Dodo?
Un fideo, veo, creo, intercedo. Solo por un fideo.
Peso el pescuezo y después doy un rezo. Eso. ¿Querésonoqueréseso?
Universo, en verso es el universo
en soneto es solo un alma que tuerzo
Cumbre, lumbre, por todos los antidioses que un hombre insume
(con insomnio)
Ya te dio, te dio ¿Te dolió? Porque yo.
Yo no puedo, me quedo. Solo espero
Son dos sonidos, uno querido, otro aún más perdido,
como un herido, flotando en el esperma del unicornio
Tetracordio; el alfil movió (solo una vez ¿Por qué no se?)
y dio jaque al exordio
Jaque! aulló un vendedor de balizas
en la intersección de Lloyd y Esturiza
Doy cien por el terraplén y no conozco más tu cien
¡Decidí que no me conoces! Dicen algunos
Pero entonces
¿Dónde quedan los faros (o los paros) que labró el labrado?
Paz = inverosimilitud inducida. Vómito central, es el mal;
llamala a Mamá
Decile que venga que hay algo fuera de mi normal.
Es normal pero esta menos mal.
Cara están las caras. Son solo dos caras.
La moneda tiene también una cara autobiográfica que no se dice.
Suelen pensar. ¿Dónde pasar? (Pedile a Juanjo que ralle un tomate)
Pero juanjo toma un mate y se nutre de escaparates.
Mueble. El día más mueble de tu vida está por acercarse.
Aplomo piden los gnomos
(Entre paréntesis: el escudo que me vendiste se pudrió y exijo uno nuevo)
Pero no un huevo, uno nuevo. ¿Me escuchás?
Me escuchás, sacate el taladro de la oreja
Vieja, te voy a pegar con todos los fierros.
No son míos pero son de hierro. ¿Qué hierro?
Su número atómico constaba en el acta. Mario pacta.
Con sus hijos (¿Hijos o rastrillos?)
Entonces bueno. Decime que ya está,
que ya no tengo que volverme en colectivo.
Malas noticias; el número se equivocó de canal
y marca un paso para el olvido.
Cero más cero a veces da resultados inciertos
que tienden a estar MUERTOS
Y en el puerto siempre quieren escapar los huesos,
de sus jaulas en enclaves nocturnos
Haremos el amor en un pesebre, niña orfebre,
queremos fiebre (ahora falta una liebre)
como un cálculo inmanentista que quedó dormido
en el ángulo más amarillento del subterfugio.
Voz en clave ¿Orejas que ignoran la tiza?
¡La tiza, pisa una joven emperatrisa!
Creo en lo que veo pero lo mismo que era mío ahora es del concenso.
(los municipios ocultos de una región secreta se rebelan)
Como torres; torres y de plomo.
Que se caen siempre sobre el lomo que se coce en una grilla.
Torres acumulativas que el corsario
(El corsario ama los pinos, sobre todo si siguen vivos)
DADME UN POCO DE ARROZ, CLAMAN LOS ROMANOS CON UN JALEO
Traed su oscuridad con su tiempo que impide la reconstrucción del sueño. Maravillosa espiga que crece en tus senos
¿Oh Marina, danza fría que estorbas todo con tu mirada?
Vámos, firme acá, no se haga el duro /// que podemos aprender a hacer los pozos más empinados.
Basta de cuchillos, yo soy el tordillo que amordaza los instintos mas laboriegos de los espías suecos.
Espías con suecos que vienen de lejos.
Ahora estoy mirando un miembro orgánico musical clavado en los ojos de su dueña, una.
martes, 1 de agosto de 2006
Esos trabajadores

Título: Descarriló el tren blanco en Almagro
"(Télam).- Un tren cartonero que circulaba vacío, luego de haber dejado a esos trabajadores en la estación Plaza Miserere, descarriló en el barrio porteño de Almagro, a la altura del cruce de la calle Billinghurst, informaron fuentes de la concesionaria del servicio".
Y me pregunto si el texto había hecho una mención previa e inmediata al sustantivo común "cartoneros", lo cual justificaría la búsqueda de un referente similar para eludir una aliteración objetable.
Dado que este escenario no se comprueba - solo hay una mención al tren cartonero; "esos trabajadores" es la primera referencia que se hace a los propios pasajeros - ¿Soy malpensado si huelo en "esos"... ya saben, algún incienso de menoscabo?
Dada la competente trayectoria del diario La Nación en el arte de demonizar clases sociales, no me animo a dejarlo pasar como un desliz fortuito.
Ni siquiera un "aquellos".
"Esos".
Acompañar con un ademán despectivo de la mano, como haciendo a un lado algo que de todas formas ya está bien lejos; y al mismo tiempo un gesto descompuesto, con la mirada en otra dirección.
De palpable ironía calificaré el que hayan tenido la indulgencia de continuar la frase llamando "trabajadores" a los cartoneros cuando perfectamente podrían haber dibujado un "esa gente"; o "esos vagos"; o "esos cirujas"; o "esos delincuentes"; o "esos bichos mugrosos"; o "esas ratas de puerto", o incluso un infalible "esos zootipos que tiran de carritos entorpeciendo el tráfico vehicular ciudadano y republicano".
Me debería callar la boca, pero... ¿Hay realmente ironía? ¿No será que "trabajadores" tiene, para La Nación, una connotación similar?
Nada, nada. La Nación solo pega cables. Es todo culpa de Télam.
martes, 11 de julio de 2006
Il bello gioco

Pero vamos a ser honestos: no es un campeón muy popular; in situ mismo, mientras ellos, los tanos, festejan y se abrazan, los comentarios de los periodistas deportivos en la tele y en la radio parecen unánimes en su poco disimulado descontento: vuelven a hablar, ante todo, de inmerecimientos, casualidades, injusticias y mezquindades. Ni los fuegos artificiales de Berlín saben poner un paréntesis en la diatriba antiazurra. No hay emoción; los estómagos futboleros están vacíos. Pero allí abajo en el manto verde, los italianos se burlan: intercambian dulces fellatios con la copa dorada que los demás han deseado, sí, pero no más que eso.
Desear, desea todo el mundo.
Lo dije antes. Lo vuelvo a decir ahora. No existen los merecimientos en el fútbol. Quien habla de ellos es solo un sofista de poca monta; está bien para colmar vacíos con bella retórica, pero no cambia nada. Italia es campeón. ¿Campeón justo? Pregunta estúpida si las hay; los panteones del fútbol no hablarán jamás de justicia sino de lógica. Los campeones son solo eso, campeones. Nadie hizo lo que había que hacer para ganarles; ellos hicieron lo que había que hacer para ganar. Todo lo demás es cotillón. Barato.
Fuera de eso, soy de los que se animan a pensar que salir campeón no es lo único que vale a los efectos del disfrute del fútbol; los perdedores también han dejado en Alemania, aún con cuentagotas, cosas que recordaremos por mucho tiempo; el ballet jovato de Zidane contra unos supuestos brasileños, la coda de Cambiasso al himno geométrico de Gelsenkirchen. Los lusitanos se acordarán del avión Ricardo y los ingleses no se acordarán de nada (el golazo de Cole, como mucho). Todo eso, insisto, sirve tanto a la emoción del hincha como a las cuentas de la FIFA. Pero no equivale a merecer ganar.
Asumiré ahora el papel de abogado del diablo y me dispondré a desarticular la red de sofismas que han intentado desacreditar el nuevo título de Italia, a fin de que, de una vez por todas, el mundo salude como corresponde al azulado campeón.
El juego de Italia es, y todo esto reflotado a partir del mundial, tibio nido de arraigados lugares comunes. "Juegan feo", "No juegan a nada", "Se cuelgan del travesaño", "No ofrecen espectáculo", "Son mezquinos", "Son especulativos", "No atacan". La historia con Italia ha sido la misma desde que existe la memoria. Admitamos todos: nunca fueron el emblema del juego estético, ni el becerro de los paladares negros. Su juego es, desde el punto de vista de lo bello y lo valiente del fútbol, más bien miserable. No obstante, sería ingenuo interpretar su reciente título mundial como una aberración caníbal. Nada de eso. Lo que culminó el 9 de julio en Berlín es el mapa de una realidad econométrica: Italia es, mal que pese a muchos, el campeón idóneo y justo de nuestros tiempos, congruente palmo a palmo con la esencia del fútbol profesional.
Quienes insisten en criticar a Italia por sus planteos puramente utilitaristas tienen que entender de una vez y para siempre una cosa: el "jogo bonito" se ha extinguido. No existe más. O bien existe, pero para cazarlo habrá que apagar la tele y asomarse desde otras azoteas: las de los baldíos perdidos, las playas lejanas, los anchos campos y las canchitas de alquiler. Allí se juega al fútbol también; juegan los pobres y los ricos; los cracks se mezclan con los troncos; y nadie gana dinero... el objetivo es divertirse metiendo goles uno tras otro. Y punto. Perseguir el gol es perseguir la felicidad efímera de un momento, y después a seguir con la rutina. O a buscar, por qué no, otro gol
Pero el fútbol profesional se está convirtiendo, cada vez más, en una cosa totalmente diferente. Los goles ya no son alegrías sino herramientas. La meta impuesta es ganar el partido para luego ganar el torneo; y en la persecución de esta meta, engolosinarse con los goles no está de moda. Claro, el gol hay que hacerlo... pero se ha hecho tan difícil meter un gol, que tanto su afanosa búsqueda como el posterior aprovechamiento de sus frutos no es ya una diversión de cabriolas y dibujos hermosos, sino más bien una angustiosa contienda física, un procedimiento burocráctico donde el margen de error, como tal, no existe.
No es que los equipos de hoy no quieran meter un gol. Saben que es poco menos que imposible. Donde hace veinticinco años había extensos prados verdes que invitaban a crear hoy hay dos o tres defensores hambrientos que se arrojan en sincronía a estrangular los pies y el cogote del delantero (o de cualquier otra forma de vida que se mueva). Donde hace veinticinco años había largas autopistas por donde la pelota podía rodar y llegar profundo, hoy hay cientos de piernas, cabezas, pechos, glúteos, manos y puntas de botín dispuestos a bloquear cualquier pase con hartante obstinación. Donde hace veinticinco años se podía andar al trote barajando opciones, hoy hay que picar hasta el fondo a toda velocidad antes de que te barran. ¿La opción? Hacer lo que se pueda, encontrar el hueco imposible con el último hálito de vida. Pensar, ni pensarlo.
El juego defensivo evolucionó admirablemente, desplegando un manojo de músculos incansables. El juego ofensivo no tiene nuevas ideas; es el mismo de siempre pretendiendo tener magia cuando lo que siempre tuvo fue, simplemente, espacios. Por eso, en la alta competición, hoy para hacer un gol la jugada tiene que ser absolutamente perfecta, milimétrica, milagrosa. El pase justo, el momento indicado, el ángulo exacto y el centro preciso. Un poco más allá, un poco más acá; un poco antes y un poco después; un poco más alto, un poco más bajo y ya está. Ya está. No hay gol.
Y esto no lo inventa Italia. Lo vemos en la liga Argentina, donde los partidos son cada vez más tácticos y físicos; lo vemos en todas partes. E Italia es, simplemente, la selección que mejor sabe leer el nuevo fútbol. Sabe que atacar siempre y en todo momento no sirve cuando los partidos de fútbol son casi de ajedrez; como en un tablero, sabe cuánto más conviene a veces jugar un enroque que sacar a volar la dama. Como en un tablero, sabe cuándo una muralla de hacendosos peones no se puede penetrar con corajeadas vanas. Y sabe ir socavando un punto débil, aunque tenga que esperar eternidades para penetrarlo.
Argentina fue al frente con Alemania casi todo el partido de cuartos, pero no supo qué hacer ante una defensa más o menos armada; Tevez hizo gala de una guapeza espasmódica que levantó tribunas sin sobresaltar a los alemanes. Cuando Italia enfrentó al mismo rival supo exactamente cuándo convenía entibiar el énfasis para ahorrar energías, y cuándo Alemania estaba para el golpe de knock-out (Momento en el cual no dudó en saltar con cuatro delanteros y dos tiros en los palos). Italia sabe que los partidos, como las narraciones, se juegan con nudo y desenlace; que a cada momento le corresponde una estrategia diferente; que a veces esa estrategia puede, oh pecado, forzar un relajamiento de la sed goleadora y enfocar sobre la única esfera de la cancha donde todavía hay tiempos para pensar un partido: la defensa. Y a veces, todo lo contrario. Un golpecito de palmas de Lippi, y el libreto da vuelta la página.
El mérito del campeón es esta gran versatilidad llevada adelante, además, por un equipo voluntarioso que no se amparó en ninguna figura descollante, sino en un trabajo conjunto. Funcionó realmente como un equipo y no como una constelación de frotadores de lámparas; la prueba está en que casi todos sus jugadores anotaron goles y que sus goleadores fueron Toni y Materazzi; el primero un suplente; el segundo... un defensor.
No faltará aquel lamentoso que condene el título de Italia porque le regalaron un penal en el no muy buen partido jugado contra Australia. Regalos ha habido siempre: el penal de Sensini en el mundial del 90; el "gol" inventado a favor de Inglaterra en la final del 66; ninguno más obsceno que el gol con la mano de Maradona en el 86. Regalos. A la postre nunca acaban en ellos los méritos de un equipo que logra ser campeón mundial.
Cómo queda parada Italia a los efectos del "espectáculo" y la "belleza" del fútbol. Difícil decirlo; hay quienes creen que el vértigo, el drama físico, la desesperante odisea de los partidos actuales constituye un espectáculo perfectamente redituable. Hay quienes solo suspiran por el juego bonito de los toques, los moños y las rabonas que va camino a la extinción. Está claro que Italia de esto último sabe poco y nada; y mucho no le interesa saber. Son verdaderos progresistas.
Los paradigmas, se sabe, caen con el tiempo. Y se cambian lenta e inexorablemente por otros. Quizás haya que señalar ya el momento en el cual el linaje del "jogo bonito" como expresión máxima del fútbol guarde en un cajón la magia y el circo para representar al estilo especulativo e implacable de nuestra querida selección italiana. Sería apropiado, claro, hacer una sencilla tradución:
Calcio, Il bello gioco.
jueves, 6 de julio de 2006
RandomPlay
1- George Harrison / Not Guilty. (Album: George Harrison)
Bueno, no empezamos mal. No escuché el álbum completo, pero esta canción simpre la tuve en mi cabeza porque formó parte de las sesiones del White Album de los Beatles. Increíble melodía, hermosas humaredas de jazz y un ambiente entre malicioso y amenazante que seduce inevitablemente. A decir, una de las pocas canciones realmente grosas que hizo George más allá de "All Things Must Pass"
2- Frank Zappa & The Mothers Of Invention / Let's Make The Water Turn Black (Album: We're Only In It For The Money)
Novelty music. Podría ser más fanático de Zappa si no apelara a veces demasiado a estas cosas saltarinas y frikis que no parecen ir a ningún lado. Ojo, el flaco tiene temazos increíbles... Este no es uno de ellos, aunque está bien. Supongo que un par de escuchas más y termino intoxicado. Otro álbum que aún no me senté a absorber con detenimiento.
3- Elton John / The Scaffold (Album: Empty Sky)
Inconfundible el sello de Elton desde las primeras notas. Es notable como ya en su debut el tipo puede escribir una balada del montón (entre las miles que ha escrito) y que aún así ya tenga una calidad de eternindad. Como curiosidad: no hay piano en esta canción. Solo teclados electrónicos y una guitarra de jazz.
4- Carole King / It's Too Late (Album: Tapestry)
Admito que esta lista aleatoria se está dejando llevar por cauces de rock adultoso (y yo soy un adolescente rebelde como pocos). No obstante, esta es una bella canción... de las mejores del disco. Por lo tanto, que corra.
5- The Doors / Lament (Album: An American Prayer)
Nunca escuché este híbrido y no planeo hacerlo pronto. Esto es poesía de Morrison leída por él mismo con música incidental de fondo. Interesante atmósfera. La frase para la posteridad: Death and my cock are the world.
6- Felt / Down But Not Yet Out (Album: Forever Breathes The Lonely Word)
Se supone que Felt es el púlpito de la música ochentosa para los nerds musicales (como yo). Y cada vez que me animo siempre me topo con estas canciones saltarinas ochentosas, de melodías imprecisas y sin filo. Pero es inútil, al minuto tengo que admitir que me gusta. Y mucho. Y ese organito de mierda me seduce. Qué bajo he caído. El tipo canta parecido a Lou Reed y el nombre del álbum es hermoso.
7- Rush / The Twilight Zone (Album: 2112)
Caramba! Cuando empezó la canción pensé que era PJ Harvey o algo así. No puede ser que un hombre (si es que alguien que se llama Geddy Lee merece tal mote) cante así. Lo amen o lo odien, esta es una aceptable canción progresiva. Hay varias ideas, pero se mezclan unas con otras. La línea de guitarra es impecable. Me gusta!
8- Frank Zappa / Suicide Gump (Album: You Are What You Is)
Este sistema aleatorio no sabe nada de estadística y probabilidades. Habiendo tantos artistas para elegir, vuelve a insistir con Zappa. Pero esta canción patea más glúteos que la anterior... tanto que no puedo clasificar el género de la canción (y aún así sacudo la cabeza). Tiene alma de blues mezclado con doowop, pero no va en serio. Algún día tengo que escuchar este disco, ensalzado por muchos como el mejor del Genio.
9- Donovan / The Fat Angel (Album: Sunshine Superman)
Claro que estaría mucho más feliz si hubiese saltado Season Of The Witch (La misma que aparece en la película de Nicole Kidman donde ella es periodista y termina patinando sola en el hielo). Esta es del mismo álbum, y no está mal. Psicodelia liviana. Excelente para poner de fondo (aunque a todo volumen, si no pega) y fumarse un rollo de papel higiénico.
10 - Siouxsie & The Banshees / Cascade (Album: A Kiss In The Dreamhouse)
Una onda ochentera, dark-goth; invita a bañarse en la sangre de noches demasiado serenas como para ser feliz. Opino que le falta más punch e ideas, pero la identidad está. Excelentes toques de clavicordio.
Fin de la auditoría. El mejor tema es el de Harrison seguido de cerca por el de Felt. Si esto fuera un álbum compilado, le pondría una calificación de 6 puntos.
Otra vez, la distancia
dos infartos luminosos y estelas rubias en tu piel
En un ángulo, una sombra o dos,
caminando la cornisa de una borrachera,
brindan por una noche oscura y larga.
Las grietas en tus labios, las sé húmedas.
Espirales fantasmas de jazz serpentean en tus muslos.
Y en la hondonada de tus pechos, un hormigueo de silencio.
No aparentas ningún cálculo del tiempo,
ningún sismo en tu cigarillo apagado,
ni en el pentagrama prendido a tu cuello.
Estás solamente allí. Hoy.
Grises como perlas, van ahora ascendiendo,
desde el fondo, ínfimas espinas de anhelo.
Como burbujas en la cerveza, redactan líneas.
Dibujan momentos, aspiran a más.
Mil versículos de ninfas se marean en mis venas.
Pero por fuera, estoy de nuevo como una piedra.
Y al final:
Me preguntaré si era cuestión de apresarte,
cuando ya te hayas ido.
martes, 4 de julio de 2006
Gli azurri ci insegnano

La reciente victoria de Italia sobre Alemania en la primera semifinal de la Copa del Mundo planta una lápida sobre la Gran Mentira Germana ensayando una clamoroso epitafio: los Alemanes son de madera.
Reculo: tan malos no deben ser si llegaron hasta esta instancia y pudieron con la temible Argentina del 6-0 a Serbia, pero por la escasa relevancia visual de su juego irresoluto, anónimo, ordinario, uno ya comenzaba a mascullar que si un equipo así llegaba a jugar la final del mundial, el fútbol comenzaría a valer un poquito menos la pena. Pero Italia (SI!, Italia) metió cuatro delanteros en el tiempo suplementario y acabó con los sueños teutones. Lehmann se tuvo que guardar el prospecto adjunto de los penales para otra ocasión ¿El gol que abrió las cosas? Fue de un... ejem... defensor. Eso es lo que yo llamo "Catenaccio al revés".
Era casi inevitable hinchar furiosamente por Italia (yo lo hice a mi manera, por dentro) luego de ver y oír a los alemanes creerse poco menos que Gardel después de pasarla muy feo ante Argentina. Poco importó que sean los mismos italianos que solemos acusar de amarretes, defensivos, troncos, sucios, miedosos... etc. Aguante la azurra forever.
Este partido me da pie para reflexionar algunas claves del Argentina - Alemania. Ya lo dije en el post anterior: la eliminación fue injustamente demonizada por algunos periodistas, sin saber rescatar algunas cosas positivas que habían dejado los de Pekerman para la posteridad. Ahora bien; queda claro que si Argentina no pudo con estos botes de remos vestidos de blanco, algunas críticas se merece el equipo. Aquí van las mías. Para vos Pekerman, que lo leés por Internet.
1) Fea la actitud. Se te da un gol de pelota parada (luego de un primer tiempo sin generar situaciones genuinas, ni nada parecido) y a continuación jugas al famoso juego de "Atacame A Ver Si Podés" (también conocido en variantes como "Parémonos De Contraataque Pero Sin Tener Idea De Cómo Contraatacar" o "Cedamos El Control De La Pelota A Un Equipo Que No Piensa En Otra Cosa Que Meternos Un Gol" o el más contundente "Tiremos La Pelota A La Mierda, Que La Vayan A Buscar Si Quieren"). Juego bastante popular hoy en día, ya exitosamente aplicado contra un equipo llamado Costa del Marfil, pero poco saludable frente a unos voluntariosos alemanes. El gol del empate estaba cantado. Después de dejarles hacer el gol, claro, a atacar de vuelta y sin ideas, cuando ya es tarde.
2) Sin imaginación. Olvidémonos del partido de Serbia y Montenegro. Cuando tenés enfrente una defensa mas o menos competente, no tenés ideas para generar situaciones claras de gol. Ni con Saviola, ni con Tévez, ni con Messi. Holanda: sin goles... México: gol de pelota parada y gol de otro partido... Alemania: gol de pelota parada. ¿Y el tiqui taca ofensivo dónde quedó? ¿Solo sirve para Serbios y Montenegreros? La cuestión es que en el primer tiempo contra Teutolandia, a Lehmann ni le vimos la cara. Se dice que estaba repatingado en una cama solar en una ciudad vecina, repasando la lista de los penales con una rubia abanicando.
3) Sin contragolpe. No sabés contraatacar. Te parás de contraataque aprovechando la presión del otro equipo, pero cuando recuperás la pelota la tirás bien lejos para que no joda o salís tocando lento a para que se rehagan atrás los infieles. Dejás a jugadores que saben de esto (Aimar, Saviola, Messi) en el banco. Así no sirve.
4) Sin remate de media distancia. Empezás a probar por desesperación, a último momento, y mal, cuando están todos cansados y con la mente nublada.
5) Cambios un poco especulativos. Tenés a Alemania contra las cuerdas y en vez de salir a rematarlo, cuidás un resultado que no es diferencia sacando a Riquelme sin meter a Aimar, y haciendo un cambio mentiroso como Crespo x Cruz (que es, a nivel táctico, cambiar un billete de dos por dos monedas de uno). La excusa del 9 de área alto para cabecear no tiene peso en un equipo claramente diseñado para jugar al toque hasta la misma raya del arco. Si se comparan estos cambios con los que hizo hoy Italia en el mismo contexto... son muy discutibles. Respetaste demasiado a los troncos estos.
En definitiva. Entregaste el control de pelota luego de sacar la mínima diferencia. El control de pelota para un equipo de estas características es como la Vigen de la Buena Suerte. Solo sabés atacar con el control de la pelota (tocando y tocando para llegar al arco y definir) y solo sabés defender con el control de la pelota (tocando intrascendentemente para dormir al rival)... Decime ¿Qué posibilidades había dejándole la iniciativa a los Alemanes que tiran y tiran centros hasta que alguna embocan? ¿No hubo ningún aprendizaje de los amistosos con Inglaterra y Croacia?
Otras claves del partido:
a) El árbitro no tuvo nada que ver con el resultado. Lo perdió Argentina solito, y el tipo bien pudo cobrar un par de penales de Ayala a delanteros alemanes.
b) Los penales no son una lotería. Es una prueba de fortaleza mental, anímica y precisión con la pegada. La diferencia estuvo en que mientras Pekerman no los practicaba porque según él no iba a haber penales (Cambiá de astróloga), los Alemanes hicieron la gran TVR y estudiaron todos los penales pateados anteriorimente por todos los jugadores argentinos para establecer un coefinciente de probabilidad. Se sacaron el Gordo.
c) Me gustaría disentir con los que dicen que Riquelme es un pechofrío. Pero no puedo. ¿Cómo sale cansado un jugador que apenas corre, luego de seis días para descansar? ¿Por qué un jugador que se destaca por meter pases de gol claros y remates peligrosos no hace ni lo uno ni lo otro en todo el partido?
Y bueno. La verdad es que me extendí demasiado. Después de todo... ¿A alguien le importa el mundial?
sábado, 1 de julio de 2006
Argentina vs. Deutschland.
Argentina jugó bien. Pero no ganó. ¿Sirve para algo?

Por una cuestión de lógica, siempre me opuse a hablar de "merecimientos" en el fútbol. Los partidos no se merecen; se ganan o se pierden. Si como equipo ganaste un partido, no es porque alguien sacó una bolilla y te colgó el cartel de ganador: es porque dentro de la cancha hiciste lo necesario para ganar y tu rival no. En el caso del fútbol, hiciste los goles. ¿Qué otra cosa cuentan los marcadores?
Argentina no mereció ganarle a Alemania; digo incluso que no mereció pasar a semifinales, y que la prueba está en el resultado. Cuando los periodistas argentinos hablan de una labor "mediocre" de Alemania y destacan el "partidazo" que hicieron sus albicelestes, algo no está siendo del todo sopesado: no debe haber sido tan bueno lo de Argentina si termina empatando con un equipo "mediocre"; no debe haber sido tan malo lo de Alemania si logra empatarle a un equipo que hace un "partidazo". Pero siguen. No son comentarios aislados: quien encienda la TV lo va a seguir escuchando una y otra vez, en boca de todos los sabios. Lo más atinado sería suponer que ni Argentina fue tan bueno, ni que Alemania fue tan malo. Y listo.
El tema es, claro... Argentina tuvo más la pelota, atacó más y generó jugadas más interesantes. No te hace merecer el partido, pero...
PARA LOS DEMASIADO PESIMISTAS:
... pero, en defensa de la selección argentina, hay algo que pareciera estar siendo olvidado últimamente: un resultado no es lo único que cuenta.
Para algunos sí, naturalmente; no faltaron los periodistas que el día del 6-0 a Serbia estaban iridiscentes de euforia, pero que a pocas horas de la eliminación aseguraban que esta selección "va a ser olvidada de aquí a pocos años".
Pareciera que hoy en día, en fútbol, solo retribuye ganar y no se puede aplaudir a los perdedores. Si no ganás el mundial sos un fracasado, un inútil. No importa que se vayan a cumplir veinticuatro años sin que Argentina sea campeón del mundo; tampoco importa que haya otros equipos que van tras lo mismo y que ante ellos, oh rareza, se pueda perder. Si Argentina no llega a la final, la campaña es un desastre (y cuidado con llegar a la final y no ganarla eh?).
Si en fútbol solo importara ganar, estaríamos alentando a la selección de damas chinas esperando, naturalmente, que gane el mundial de damas chinas. Pero no nos gustan las damas chinas; nos gusta el fútbol. No solo nos gusta, sino que nos enloquece. Y eso es porque el fútbol es también belleza, espectáculo y diversión. Argentina no se lleva la copa, pero ver a este equipo jugar, aún con todos sus defectos, fue de lo mejor que regaló el mundial para disfrutar un partido de fútbol. El baile a los serbios nadie lo va olvidar más, como no se olvida el triunfo sobre los brasileños en el 90, o el gran partido ante Grecia en el 94. Si la gracia y grandeza del fútbol se restringiera solo a ganar el mundial, nos quedarían 31 equipos y 713 jugadores irrelevantes bajo el pie de 23 Dioses del Olimpo.
Por suerte, la realidad es otra. El fútbol es más grande y más amplio que ganar un título. El fútbol se juega, y mientras se juega, puede haber magia. Lo demás son solo números y billetes.